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Candidatura Tradicionalista (CTRAD). Nota para simpatizantes: Organizando la resistencia

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La Comunión Tradicionalista tiene por miembros suyos a cuantos mantienen los principios de la monarquía tradicional (http://carlismo.es/acerca-de/ideario-carlista/) y se proponen defenderlos en la práctica.


No es un partido político encaminado a ejercer influencia dentro de un sistema democrático, precisamente porque rechaza de raíz semejante sistema.


El carlismo, a lo largo de su dilatada historia, no ha tenido inconveniente en oponerse al sistema liberal desde su propio interior, concurriendo a las elecciones bajo denominaciones diversas. Pero siempre lo ha hecho dejando bien claro que su finalidad era oponerse al orden constitucional y democrático y a las cortes liberales dominadas por los partidos. S.M.C. Don Carlos VII, que había dado la orden de que la Comunión concurriera a las elecciones de 1871, cuando vio que los diputados electos intentaban actuar como tales dentro de las cortes liberales, tuvo que aclarar con enérgicas palabras el papel que se esperaba de los diputados y senadores carlistas en el parlamento liberal:

La cuestión parlamentaria es ésta en resumen: ¿Es una partida carlista nuestra minoría [parlamentaria], es decir una guerrilla avanzada que tiene la honra de estar destinada a abrir fuego? ¿Sí? Entonces hago bien en mandarla y ¡Ay del gobierno de Don Amadeo! … ¿Son nuestros diputados procuradores del Reino? Entonces son libres, independientes; tienen derecho a hacer lo que les dé la gana y crean lo que su conciencia les dicta; pero con esto sólo reconocen la legalidad de las Cortes; reconocen a Don Amadeo; reconocen su sistema y ¡Ay de España! ¡Ay de España!


Animados por ese mismo espíritu, hemos legalizado un partido político y le hemos dado el nombre de Candidatura Tradicionalista (CTRAD). No hemos podido registrarlo con ninguna de las denominaciones clásicas porque ya estaban legalmente inscritas por personas que no las emplean para nada o las emplean desnortadamente. El nombre de Candidatura Tradicionalista, con tener el inconveniente de su novedad, aventaja a otros porque pone de manifiesto su carácter de instrumento coyuntural.


Conviene mantener vivo este instrumento jurídico, a pesar de que las autoridades ponen cada vez más dificultades con su afán de control minucioso y amenazador. Por el momento, lo emplearemos para encuadrar como simpatizantes a quienes se van dando cuenta que, dentro del desorden reinante, el carlismo es la única tabla de salvación para España. Al mismo tiempo lo usaremos para allegar los medios económicos que permitan mantenerlo vivo y, en su día, cuando las circunstancias lo exijan, desarrollar una acción de mayor envergadura. ¿Cuándo tendremos que hacer uso de este partido? Dios lo dirá. En sus manos está el futuro de nuestra Patria que vive en una confusión próxima al caos. Pero eso no quita, sino que más bien supone, nuestro trabajo y entrega; y una buena manera de empezar a hacerlo es hacerse simpatizante de la CTRAD.


Quienes quieran apoyarnos como simpatizantes deberán comunicarlo al correo electrónico siguiente:

y recibirán la información especialmente dedicada a ellos. Se les pedirá que ingresen una cuota anual mínima de 20€, sin que nada les impida apoyarnos de manera más sustanciosa. También serán incluidos en la categoría de simpatizantes, si así lo desean, quienes pertenezcan y coticen en los círculos de la Comunión y quienes, no estando en condiciones de hacer el ingreso mínimo, nos lo comuniquen. Cuando sea conveniente, los simpatizantes podrán adquirir, de conformidad con los estatutos, la categoría de afiliados a la Candidatura Tradicionalista, con todos los derechos de participación que ello lleva anejo.


La información sobre los ingresos se hallará en este enlace:



España, el Carlismo y la I Guerra Mundial

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ESPAÑA, EL CARLISMO Y LA I GUERRA MUNDIAL


Se viene conmemorando desde 2014 el centenario de la Gran Guerra, sobre el que se han difundido los más diversos enfoques retrospectivos. Sin embargo entre los propios carlistas no ha llamado especialmente la atención dicha efeméride, la cual tuvo una serie de consecuencias de decisiva importancia a nivel de organización interna. No haremos un juicio sobre las mismas, nos limitaremos a ser lo más descriptivos posibles y a plantear una conclusión sobre la importancia de la opinión carlista a nivel social hace un siglo.


Manuel de Santa Cruz señala:


"Durante la Primera Guerra Mundial los carlistas, dirigidos en este punto por Mella, estuvieron a favor de Alemania o por lo menos en contra de las simpatías aliadófilas del monarca usurpador. En la Segunda Guerra Mundial se produce una inversión en su actitud: estuvieron, si no directamente a favor de los aliados, cosa imposible por el reciente apoyo de éstos a los rojos, sí, desde luego, y decididamente, en contra de Alemania, que gozaba de las simpatías del Caudillo y del Estado. (…) No fue decisiva en este punto la vinculación de Don Javier a los aliados, porque estos ya contaron con la de Don Jaime III en la Primera Guerra Mundial."
Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español (1939-1966). Tomo I, pág. 52.

Esta fundamental obra sobre el carlismo más reciente nos da una idea cabal sobre la posición de los carlistas en la IGM. Los carlistas eran conscientes de la debilidad de España tras la tremenda crisis del 98. Y no se mostraron especialmente beligerantes. Sin embargo en el complejo tablero de Estados liberales de fronteras estrictas en los que había triunfado el paradigma de la soberanía popular y los nacionalismos étnicos mostraron sus abiertas simpatías por los restos del Sacro Romano Imperio, o el subrogado en que se había convertido.


Manuel Suárez Cortina propone la siguiente distinción en torno a las simpatías de los españoles por un bando u otro:


"Las principales voces germanófilas del país eran las del clero, el ejército, la aristocracia, los carlistas y los mauristas. Por el contrario, los partidarios de los aliados eran los regionalistas, los republicanos, los socialistas, los profesionales de clase media y los intelectuales, que vieron en la guerra un instrumento para forzar en España una transición hacia una verdadera democracia."
La España Liberal (1868-1917). Política y sociedad

Es necesario hacer una acotación a la denominación convencional en torno a los bandos contendientes. Por resumir las posturas se habla de “germanófilos” y “aliadófilos”, calificativos reduccionistas que requieren matices. El carlismo se había mostrado en muy diversas ocasiones partidario del concepto de latinidad que los poetas felibres empezaron a usar ( Aquí y Aquí ). Y se opusieron al germanismo, entendido como encarnación de las ideas políticas y filosóficas de la Prusia protestante (que en última instancia desembocarían en el nacionalsocialismo). Ese nacionalismo pangermanista fue la principal lacra del bando de los Imperios centrales, dificultando enormemente las gestiones para conseguir la paz por parte de Su Majestad Imperial, Real y Apostólico el Beato Carlos I de Austria y IV de Hungría. 
Carlos I de Austria y IV de Hungría, Emperador de Austria y Rey de Hungría, Bohemia, Croacia y Eslavonia, Dalmacia, Galicia, Lodomeria, e Iliria


El carlismo que simpatizaba con el Imperio Austrohúngaro, sumariamente se etiquetó como “germanófilo”. La Gran Guerra tenía muy diversos frentes, cada uno de los cuales merecía una atención determinada. Sirva como ejemplo que los monárquicos franceses se alistaban dentro del ejército de la III República, que pese al laicismo de la constitución estableció que capellanes católicos acompañasen a las compañías, persuadidos del peligro de la “hydra germánica”, tal como denunciaba la Acción Francesa. Don Javier y Don Sixto de Borbón-Parma, cuñados del Archiduque Carlos y exiliados en Austria piden que les deje marchar al frente, intercediendo este ante el Emperador Francisco José, que se lo permite, luchando en el ejército belga. Otros dos hermanos,Don Félix y Don René lucharon con las tropas de de los Imperios Centrales con la condición –que fue respetada- de no luchar en el frente occidental contra las tropas francesas. Asimismo la presencia de la Rusia zarista junto a los aliados por la tradicional amistad con Francia, la de los otomanos con los Imperios Centrales y el estallido de importantes cambios políticos durante el conflicto (revolución blochevique, abolición del sultanato, etc.) complicaron aún más los posicionamientos netos. En España los diversos posicionamientos son la extensión de una lucha de carácter doctrinal interna. Los grandes anticlericales y partidarios del republicanismo unitarista y antiforal como Alejandro Lerroux o Vicente Blasco Ibáñez son los principales defensores del bando aliado, por su admiración a la Francia revolucionaria, que los condecorará con la Legión de Honor. Sus simpatías respondían a un impulso ideológico. Contra el que los carlistas reaccionaban, reconociendo en Austria Hungría los últimos alientos de un orden político que se desmoronaba.

El Imperio Austro-Húngaro, la gran potencia católica de Europa

Interesa destacar el papel fundamental que jugó la prensa carlista en la opinión pública y su influencia. El usurpador Alfonso (XIII) y su consorte británica María Eugenia, eran unos grandes partidarios de intervenir junto a Francia, pese a que estaba dirigida por gobiernos republicanos de la peor calaña socialista y masónica. Así se lo hizo saber al embajador francés. Su hombre de confianza, con el que compartía el vicio de la pornografía, el Conde de Romanones desde el Diario Universal emprendió una campaña muy agresiva contra la neutralidad de España: “Es necesario que tengamos el valor de hacer saber a Inglaterra y a Franciaque con ellas estamos, que consideramos su triunfo como el nuestro y su vencimiento como propio”, repetía como consigna.
La prensa carlista, que mantenía cientos de cabeceras por toda España y seguía gozando de gran influencia y predicamento, daba la contrarréplica. España tras los desastres del 98 se encontraba con la Armada prácticamente devastada y un Ejército en decadencia y con la moral muy baja. Haber entrado en la guerra, como deseaban usurpadores, liberales y socialistas, hubiese supuesto un sacrificio absurdo. La influencia de la prensa carlista sobre la opinión pública es, según Maximiliano Fuentes Codera (que estudia muy detenida y documentadamente el tema en la obra España en la primera guerra mundial. Una movilización cultural) determinante para que la dinastía liberal no embarque al país en una aventura aliadófila y asegura la neutralidad de España. Señala dicho autor la tremenda influencia que las opiniones de Vázquez de Mella y los periódicos carlistas ejercen sobre la opinión pública, apelando a un proyecto geopolítico panhispánico que tiene que pasar por la debilidad de Inglaterra para recuperar Gibraltar frente al seguidismo anglófilo de los liberales.
Juan Vázquez de Mella

Los liberales, asustados por el predicamento de las ideas de Vázquez de Mella, contestan con un extenso manifiesto escrito por Ramón Pérez de Ayala que pretende salvar los muebles ante Francia. Oyarzun, que vivió en primera persona los hechos, asegura que muchas gentes, aun fuera del partido carlista, veían en Mella el guardián de la neutralidad hispana, y dice del tribuno asturiano:


Mella fue el apóstol de la neutralidad y el adalid magnifico de la causa de los imperios centrales. Mella invocaba en sus propagandas el testamento de Carlos VII, el recuerdo de la gran Isabel, el despojo de Gibraltar...


No había apenas discrepancias en la Comunión Tradicionalista respecto a la postura neutralista y “germanófila”. Sería extenso hablar de las razones del cisma mellista de 1919, achacable en gran parte a Francisco Melgar, secretario de Don Jaime, y que tanto daño haría a la causa carlista. Baste decir que en Guipúzcoa, Vizcaya, Valencia y el resto de España, la mayoría de los tradicionalistas se fueron con Mella. Permanecerían en cambio leales a Don Jaime la mayoría de los tradicionalistas navarros y catalanes gracias a la resolución tomada por los periódicos El Pensamiento Navarro y El Correo Catalán, tras un periodo de indecisión, puesto que desde sus columnas también habían se habían sumado a la campaña germanófila. Gracias a Dios poco lustros después los mellistas volvían al seno de la Comunión Tradicionalista.

Don Javier de Borbón, Príncipe de la Cristiandad

Por último destacaremos el importante papel diplomático ejercido por Don Javier y Don Sixto de Borbón-Parma, cuñados del Emperador Carlos, para buscar una paz con los aliados, principio que siempre guió al mismo. Sin embargo la buena fe del Emperador se vio traicionada por los republicanos franceses. Don Javier y Don Sixto eran miembros de la Casa de Borbón y por tanto enemigos naturales suyos. Pese a la generosa oferta del Emperador a Francia la guerra continúo.

Nota de los Carlistas del Principado de Cataluña: Ni de Ejercicio Ni de Origen

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NI DE EJERCICIO NI DE ORIGEN


Ante la anunciada visita de Carlos Javier de Borbón-Parma a Barcelona y para advertir al pueblo catalán y al resto de españoles frente a las más que posibles confusiones y heterodoxias de sus palabras y actos públicos los carlistas catalanes declaran:

    1-No hay constancia de la voluntad de Carlos Javier de aceptar los cinco fundamentos de la Legitimidad española que estableció el Rey Don Alfonso Carlos como una condición indispensable para su futuro sucesor: (1) la Unidad Católica, (2) la constitución natural y orgánica de los Estados y Cuerpos de la sociedad tradicional, (3) la federación histórica de las diferentes regiones de la Patria española, (4) la auténtica Monarquía Tradicional y (5) los principios, espíritu y mismo estado de derecho y legislativo anterior al llamado derecho nuevo.


     2-Ninguno de los manifiestos y declaraciones públicas de Carlos Javier de Borbón-Parma están en la línea doctrinal pensamiento político carlista, es decir, nada tienen que ver con el pensamiento tradicional catalán. Por el contrario todos ellos se inscriben en corrientes de ideologías de la modernidad, con ciertos guiños al nacionalismo que repugnan la conciencia de los carlistas catalanes.

        3- Su hijo carece de cualquier derecho al Trono de España. El legítimo Estado de derecho y legislativo de la Monarquía española establecía una sucesión semisálica agnada a la Corona, que además es la tradicional de la Corona de Aragón. Una pragmática contra esta norma no podía establecerse sin el concurso de Cortes convocadas expresamente al efecto. Contra ese abuso despótico de Fernando VII se levantaron los carlistas. La misma de abuso despótico supone considerar a los descendientes de un matrimonio desigual, no dinástico, como sucesores al Trono. Ese es el caso del hijo de Carlos Javier de Borbón-Parma.


Algunos carlistas catalanes hemos tenido ocasión de saludar en Barcelona en otras ocasiones a Carlos Javier de Borbón-Parma. Y hemos deseado que aceptase los principios intangibles de la legitimidad española. Lamentamos que no haya dado este paso.


Carlistas del Principado de Cataluña. Valls, 7 de octubre de 2016.

Festividad de Ntra. Sra. del Rosario.

NI D'EXERCICI NI D'ORIGEN

Davant l'anunciada visita d’en Carlos Javier de Borbó-Parma a Barcelona, i per a advertir el poble català i la resta d'espanyols de les més que possibles confusions i heterodòxies de les seves paraules i actes públics, els carlins catalans declaren que:


      1-No hi ha constància de la voluntat d'en Carlos Javier a acceptar els cinc fonaments de la Legitimitat espanyola que va establir el rei Don Alfonso Carlos com a condició indispensable per al seu futur successor: (1) la Unitat Catòlica, (2) la constitució natural i orgànica dels Estats i cossos de la societat tradicional, (3) la federació històrica de les diferents regions de la Pàtria espanyola, (4) l'autèntica Monarquia tradicional i (5) els principis, esperit i mateix estat de dret i legislatiu anterior a l’anomenat dret nou.


    2-Cap de les declaracions publiques d’en Carlos Javier de Borbó-Parma i els manifestos apareguts en el seu nom estan en la línia doctrinal del pensament polític carlista; és a dir, no tenen gens a veure amb el pensament tradicional català. Per contra, tots ells s'inscriuen en corrents de les ideologies de la modernitat, amb un apropament al nacionalisme que repugna als carlistes catalans.


   3- El seu fill no te cap dret al Tron d'Espanya. El legítim Estat de dret i legislatiu de la Monarquia espanyola establia una successió semisàlica agnada a la Corona, que és la tradicional de la Corona d'Aragó. Una pragmàtica contra aquesta norma no podia establir-se sense el concurs de Corts convocades expressament a aquest efecte. Contra aquest abús despòtic de Fernando VII es van alçar els carlins. El mateix abús despòtic suposa considerar els descendents d'un matrimoni desigual, no dinàstic, com a successors al Tron. Aquest és el cas del fill de Carlos Javier de Borbó-Parma.


Alguns carlistes catalans hem tingut ocasió de saludar a Barcelona en altres ocasions a Carlos Javier de Borbó-Parma. I hem desitjat que acceptés els principis intangibles de la legitimitat espanyola. Lamentem que no hagi donat aquest pas.


Carlistes del Principat de Catalunya. Valls, 7 d´octubre de 2016.

Festivitat de la Mare de Deu del Roser.


La destrucción del Monumento a los muertos de la Cruzada o la obligación de quemar incienso al César (o Gran Oriente)

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La execrable profanación de cadáveres realizada por el alcalde etarra de Pamplona y tolerada por el Arzobispo se ha amparado sobre una tremenda campaña de intoxicación informativa.


La Hermandad Canónica de Caballeros de la Santa Cruz es una selectísima hermandad fundada por carlistas voluntarios de la Cruzada y encargada de velar y mantener el espíritu de Cruzada en Navarra. Así su regla primera señalaba: El de mantener íntegramente y con agresividad si fuera preciso, el espíritu que llevó a Navarra a la Cruzada por Dios y por España, haciendo que no se desvirtúen estos ideales, los más caros, por serlo en sí y estar mantenidos a costa de la vida de los mártires y de nuestro sacrificio.


Esta “agresividad” de la que habla la regla primera quedó manifestada en innumerables defensas radicales del carácter de Cruzada de la contienda 1936-1939, incluso contra los sectores más oficiales del régimen de Franco y posteriormente contra los desmayos eclesiásticos. Para no abundar demasiado baste recordar la célebre polémica de la Hermandad contra el (entonces) falangista Laín Entralgo:
CARTA ABIERTA A D. PEDRO LAÍN ENTRALGO.

Sr. D. Pedro Laín Entralgo.

Subdirector de la Revista “ESCORIAL”.

Estamos enterados de su trabajo publicado en la Revista “ESCORIAL”, y conocemos su insistencia en querer demostrar “con buenas razones” que la guerra de España no ha sido una Cruzada. No tenemos porqué detenernos en refutar a V. semejante despropósito, que no se explica ni aún recordando que a pesar de su edad no pisó el frente. Más el agravio que su actitud “literaria” supone para nuestros hermanos Mártires, para España y para nosotros, nos hace salir al paso de V. y en V. a todos cuantos vienen incurriendo en ese mismo delito de lesa Religión y Patria, para advertirle, con toda la autoridad moral que supone nuestra actuación en la CRUZADA, que no estamos dispuestos a tolerar que se desvirtúe su espíritu y que “no consentiremos se traicione la sangre de los Mártires y Héroes”, porque así lo hemos jurado.
No queremos enemiga, pero si V. y otros como V. buscan a España, nos encontrarán en el camino y sepan que nuestra “literatura” es la de la acción.


AVE CRUX – SPES UNICA


Por la HERMANDAD DE CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ y su CAPITULO SUPREMO.

EL CABALLERO PRIOR

Firmado: Narciso Ripa

                                 

La Hermandad Canónica tuvo un gran protagonismo en Navarra, estando siempre dirigida por carlistas voluntarios en la Cruzada o por descendientes de los mismos. Las autoridades franquistas siempre la vieron con cierto recelo, no es de extrañar que durante los sucesos del 3 de diciembre de 1945 en que los carlistas se enfrentaron a tiros a la policía armada la mayoría de los más de 200 carlistas detenidos fuesen miembros de la Hermandad. El prestigio moral de la misma, y la decidida intervención del Arzobispo, hizo que la represión contra los carlistas se matizara. Dicha Hermandad fue además la iniciadora de las peregrinaciones al castillo de Javier, en honor a uno de los santos patrones del Reino de Navarra, San Francisco Javier. Estas famosas Javieradas se continúan realizando hoy día con gran fervor religioso del pueblo navarro. La primera tuvo lugar el día de los mártires de la Tradición, 10 de marzo, de 1940, donde cinco mil peregrinos recorrieron el camino entre Pamplona y Javier con el propósito de “perpetuar el espíritu de Cruzada” con la bendición del Arzobispo de Pamplona Don Marcelino Olaechea.

Sus actuaciones han sido circunscritas al ámbito religioso y sus miembros personalidades admirables de Navarra. Quizás por ello la banda terrorista ETA atentó mortalmente contra dos de sus hermanos: Alberto Toca Echeverría y Jesús Alcocer Jiménez. Los mismos etarras que volaron en 1972 el monumento a uno de los más ilustres hijos de Navarra, el General Sanjurjo. Monumento erigido no por el franquismo, sino a fines de la década de los veinte del siglo pasado por suscripción popular de los pamploneses, como homenaje a su labor como pacificador de Marruecos y el África española.
Seguramente su único error haya el sido aferrarse al contexto inicial de su fundación. Cuando el Arzobispo defendía la libertad de la Iglesia y no tenía miedo a enfrentarse a un poder político entonces autoritario. Desde entonces mucho han cambiado las cosas. Empezando por la Iglesia, en su vertiente temporal y humana, que quebró en el Concilio Vaticano II los fundamentos doctrinales que empujaron al pueblo navarro a tomar las armas por los más excelsos ideales. Y a los combatientes a mantenerlos tras el desenlace de la misma frente a la tendencia fascistizante de quienes gestionaron la Victoria. Aquella libertad religiosa, que ponía en pie de igualdad la verdad y el error, tenía incoada la deriva más totalitaria y proféticamente quedó denunciada. Esa derivada ha terminado por dejar presa a la Iglesia de un poder político declarada y descaradamente anticristiano. Al Arzobispo molestaba la libertad de la doctrina católica que custodia la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Aunque su actividad se limite a actos privados y de carácter interno que ya no congregan las multitudes de décadas pasadas. Profanando los cadáveres se proscribe la doctrina católica sobre la obligación de acatamiento a los poderes constituidos y se nos obliga a quemar incienso al césar de turno, reducido a un alcalducho etarra títere del gran oriente de turno.


Tirad, pero tirad sin odio. La lucha de los Requetés fue una Cruzada


Sanjurjo: La legitimidad del Alzamiento contra la tiranía

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SANJURJO: LA LEGITIMIDAD DEL ALZAMIENTO CONTRA LA TIRANÍA


En una anterior entrada glosábamos cómo con la profanación de los restos de los que descansaban en la cripta del Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada esconde el acto más ideológicamente totalitario: la obligación de asentir ante cualquier imposición de los poderes constituidos, los cuales no respetan ni a los muertos. Frente a esa pretensión siempre se alzó el concienzudo pensamiento moral de nuestros juristas teólogos. Por el contrario los charlatanes de la libertad abstracta acaban imponiendo las meras potestades de turno, con el único criterio del uso de la fuerza pública como medida de moralidad. Se llenan la boca con la libertad religiosa pero profanan tumbas, destruyen templos y prohíben cultos.

Cripta con los restos del General Sanjurjo

La profanación de los restos del Teniente José General SanjurjoSacanelles además una afrenta execrable a la Historia de Navarra. José Sanjurjo Sacanell, nacido en Pamplona en 1872 era descendiente de una ilustre saga de militares carlistas navarros.   


Su madre, Carlota Sacanell Desojo, era hermana de dos oficiales del ejército carlista, Enrique y Joaquín, que habían servido en el Batallón de Guías del Rey. Su abuelo materno, Joaquín de Sacanell, agraciado por Su Santidad con la orden de la Espuela de Oro, preciada dignidad de la Santa Sede que llevaba asociada el título de Conde Palatino, había participado en la Guerra de la Independencia, siendo oficial de la Guardia Real de Infantería durante el reinado de Fernando VII. Posteriormente se distinguió mucho por su bravura y pericia en el campo carlista, en el que llegó a mandar, con el empleo de Coronel, el Batallón 4º de la División de Navarra durante la Primera Guerra Carlista, obteniendo dos cruces de San Fernando. Él y su hermano José Antonio de Sacanell, tío abuelo de Sanjurjo, habían empuñado muy jóvenes las armas para hacer frente a los franceses. En 1820 formaban parte de las fuerzas expedicionarias que se preparaban para acabar con la insurrección de las provincias americanas cuando tuvo lugar la sublevación de Riego, pero tras una azarosa fuga consiguen unirse a los jefes fieles a Fernando VII participando en la defensa de Cádiz. Condenados a muerte por el régimen liberal permanecieron presos en las cuatro torres de la Carraca, sufriendo torturas continuas por los liberales hasta el día de su liberación, con la entrada del ejército de los Cien Mil Hijos de San Luis. Poco tiempo después pasarían a servir como oficiales de la Guardia Real de Infantería. José Antonio será nombrado ayuda de cámara de Don Carlos. Detenido el 26 de diciembre de 1832 bajo la acusación de ser el autor de una carta donde se proclamaba a favor de los derechos del entonces Infante, al año siguiente su nombre volvió a salir otra vez a la palestra en una causa seguida contra un grupo de oficiales que conspiraban a favor de los derechos del hermano del Rey. Condenado de nuevo a muerte, consiguió fugarse a Portugal al lado del reclamante Don Carlos, al que acompañaría en todas las vicisitudes de su vida, tanto en los frentes de guerra como en los consejos políticos, hasta darle sepultura en Trieste.

Su padre era el Coronel Justo Sanjurjo, héroe del Ejército carlista de la Tercera Guerra, vencedor de la batalla de Udave contra la columna del liberal Castañón, en el valle de Basaburua, en Navarra, que afianzó el alzamiento carlista, aunque murió en la batalla. Tenía entonces José dos años.


Empezó José Sanjurjo su carrera militar en la guerra de Cuba, siendo varias veces condecorado y gravemente herido. El abandono de las Españas de Ultramar fue un durísimo golpe para Sanjurjo, que a lo largo de su vida pesará en su ánimo, redoblando su patriotismo y desconfiando de la diplomacia y de la clase política liberal.[1]Con el empleo de comandante de regulares fue premiado por su acción en el combate de Beni Zaiem (Tetuán) el 1 de febrero de 1914. En la reconquista del territorio perdido en Melilla después del desastre de Annual alcanzó el grado de General de División. En 1922, estando al frente de la comandancia militar de Larache, investigó los casos de corrupción en la Intendencia e Intervención militar, acabando tajantemente con ellos. Nombrado jefe de operaciones del desembarco de Alhucemas, el ejército expedicionario bajo su mando consigue una importante victoria en la que es estudiada y alabada en las más importantes academias militares del mundo como la primera operación anfibia de la historia. Antes de acabar el año es nombrado alto comisario de España en Marruecos, convirtiéndose así en la máxima autoridad del Marruecos español.Después los duros años de combates en el África española, donde Sanjurjo se gana el sobrenombre de El León del Rif, fue nombrado Director General de la Guardia Civil en 1928.


La sociedad navarra sigue con muchísima atención todos los acontecimientos de la guerra de África. Hermilio de Olóriz, que con cierta exageración cantaba las glorias de Navarra y representaba un fuerismo acérrimo (hay quien lo llama “independentista navarro”) junto a Fructuoso Munárriz llenan la prensa local de ardorosas soflamas belicosas y patrióticas. Muchos mozos navarros marchan a aquella guerra, con ciertos tintes de lucha civilización contra el islam. Tuvo destacado protagonismo por ejemplo el pamplonés Genaro Imaz Echeverri, uno de los fundadores de la Legión, padre del Comandante Joaquín Imaz Martínez, asesinado por la banda terrorista ETA el 26 de noviembre de 1977. Para celebrar la pacificación de Marruecos y el África española se lanza la idea de erigir un monumento a Sanjurjo por una asociación creada ad hoc que abre una suscripción popular. Rápidamente se obtienen los fondos para el mismo, siendo inaugurado el 13 de julio de 1929, acto al que no pudo asistir el homenajeado a causa de una enfermedad, acudiendo su hijo en representación del General y una enorme multitud de vecinos. Durante el franquismo el monumento acrecentaría su carácter simbólico, pues la figura de Sanjurjo era para los carlistas, especialmente para los navarros, la del verdadero organizador del Alzamiento, mientras que el franquismo imponía su narración de aquellos acontecimientos históricos limitándose a nombrar a Franco como Caudillo y a engrandecer la figura de José Antonio como el Ausente. El conjunto monumental estaba compuesto por un monolito de piedra en el que se inscriben los relieves alegóricos en mármol de un hombre y una mujer que ofrecen su homenaje al General Sanjurjo, cuyo busto en bronce, actualmente retirado, culminaba la estructura. Su autor, el roncalés Fructuoso Orduna daba buena muestra en él del clasicismo realista que caracteriza la mayor parte de sus retratos y bustos, predominando la sobriedad y contención clásicas, a las que añade sus conocimientos de anatomía y el estudio concienzudo de los modelos.


El 26 de junio de 1972 se celebraba en Pamplona una importante cita cultural, Los Encuentros. Bajo el mecenazgo de la familia Huarte (que sería perseguida y extorsionada por ETA en los años posteriores). Se dieron cita en Pamplona los principales autores españoles e internacionales de las vanguardias artísticas. Los Encuentros fueron inaugurados por el alcalde de Pamplona Javier Rouzaut, que cedió los locales públicos para su desarrollo. También hubo una muestra específica y monográfica de Arte Vasco. Un artefacto explotó la noche de la inauguración de los Encuentros en el monumento a Sanjurjo y otra bomba estalló en el transcurso de los mismos frente al Gobierno Civil. Al día siguiente del estallido de la bomba, en medio de una enorme crispación los carlistas intentaron llevar margaritas y rosas rojas y gualdas hacia el monumento, pero la Policía Armada, que acordonaba la zona lo impidió, viviéndose momentos de tensión entre los agentes y los carlistas que improvisaron marchas de protesta ante la Diputación y Ayuntamiento. Las autoridades intentaron apaciguar los ánimos. 

Revista carlista QUINTILLO, 5 de abril de 1964

El día 10 de agosto de 1932 el General Sanjurjo intenta un primer alzamiento armado contra el régimen republicano. Para Fal Conde significó lo siguiente: «Era necesario un primer intento de sublevación contra el poder constituido y necesitaban también los espíritus templarse en la tribulación. Sin 10 de agosto de 1932 no hubiera habido el Alzamiento del 18 de julio de 1936, ni victoria de 1939. […] Si el 10 de agosto fue la preparación del 18 de julio, la presencia del Carlismo al lado de los perseguidos le había atraído medios de poder concebir sin quimera una sublevación carlista». Durante este alzamiento murieron los estudiantes carlistas Justo San Miguel y José María Triana cuando intentaban tomar el Ministerio de Guerra y el Palacio de Comunicaciones. Fracasada la conspiración, fue condenado a muerte, en medio de una gran movilización a su favor (llegó a interceder ante el gobierno la madre del Capitán Fermín Galán). Su sentencia fue conmutada por la pena de prisión en el Penal del Dueso y luego en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz. Finalmente fue desterrado a Portugal..Numerosos carlistas fueron encarcelados: Manuel Fal Conde, Enrique Barrau, Bravo Dunipe, López Hierro, José García, Díaz Domínguez, Eugenio Garrido, Eduardo Benjumea, Antonio Maestre, Jesús Evaristo Casariego, Rincón y Ruiz de Castro. La lealtad de los carlistas fecundó la profunda relación entre Sanjurjo y la Comunión Tradicionalista. Pronto, la amistad entre Fal Conde y Sanjurjo fue más que un hecho: el General Sanjurjo enviaba, en mayo de 1936 por mediación del Infante Don Javier (más tarde Rey Javier I), el testimonio de su devoción y su homenaje al Rey Alfonso Carlos y el 18 de julio España se levantaba contra la República. Sanjurjo fue el jefe indiscutible del Alzamiento Nacional del 18 de julio, preparándolo desde el primer momento frente a la duda de muchos militares; acertó a unir al Ejército y al Requeté para ir juntos a la contienda. Él mismo intercedió personalmente con Manuel Fal Conde y Don Javier de Borbón para el cumplimiento de los mínimos exigidos por la Comunión Tradicionalista (única organización política que participó en los preparativos de la Cruzada) para el Alzamiento, a saber: restauración de la bandera de España, roja y gualda; confesionalidad católica y proscripción del parlamentarismo frente a las tendencias democráticas, laicas y republicanas de muchos militares.


El 20 de julio de 1936, cuando Sanjurjo despegaba desde Estoril para ponerse al frente de la sublevación para la liberación de España de la amenaza comunista la avioneta en sufrió un accidente en el despegue y falleció. Desde el 17 de julio de 1961 sus restos descansaban en el Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada, inaugurado nuevamente en medio de un gran entusiasmo popular. Don Marcelino Olaechea se encontraba entre los primeros promotores de dicho conjunto para honrar la memoria de los navarros que ofrecieron su vida en todos los frentes de España por la libertad de la Iglesia. En entonces Arzobispo, Don Enrique Delgado Gómez, insistía sobre el carácter fundacional. Desde el principio el monumento mostraba sus singularidades frente a la institucionalización del culto “a los caídos” de inspiración falangista que había acogido el franquismo. Lo que costó no pocos enfrentamientos con los gobernadores civiles de turno. Pero finalmente se hicieron valer unos estatutos canónicos que impidieron toda intromisión del poder político de turno… hasta la actualidad, en que un arzobispo que, para mayor vergüenza fue castrense, se ha rendido a las pretensiones de un alcalducho proetarra. Y es que ETA desde muy pronto lanzó su intención asesina y criminal contra dicho Monumento y ya en 1963 puso dos bombas contra el mismo.
La figura del Teniente General Sanjurjo, junto a sus glorias militares, representa la personificación de un deber moral de resistencia frente a los poderes ilegítimos y el sacrificio personal por la libertad de la Iglesia y de la Patria. Sin su decisión, y tras mucho derramamiento de sangre, la Iglesia no fue exterminada en España y sobre nuestra Patria no se instaló una dictadura soviética. Su prematura muerte determinó que el alzamiento derivase puntualmente por otros derroteros distintos a su espíritu inicial. Pero en eso no tuvo responsabilidad alguna la egregia figura del Teniente General José Sanjurjo Sacanell, que siempre será gloria y honor de la historia de Navarra.




[1]S.M.C. Carlos VII escribiría a su ayudante el General Sacanell (tío abuelo de Sanjurjo) a propósito del hundimiento de la flota en Cavite unas palabras que reflejaban muy bien la opinión del propio Sanjurjo: “Las llamas que consumían nuestros barcos, irrisoriamente protegidos en aquella bahía indefensa que tan a poca costa podía haberse hecho inexpugnable, han iluminado con siniestros resplandores la criminal imprevisión de los Gobiernos de la regencia, enseñando al mundo entero la ineptitud de los que explotan a España más que la gobiernan. ¡Qué cadena de crímenes de leso patriotismo es la cuestión colonial!”.

La Doctrina Social de la Iglesia en el corazón del Carlismo

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"Tened presente, señores, que el orden económico actual no es obra de los principios católicos, no corresponde al ideal de la Economía cristiana, sino más bien a la Economía individualista liberal triunfante en la Revolución francesa, a la inaugurada en parte por la Escuela fisiocrática y desarrollada por la inglesa de Smith y de Ricardo y la francesa de Bastiat.


Nosotros creemos que deben coexistir las dos formas de la propiedad: la individual y la corporativa, y creemos que una red de Sindicatos agrícolas y obreros, formando Federaciones y extendiéndose por los valles y montañas, puede, no sólo emancipar los municipios, sino mejorar la condición de los trabajadores".


Juan Vázquez de Mella


"En la nueva lucha, los liberalismos individualistas y eclécticos serán apartados por los combatientes con desprecio, para que ambos adversarios puedan dirimir sin estorbos enojosos la suprema cuestión. Y es preciso estar ciegos para no ver que los nuevos y únicos contendientes serán el verdadero socialismo católico de la Iglesia, que proclama la esclavitud voluntaria de la caridad y el sacrificio, y el socialismo ateo de la Revolución, que afirma la esclavitud por la fuerza y la tiranía del dios Estado”.


Juan Vázquez de Mella

Carlos Hugo o la colaboración con el liberalismo: Sí a la Constitución de 1978

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"La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don  Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. (…)"


Artículo 57 Constitución de 1978


Tras el fracaso estrepitoso (PULSAR AQUÍ) de su demagógica y aventurera estrategia de convertir el carlismo en un movimiento a la izquierda del partido comunista, al servicio de su ambición personal, Carlos Hugo demostró cuál era el núcleo y centro de su verdadera ideología política, el más craso y simple oportunismo. Fracasada la “ruptura política” y su intento de convertirse en líder de la revolución. Sin el más mínimo escrúpulo y rubor, Carlos Hugo impuso a su partido carlista el voto afirmativo a la constitución de 1978, en un nuevo bandazo ideológico desde sus alianzas con los maoístas y el marxismo más radical (PULSAR AQUÍ), a la colaboración más servil con el liberalismo. De querer ser la izquierda del PCE a ser un apéndice del PSOE.


Los desvaríos ultraizquierdistas del huguismo quedaron, pues, atemperados en 1978 con la intención de encontrar un acomodo dentro de una socialdemocracia moderada, “europea” y vacía de contenido y ser aceptado así en en juego electoral neo-liberal. Línea en la que se mantuvo el propio Carlos Hugo aún cuando abandonó la actividad política y qué pretende continuar su hijo Carlos Javier. Sin embargo ni los socialdemócratas se lo tomaron en serio ni los carlistas aceptaron ese nuevo bandazo. En este sentido se produce la campaña del Partido de Carlos Hugo por el SÍ al proyecto constitucional que se votaría el 6 de diciembre de 1978. Campaña donde el llamado partido carlista se gastó nada menos que treinta millones de pesetas, inversión en este intento de lavado de cara y comprar su asiento en el marco del nuevo régimen partitocrático. El partido carlista se constituyó así en un colaborador del sistema burgués, del que irónicamente se sentía agredido y atacado (así lo pregonaban) en los sucesos de Montejurra 1976. Esta incongruencia, fue contestada incluso dentro de sus desorientadas filas, donde y a pesar de todo, latían aun desnortadas ciertas pulsiones de la radicalidad antisistema del tradicionalismo visceral. En Navarra los abandonos de militantes fueron abundantes, el diario El País daba la noticia de la deserción de unos doscientos (PULSAR AQUÍ), en Cataluña muchos huguistas votaron en blanco contra las directrices de Carlos Hugo, como recoge Jaume Campás en su texto Apunte biográfico de Salvador Campás; y el dirigente huguista valenciano Xavier Ferrer escribe al respecto:

“A partir de 1976, el partido carlista se convirtió quizás influenciado por el grupo posibilista en mero colaborador (quizás lo fuera de forma inconsciente) del Neoliberal-capitalismo (…) El partido, luego, en un nuevo error, pidió a sus militantes, afiliados y simpatizantes, el voto afirmativo a una constitución enemiga del espíritu carlista que, entre otras cosas optaba por el sistema político liberal, consagraba el sistema capitalista, decidía que el Jefe de Estado fuera D. Juan Carlos de Borbón (el Príncipe de España del franquismo) y sus herederos, elegía el Estado autonómico, sinónimo de Estado descentralizado administrativamente y como burla al Estado Federal en Autogestión global que, siempre, el Carlismo propugnó. El que en  diversas nacionalidades no se hiciera caso de esa petición, votando en contra o absteniéndose, fue por iniciativa de los votantes, que, en ese momento, fueron rebeldes e indisciplinados. Y no lo dudemos, ¡hay que aplaudir esa rebeldía y esa indisciplina!”.

El hecho cierto fue que Carlos Hugo mostró su verdadero rostro, sólo atento a sus intereses y ambiciones particulares. La conclusión la da el propio Carlos Carnicero, el que fuera hombre de máxima confianza y estrecho colaborador de Carlos Hugo, en aquel entonces Secretario de Organización del partido carlista, en un artículo a propósito de la muerte de Carlos Hugo.


"colaboró (Carlos Hugo) en la consolidación de la Constitución de 1.978 y se abstuvo de plantear en todo momento un pleito dinástico con el Rey Juan Carlos para facilitar una democracia parlamentaria sólida".


Para esto y sólo para esto, sirvió el partido carlista de Carlos Hugo, y para ello destruyó el carlismo en su ambición personal sin límites. El epígono, a tanto dislate, fue el fracaso electoral de Carlos Hugo en las elecciones generales de 1979, fracaso de ese último intento de buscarse un lugar político bajo el sol, con esa claudicación humillante de acatamiento del texto constitucional que consagraba el restablecimiento del liberalismo en España, contra el cual tanto había luchado el carlismo.

El pensamiento tradicional catalán siempre opuesto al "constitucionalismo" liberal

El auténtico carlismo, siempre se opuso a cualquier proceso constituyente (PULSAR AQUÍ) por ser la radicalización del principio liberal de la soberanía. La de 1978 además era digna continuadora de la II República de 1931, incoando grandes males sociales (divorcio, aborto, centralismo-separatismo, capitalismo, etc.) contra los que siempre se alzaron los carlistas. Y como colofón se establecía por la vía constitucional la pseudolegitimación de la Dinastía usurpadora y se consagraba el parlamentarismo liberal tan nefasto para la verdadera representatividad social (PULSAR AQUÍ). Por eso los carlistas se opusieron con todos sus medios a la Constitución e hicieron una gran campaña por el NO. Además se agraviaba especialmente a Navarra con la Disposición Transitoria Cuarta, con lo que la campaña de los carlistas del Viejo Reyno fue heroica en esta oposición enfrentada a los intereses de los etarras, así como muy destacable la labor de El Pensamiento Navarro, lo que a la postre supuso su estrangulamiento económico por los poderes centrales.

Consecuencias del protestantismo. A los 500 años de Lutero

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El Protestantismo 

El protestantismo es el modulador del mundo moderno. Fue el origen de las monarquías absolutas que aparecieron en Europa al abrigo de su revuelta política, destruyendo la unidad orgánica de la Comunidad Política, punto de arranque del leviatán del totalitario Estado moderno. Fue el detonante de la liberación religiosa y jurídica de la usura y la rapiña que dio origen a los imperios bancarios y financieros de la plutocracia, su calvinismo fue la ética del naciente capitalismo dando carta de naturaleza a la explotación económica y al materialismo economicista. Fue caldo de cultivo del repugnante racismo holandés y británico que se evidenció en sus colonias factorías, producto de su predestinación religiosa. Colonización depredadora, imperialista y genocida.

Su fideísmo destruyó la síntesis armónica clásica de Fe y Razón, que sustentaba la civilización levantada por la inteligencia católica comunitaria. Pariendo el liberalismo y el modernismo, incubando el subjetivismo y el relativismo social. Su puritanismo rigorista asfixió a los pueblos que cayeron en sus garras, siendo padre del fariseísmo de la moralina burguesa moderna, derivando en abismo directo hacia el nihilismo más disolvente en la posmodernidad. Fue germen de la filosofía moderna desde su larvado nominalismo y su idealismo camino de secularización y laicismo. Fue senda de todas las ideologías totalitarias: marxismo y nazismo nacientes en las naciones de su suelo devastado. Fue el destructor del ethos occidental y configuró la actual Europa laica y plutocrática sobre las ruinas de la Cristiandad, a la cual dividió en honda fractura histórica, religiosa y política. El error religioso llevó al error político y este al error económico.

 Para ampliar: (PULSAR AQUÍ, AQUÍ, AQUÍ y AQUI)

 Coloquios de Fuego y Raya en Madrid

En el marco, en esta ocasión, del Rastrillo carlista de Adviento (PULSAR AQUÍ) organizado por el Círculo Cultural Antonio Molle Lazo se reanudan los «Coloquios de Fuego y Raya», que tanto éxito tuvieron en ediciones anteriores. El Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II invita al séptimo (primero de este curso, D.m.), que tendrá lugar el día 17 de diciembre de 2016, sábado, a las 19:30 horas (siete y media de la tarde), en sus locales de Madrid, calle de José Abascal (antes del General Sanjurjo) 38, bajo izquierda (Metro Alonso Cano o Gregorio Marañón, L-7; Iglesia, L-1).


A propósito de los dos últimos libros (PULSAR AQUÍ) sobre el 500º aniversario de la mal llamada Reforma, publicados por Marcial Pons y patrocinados por el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y la Fundación Francisco Elías de Tejada dialogarán el profesor Miguel Ayuso (coautor y editor de uno de los libros y traductor al español del otro), el profesor José Miguel Gambra y el escritor y periodista Juan Manuel de Prada.


Fuego y Raya, revista semestral hispanoamericana de historia y política (PULSAR AQUÍ) es una publicación del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, que evoca ya desde su título la gesta de Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Con los «Coloquios de Fuego y Raya» se pretende ofrecer nuevos elementos de reflexión sobre la tradición hispánica y su papel en el mundo actual.




LA VERDAD SOBRE LUTERO, por Juan Manuel de Prada (PULSAR AQUÍ)


Un nuevo intento de reduccionismo del Carlismo

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CARLOS HUGO ¿LA ALTERNATIVA FEDERAL A JUAN CARLOS?


Acabamos de leer con interés el último libro de Manuel Martorell Pérez “Carlos Hugo frente a Juan Carlos: la solución federal para España que Franco rechazó”. Tras su estimable "Retorno a la Lealtad", Premio Hernando Larramendi, esta obra propone un acercamiento a la figura de Carlos Hugo de los años 60 que en cierto modo es un resumen de la tesis doctoral del mismo autor.


La amplia documentación aportada en la obra vendría a demostrar la parcialidad del título del libro y su propia tesis central. En efecto como estrategia de marketing podría resultar sugestivo apelar a la posibilidad de un rey alternativo que vendría a solucionar los conflictos “catalán y vasco” (así se presenta en su campaña promocional dicho libro). Pero esa tesis así presentada es mendaz, y no se compadece con la verdad de la historia del carlismo y de España. Y resulta una pena esta contradicción tan flagrante entre lo aportado y lo propuesto como tesis conductora del libro. El federalismo, que si forma parte del acervo doctrinal del carlismo, nunca fue el nervio central de la alternativa presentada por Carlos Hugo en su presentación en España (entiéndase el federalismo en su acepción clásica en el pensamiento tradicional, como principio federativo radicado en la subsidiariedad). Posteriormente el propio Carlos Hugo en su escisión ideológica de los 70, cuando realmente ya no representaba una alternativa a Juan Carlos, por propia renuncia, pondrá el acento en un federalismo de matriz revolucionaria, larvado ya de nacionalismo y rendido a la mitología romántica del separatismo, pero lo mas importante de su argumentario fue sin embargo su sedicente socialismo autogestionario y el progresismo social.


Quizás lo único cierto del título sea que Franco rechazó a Carlos Hugo. No cabe duda de que pese a la mitificación que de buena fe algunos hicieron de su figura tras su muerte (fácil hacerlo en comparación con los efectos devastadores en lo moral y en lo social del llamado proceso democrático) y de que el tiempo que le tocó vivir le situó frente al comunismo internacional en el orden interno no dejaba de ser un espadón más de la convulsa historia del liberalismo español, con más honores militares por su participación en la guerra de África, pero políticamente igual de desastroso que un Narváez o un Pavía. La autocracia franquista tenía decidida de antemano la restauración de la dinastía liberal, intrínsecamente débil, sin simpatías populares y siempre necesitada de ser arropada por la fuerza de los ejércitos. Que no se decidiese por el sedicente Conde de Barcelona anteriormente no resta ni un ápice a la decisión que tenía planteada Franco. El legitimismo, tras el sacrificio brutal de la guerra y con el Regente presa de los nazis no lo tenía fácil. Su hijo mayor, apartado sus primeros años de adolescencia de la tutela efectiva de su padre por las circunstancias antedichas; era demasiado niño para vivir con conciencia lo que supuso la guerra de 1936-1939 y en el paso de la niñez de la adolescencia se vio sobrepasado por las circunstancias de la II Guerra Mundial. Cuando despuntaba su figura como Príncipe de Asturias estaba totalmente “por hacer”. Los mismos datos apuntados por Martorell lo señalan.

Rafael Gambra, el gran teórico del carlismo y de la Monarquía tradicional

El carlismo demostró audacia y capacidad política para leer los nuevos desafíos. Hay una figura esencial en la configuración de esta alternativa, es la de Rafael Gambra Ciudad. No sólo por el hecho de que fuese el propio Gambra quien presentase a los carlistas al Príncipe de Asturias desde la cima de Montejurra. Las obras de Gambra no sólo destacaban en el ámbito de la filosofía. En sede política vendría durante los años cincuenta a representar una actualización doctrinal que inspiró a las generaciones de jóvenes estudiantes tradicionalistas sobre todo a través de la obra “La monarquía social y representativa en el pensamiento tradicional”. Esos jóvenes verían en el Príncipe de Asturias la encarnación de lo propuesto por Gambra y emprenderían con ese afán una gran labor de promoción explorando los más diversos ámbitos para llamar la atención de la opinión pública. Sin embargo en el orden de las ideas Carlos Hugo no fue únicamente una “alternativa federal” (ni mucho menos “la” alternativa federal por antonomasia). Con independencia de la discutible terminología “federal”, acogida no obstante por insignes tradicionales como Manuel de Santa Cruz[1], Gambra vendría a clarificar el concepto de los Fueros, con unas exigencias que sobrepasaban con mucho el mero reconocimiento del hecho folclorista regional. Pero no se perdía de vista su auténtica dimensión como todo el acervo legislativo anterior al mal llamado derecho nuevo, tal y como estableciese Don Alfonso Carlos I en los principios intangibles de la legitimidad española. La tesis de Martorell anunciada en el propio título de la obra eleva a categoría lo anecdótico y da una visión muy pobre del carlismo. El foralismo se podía defender sin el resto de principios del tetralema… desde posiciones liberales. En último instancia de ese modo fue salvaguardado por las oligarquías provinciales en Navarra y Vascongadas, con insignes teóricos del mismo. Piénsese en Guipúzcoa en el Conde de Villafuertes y su bandera Paz y Fueros para integrar el régimen foral en el nuevo régimen constitucional. O el radical anticarlista y fuerista vizcaíno Fidel de Sagarmínaga Epalza, el fuerismo liberal navarro de Juan Yanguas Iracheta y Hermilio de Oroliz o el fuerismo liberal alavés de Mateo Benigno de Moraza. ¿Iba a quedar el carlismo reducido a una mera protesta foral?


Políticamente el mayor título que se podía reclamar era el de ser el Príncipe de la Cruzada, el príncipe del 18 de julio. De forma solemne, cuando las más grandes concentraciones de Montejurra este era el lema unívoco de todos los carlistas. Y los manifiestos e intervenciones de Carlos Hugo no dejaban lugar a dudas. Frente a Juan Carlos siempre se esgrimía la cobardía de los alfonsinos en la guerra y en la república. Cuando Montejurra fue realmente un acto de masas fue cuando más se incidía sobre este carácter de memorial de la Cruzada. Las evoluciones posteriores vinieron después, primero con la confusión en el ámbito de los temas sociales, en entornos en los que la misma Iglesia también se vio trágicamente afectada. Así hasta una deriva absolutamente disolvente con la total infiltración de elementos izquierdistas (PULSAR AQUÍ). Pero ni siquiera en este periodo se puede conceptuar simplemente como una alternativa meramente “federal”. Carlos Hugo pretendió ser alternativa a los comunistas por la izquierda y luego buscar acomodo en la social democracia. Ya el pueblo carlista le había dado la espalda (PULSAR AQUÍ).

El Carlismo siempre propugnó la Monarquía Foral

Por otro lado está el infantilismo del autor al pretender que la supuesta alternativa federal iba a acabar con los contenciosos nacionalistas. La propia constitución de 1978 señala en su disposición derogatoria segunda


En tanto en cuanto pudiera conservar alguna vigencia, se considera definitivamente derogada la Ley de 25 de octubre de 1839 en lo que pudiera afectar a las provincias de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya.


En los mismos términos se considera definitivamente derogada la Ley de 21 de julio de 1876.


Es decir deroga las leyes abolitorias consecuencia de la primera y tercera guerra carlista.


Y en su disposición adicional se reconocen y garantizan los derechos históricos de los territorios forales.


¿Quiere insinuar entonces que los fueros están salvaguardados y que la lucha del carlismo ya no tiene sentido? Pues yerra de plano, porque eso no son fueros, son fraudes de ley dentro del derecho nuevo y revolucionario. El propio Carlos Hugo acabó apoyando la Constitución de 1978, evidenciando su total alejamiento doctrinal y político del auténtico foralismo y del Carlismo (PULSAR AQUÍ).


Invierno, primavera y otoño del Carlismo (1939-1976)

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El Matiner Carlí recomienda la lectura completa del trabajo histórico realizado por Ramón María Rodón Guinjoan, sobre la historia más reciente del movimiento carlista. Periodo expuesto habitualmente a los acercamientos más peregrinos y falsarios por parte de los residuos ideológicos ligados a la persona del ex príncipe Carlos Hugo, con la cobertura de los medios culturales del sistema liberal, al que en última instancia sirven.


En los últimos años hemos asistido a la publicación de tesis, libros y artículos que siguen reivindicando una línea interpretativa absolutamente falsa de la reciente historia del carlismo. La pretensión de justificar la actuación política errática de Carlos Hugo, lleva directamente a la mentira histórica más descarada en los libelos de personajes como José Carlos Clemente, María Teresa de Borbón Parma, Javier Cubero y otros, más matizada pero igualmente parcial lo encontramos en los trabajos de Manuel Martorell, que justifica finalmente la actuación de Carlos Hugo. Estos epígonos culturales del huguismo tienden, en todos los casos, a una absorción  de la memoria e historia carlista en el actual paradigma liberal. Esa es la consecuencia política. La claudicación política de Carlos Hugo y su neocarlismo ante el régimen imperante, se cierra ahora con una cobertura pretendidamente cultural e histórica, desarmando la memoria real de la lucha y causa carlista. Se falsea su significación real. Los puntos centrales en este aspecto son: doctrinalmente, postular una imposible separación entre Carlismo y tradicionalismo, tergiversar la relación entre foralismo y nacionalismo. Políticamente, falsear la significación del Rey Don Javier, como continuador del auténtico legitimismo tradicionalista y deformar los hechos de Montejurra 76.


Otros muchos historiadores del momento se dejan enredar en los lugares comunes de las trampas y falsedades esparcidas por los adláteres del huguismo, Jordi Canal es paradigmático de ello, mientras los medios culturales y de prensa del sistema acogen encantados la misma versión de conjunto. El “carlismo” en definitiva hizo su “misión", ayudó a traer la democracia y las libertades, ayudó a la “reconciliación”, ayudó a la toma de conciencia autonómica y del nacionalismo… evolucionó y en definitiva ya no es necesario. Rematar al león herido, impedir su restablecimiento, domesticarlo en la jaula del orden imperante democrático. Más allá de ser, en muchos casos, una autojustificación de su proceder personal y de grupo, la consecuencia política adyacente salta a la vista. El huguismo, muerto políticamente y fallecido su mentor, sigue ejerciendo su función demoledora del carlismo. El residual partido carlista, las apariciones esporádicas de Carlos Javier, reivindicando el legado político paterno y estos coletazos pretendidamente historiográficos y culturales se conjugan en esa función. Ese carlismo "sentimental" es absolutamente inofensivo para el sistema, porque simplemente no es el verdadero.


El Carlismo auténtico sigue preocupando, más allá de su aparente debilidad actual, porque sigue siendo la memoria real de la resistencia de España al liberalismo. Desvirtuar su memoria histórica no deja de ser un arma política, nada inofensiva, no sea que el León despierte y vuelva por sus fueros. Por ello la lectura de un texto, más ponderado y objetivo, de la historia del reciente carlismo, no deja de tener importancia política. Porque, más allá de posibles discrepancias de matices, juicios y opiniones, en el caso de la tesis de Ramón María Rodón, no nos encontramos simplemente ante el engaño. Su lectura puede servir, a muchos, de antídoto ante la mentira, máxime ante la escasez de estudios globales sobre este periodo.

Reseña de la presentación de la tesis doctoral de don Ramón María Rodón Guinjoan sobre “Invierno, primavera y otoño del Carlismo (1939-1976) Universitat Abat Oliva CEU, 2015. Por la Agencia Faro.


El pasado 9 de Octubre se celebró en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona el brillante acto de lectura y defensa de la tesis doctoral de don Ramón María Rodón Guinjoan sobre “Invierno, primavera y otoño del Carlismo (1939-1976)“. Dirigida por la doctora Rosa María Alabrús, el tribunal ha estado integrado por los doctores Miguel Ángel Belmonte, Javier Barraycoa, Alfonso Bullón de Mendoza, Miguel Ayuso y María de los Ángeles Pérez Samper.


El doctorando ha resumido certeramente en treinta minutos las 650 páginas de su memoria doctoral, en las que desgrana las vicisitudes de la Causa desde el fin de la Guerra de Liberación hasta el acto de Montejurra 1976. Con gran ponderación ha pasado revista a fenómenos como el llamado “octavismo” o la “Regencia de Estella”, así como a las relaciones tormentosas del Carlismo con la Falange o el régimen de Franco. Pero se ha referido sobre todo a la verdadera Comunión Tradicionalista, a la personalidad señera del Rey Don Javier, a la ortodoxia de las jefaturas delegadas de don Manuel Fal Conde y don José María Valiente, a la heterodoxa y desastrosa evolución impresa a la Comunión por Carlos Hugo hasta llegar al llamado Partido Carlista, al impacto negativo del Vaticano II y el modernismo religioso… También a los sucesos de Montejurra 1976, donde, sin negar algunos errores de parte de los verdaderos carlistas, subraya sobre todo su condición de consecuencia de esa deriva destructiva impuesta por Carlos Hugo. Ha usado para su trabajo la magna recopilación documental de Manuel de Santa Cruz (que se extiende a la mayor parte del periodo por él historiado), diversos archivos públicos y privados, una abundante bibliografía y hemerografía, así como finalmente su propio archivo y memoria. Pues el nuevo doctor Rodón fue testigo y en parte protagonista de muchos de esos hechos. Don Ramón María Rodón, a punto de cumplir 75 años, renueva su lealtad a la Causa y da buena muestra de laboriosidad y entrega. Ambas cualidades refulgen en este trabajo de investigación, que ha merecido unánimemente la máxima calificación de parte del tribunal.


La caridad política y Cristo Rey

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Cena de Cristo Rey 2016, discurso de don José Ramón García Gallardo, consiliario nacional de las Juventudes Tradicionalistas.


La caridad política, aparece ya utilizada  por Pio XI, en su discurso de 18 de diciembre de 1927, a la Federación Universitaria Católica Italiana –FUCI-. Mussolini había acusado a la FUCI de ir más allá del apostolado e incurrir en la actividad política, Pío XI proclamará que la política, constituye “el campo de la más amplia caridad, la caridad política” y por encima del cual no cabe señalar otro que el de la misma religión.


  “El campo político  abarca los intereses de la sociedad entera; y, en este sentido, es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política, de la caridad de la sociedad" 
(Pio XI)

Enrique Gil Robles: la crítica al parlamentarismo como núcleo del pseudorden burgués

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El liberalismo, como naturalismo jurídico que es, desconociendo, o mejor dicho, negando la verdadera doctrina acerca de la naturaleza, origen y destino del hombre y de la sociedad, no puede fundar, explicar sancionar ni realizar el orden de los actos humanos, así de individuos como de colectividades, sean  los que fueren su estado,  clase o categoría. De aquí la esencial y radical injusticia del gobierno, cualquiera que sea la jerarquía del sujeto gobernante, el cual si gobierna justamente, no es por el liberalismo, sino a pesar de él y per accidens, en virtud de la honestidad natural que pueda tener el imperante y de la imposición de la realidad y de las circunstancias con que la naturaleza, defensora de la rectitud, se sobrepone en esta esfera y relación, como en otras, a la voluntad torcida de los hombres.


De las filosofías que por falta de fin y motivo de orden, no pueden fundamentar moralidad ni rectitud alguna, surgen esos escepticismos  y positivismos prácticos, esos pragmatismos  que sólo procuran  el bien material y sensible, no de todos, sino de lo que tienen fuerza  y recursos físicos para lograrlos en su provecho, bien sea el imperante soberano, bien sus paniaguados parientes y amigos (nepotismo), u otras clases y colectividades. En una palabra, las filosofías  y las jurisprudencias  nuevas engendran  las varias especies y grados de tiranía que, si en las sociedades antiguas procedió de ignorancia y de error, tiene hoy el fundamento sistemático de una metafísica, ética y Derecho impotentes para fundamentar un orden dirigido a un armónico pro común (…)


El liberalismo determina, también, el despotismo en el sentido de más nocivo alcance y trascendencia, pues el despotismo liberal no tanto consiste en la sustitución por el arbitrio de las normas establecidas, o sea, las leyes y costumbres, como en algo más grave: la arbitrariedad injusta de una legislación divorciada de la ley natural y divina. No es el sit pro lege, sino el sit pro rationevoluntas, en el sentido del pragmatismo naturalista, lo que distingue al despotismo liberal, que si no pocas veces infringe, en efecto, la ley establecida, casi siempre, y esto le es más conveniente, por más seguro, hace leyes injustas dirigidas al fin concreto, circunstancial y antijurídico que procura. Legalismo pragmático naturalista debe ser, más bien, definido el despotismo liberal. (...)


Siendo el parlamentarismo el liberalismo condensado y reflejado en el parlamento, no caben en nuestra doctrina las distinciones que son, a la vez, causa y efecto de las disputas respecto de la significación del término y el contenido de la noción; y que, por lo tanto, sistema parlamentario y vicio parlamentario, en las monarquías como en las repúblicas, en los gobiernos llamados de gabinete, y en los denominados representativos, stricto sensu, es lo mismo, sin posibilidad racional de varias acepciones en la palabra y desinencia, expresivas de un sistema natural, radical y múltiplemente vicioso.


El espíritu del parlamentarismo es el  mismo del liberalismo, el que constituye el carácter habitual y profundo del pensamiento y la vida modernos, el naturalismo que, aparte de las aberraciones multiformes con que se manifiesta en la esfera de las ideas, tradúcese, en la práctica, en escéptica indiferencia y en efectivo materialismo.

La ausencia de virtud y honestidad social que el naturalismo supone, y que ha injerido y arraigado en las masas, se traduce en el origen mismo y en la formación de la asamblea, o asambleas, electivas en todo o en parte. El cuerpo electoral no vota por ideas, ni en justicia; elige por interés utilitario y sensual de los bienes materiales. Si en toda época, aun en las sociedades más cristianas, la plebe no dirigida obra extraviada por el error, por la pasión y por la conveniencia física y sensible, en los modernos tiempos y pueblos, corroídos de escepticismo y positivismo, la máxima parte de los electores, y no más el pueblo que la burguesía y los aristócratas desertores de su función y puesto, votan por un móvil personal, empezando por el más disculpable de la amistad o el parentesco y concluyendo por los execrables y nefandos de cualquier concupiscencia, vanagloria, interés de bandería, soberbia, ambición de mando, codicia, venganza, etc. Añádase a esto, que cuando falta  la virtud social, apenas se conoce y se ama, y mucho menos hay esfuerzo y constancia para defender y practicar la libertad y mantener la independencia del sufragio; así es que, si en todos los tiempos ha sido difícil a la plebe y a la mayor parte de los necesitados de cualquier clase social resistir a la imposición de interés o fuerza mayores, hoy son éstos los que principal y casi exclusivamente disponen del voto, el cual esté sometido, de ordinario, a todo género de coacción injusta, error, pasión, seducción, compra, amenaza de arriba o de abajo. La corrupción y falsificación del voto, sometido a la mentira e iniquidad, es la primera manifestación morbosa del parlamentarismo.

De este voto corrompido surge la democracia de asambleas en que los diputados son, a imagen y semejanza de los comitentes, personas menos que mediocres, en cultura y rectitud, y envenenadas por el error y la inmoralidad propias del liberalismo; de suerte que a la imperfección natural de asambleas numerosas, es decir, de la democracia gobernante, únase el mal espíritu de legisladores sin sentido ético ni jurídico, que legislan y gobiernan para fines prácticos, parciales y subjetivos, en los que el fin justifica los medios.


Este despotismo liberal no ha salido aún de los derroteros por donde lo encaminó la Revolución francesa, esto es, del servicio y provecho de una oligarquía de clase media, especialmente de las capas superiores de la burguesía y, más en particular, de las de la banca, bolsa y agio, en que los judíos tienen tanta parte, mano y ventajosa posición. Es decir, que hasta que el parlamentarismo no se entregue a la tiranía oclocrática y socialista, hoy por hoy, es el instrumento de una tiranía oligárquica de clase media plutocrática, de que principalmente se aprovecha la judería, más acaudalada y despreocupada que los otros ricos no semitas. Este es el más saliente carácter, la manifestación morbosa más grave y perceptible: un tiránico gobierno de plutocracia, especialmente favorable a Israel.


Tal vicio parlamentario, orgánico y funcional, de democracia legalista a disposición y utilidad de una oligarquía bursátil y judaica, o judaizante cuanto menos, es propio del moderno gobierno representativo, en la más amplia acepción del término, y, por lo tanto, común a las dos formas y manifestaciones de aquél: la representativa, en estricto sentido, y la parlamentaria o de gabinete; sólo que más acentuado y dañoso en esta última clase de gobiernos, en que el Jefe del Estado apenas tiene poder, si es que le queda alguno, para contrarrestrar la tiranía oligárquica del parlamento, impidiendo que las cámaras enderecen legislación y gobierno al mencionado monopolio tiránico de la política gubernamental. Yerran, pues, los autores que consideran al parlamentarismo como vicio exclusivo de los gobiernos de gabinete, cuando lo más que puede concederse es que sea en ellos más frecuente e incontrastable, por falta de una jefatura de Estado que, con poder propio, especialmente el de la monarquía, reprima algo o mucho los naturales excesos parlamentarios, aunque del todo no sea bastante a impedirlos o extirparlos. Reducido, entonces el rey o el presidente de la república a dignidad de puro nombre y aparato, con facultades estrictas pero no efectivas, el parlamento, de acuerdo con los ministros responsables, hechura e instrumento de las cámaras o directores y fautores de ellas, o en situaciones intermedias entre supeditación y el señorío ministeriales, gobierna, sin ostáculo, para los reprobados fines que hemos expuesto (…)


La burguesía oligárquica que usufructúa el país por medio del parlamento necesita tener montada corriente y expedita la máquina electoral que lo produce; y al efecto, los partidos en que la plutocracia burguesa se divide, para turnar en el poder explotador, constituyen una organización jerárquica de directores, manipuladores y falsificadores del sufragio, cuyas grados supremos son los altos funcionarios presentes o futuros, y los últimos los agentes subalternos que, por módica merced, desempeñan funciones más materiales y mecánicas de captarse voluntades y sumar votos. Por uso generalmente aceptado, se viene en España llamando caciques a esos caudillos de las banderías turnantes, especialmente a los jefes de provincia o más pequeña localidad y caciquismo,  así a esta organización como a su corruptor imperio, a su política  y sistema gubernativo y al habitual estado social y público que arguye la ignominiosa plaga. La retribución de esta hueste electoral, que no se licencia pasadas las elecciones, sino que tiene siempre dispuesta para la lucha, es de distintas clases, según el grado categórico del mercenario, pero generalmente es la distribución  de los cargos públicos, el poder y el influjo absolutos y despóticos en la localidad, la administración gubernativas dictadas en su provecho; en una palabra, una verdadera soberanía tiránica en los respectivos lugares del cacicato, con todos los gajes y aprovechamientos inherentes a la inmunidad, al mero y mixto imperio de estos nuevos y oprobiosos señores, sin precedente en la historia y de producción y tipo exclusivamente contemporáneos.  El caciquismo constituye, pues no sólo la base y el ambiente del parlamentarismo sino un gobierno extra y retro , y sin embargo supraparlamentario, un régimen irresponsable y anónimo, del cual son las instituciones oficiales tapadera engañosa e inmoral.

Enrique GIL ROBLES, Tratado de Derecho Político, II, c. XVIII. (Primera edición. Salamanca 1899)



¿Y quién es, quiénes componen esa minoría tiránica, bien que no de pocos, aunque lo sean en comparación de los explotados y oprimidos? La oligarquía presente es una burguesocracia en que todas las capas de la clase media se han constituido en empresa mercantil e industrial para la explotación de una mina, el pueblo, el país; es una tiranía y un despotismo de clase en contra y en perjuicio, no de las otras, porque ya no las hay, sino de la masa inorgánica, desagregada y atomística que aún sigue llamándose nación.


Enrique GIL ROBLES, "Oligarquía y caciquismo"

Presencia carlista en el aniversario del Rey mártir Luis XVI

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París, Plaza de Luis XV (llamada de la Concordia), sábado 21 de enero de 2017. Homenaje a Luis XVI en el lugar donde fue martirizado por la Revolución anticristiana. Con presencia de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, Abanderado de la Tradición, acompañado por miembros de la Comunión Tradicionalista.

Fragmento del discurso de S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón

“La muerte del Rey Luis XVI provoca una derrota de todo el cristianismo occidental, y es cierto que las revoluciones liberales, la ilustración del siglo XIX es hija puta de la república francesa, ahora bien el frente popular que está volviendo ahora en España es un hijo bastardo de la misma revolución”

Canto del «Christus vincit» donde en 1793, el Rey de Francia Luis XVI fue martirizado por los revolucionarios. Homenaje al Rey organizado por «France Royaliste», con la participación de «Alliance Royale», presidido por Su Alteza Real Don Sixto Enrique de Borbón. Unas trescientas personas asistieron al acto.

Reportaje de Agence Ligne de Conduite del homenaje a Luis XVI
"La obra política de la Revolución francesa consistió principalmente en destruir toda aquella serie de organismos intermedios- patrimonios familiares, gremios, universidades autónomas, municipios con bienes propios, administraciones regionales, el mismo patrimonio de la Iglesia-que como corporaciones protectoras se extendían entre el individuo y el Estado (...) si hay un poder que asume toda la soberanía... ¿qué cosa es esto, variando los nombres, más que un bárbaro absolutismo".


Juan Vázquez de Mella
(El liberalismo) “Tuvo su cuna en el tablado sangriento de la guillotina, pasó su niñez en las logias, su adolescencia en las barricadas, su juventud en los cuarteles, y ahora acaba los años de su vejez en las disputas bizantinas de los Parlamentos”.

Juan Vázquez de Mella

Museo del carlismo: La izquierda no paga traidores

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LA IZQUIERDA NO PAGA TRAIDORES


Izquierda Unida de Navarra tanto en recientes mociones parlamentarias (triste sino el de la reducción de la legislación navarra al parlamentarismo liberal) como en diversos artículos firmados por destacados militantes de dicho partido se ha venido refiriendo en duros términos al Carlismo a cuenta de la gestión del llamado “Museo del Carlismo” de Estella. No vamos a entrar hoy en el fondo de esas mociones, pues son reflejo del sectarismo típico de la izquierda y su odio a la Navarra tradicional de siempre, la que se sumó en bloque mayoritario al glorioso Alzamiento contra el Frente Popular anticristiano y la república masónica. La Navarra católica, foral y española.


La Comunión Tradicionalista siempre mostró sus cautelas cuando no abiertas discrepancias ante dicho Museo. En un artículo del año 2010 se advertía: 


“Desde hace años fundaciones y asociaciones de carácter privado y comunitario, con el concurso y la participación del Pueblo Carlista, vienen manteniendo con bastante eficacia dicha legado. Dichas instituciones además gozan de la suficiente independencia para preservar dicho legado sin desvirtuarlo. En el caso actual será una institución de carácter público, esclava de los contextos políticos de cada momento, la que administre dicho legado. Asimismo la irrupción de una institución pública y política sitúa a las instituciones privadas y comunitarias en una situación de debilidad, pues implica que la institución pública puede acaparar más fondos, tanto por su mayor financiación a través de tributos como por gozar de los privilegios inherentes a su carácter de organismo público. En este aspecto concreto se suscita uno de los grandes puntos de la doctrina carlista, en relación a la preeminencia de la sociedad frente a lo público. Con este Museo cabe el riesgo muy cierto de que contrariamente a dicha doctrina se produzca una preeminencia de lo público frente a la sociedad”.


Desde entonces la evolución de dicho Museo ha ido de mal en peor, con exposiciones insulsas, materiales miserables y explicaciones deficientes de los mismos. Además sirvió para que el ex príncipe Carlos Hugo diese sus últimos coletazos públicos y su hijo los primeros, aumentando la confusión al unir sus nombres al carlismo, con el concurso por cierto de una sedicente junta de gobierno.


En la actual dinámica de demencial manipulación histórica, de cancelación de la memoria por la ideología (a decir de S.A.R. Don Sixto), era cuestión de tiempo que la izquierda sacase sus garras contra la más mínima expresión del carlismo, por muy desvirtuada que la misma estuviese. La izquierda es cainita y talibán. Y no paga a los traidores que como tontos útiles un día utilizó en su labor de subversión del orden natural. Una vez desvirtuado y desnaturalizado los actos de Montejurra y alimentada la ficción del partido (anti)Carlista ni siquiera va a tolerar de cara al futuro la mera mención del mismo, por más que histéricamente ese partido (anti)Carlista se de golpes de pecho de extrema izquierda y separatismo. Ya se encuentra amortizado.


A los residuos huguistas, que recordemos participaron como fundadores en ese engendro llamado Izquierdas Unida, del que luego fueron despreciados,  les viene al dedo dos exclamaciones de nuestra historia patria: el de la Sultana Aixa, madre de Boabdil, “Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre” y “Roma no paga a traidores” frase que les dijo a los asesinos de Viriato, el cónsul romano Servilio Cepión, antes de ordenar que fueran ejecutados por traidores cuando estos fueron en busca de la recompensa prometida por Marco Pompilio por traicionar y asesinar al principal caudillo lusitano.

Don Sixto Enrique de Borbón y la dignidad de la realeza

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DON SIXTO ENRIQUE DE BORBÓN Y LA DIGNIDAD DE LA REALEZA


Mi respuesta a la carta del Príncipe de Bauffremont


Estoy completamente de acuerdo con la hermosa carta que el Príncipe de Bauffremont me ha dirigido, hecha excepción de una alusión al título de infantazgo de «Duque de Anjou», grotescamente atribuido a un tal Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú, descendiente lejano, aunque al parecer simpático, de la cómplice de Luis Felipe de Orleáns en la usurpación, la reina Isabel de España, y que es, por otra parte, primo de Henri de Bauffremont. Ahora bien, es universalmente sabido que todo título de infantazgo sólo puede ser atribuido por un rey reinante que tenga legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio, y que ha de ser confirmado en cada generación, como siempre mantuvo Enrique V, Conde de Chambord.


El Príncipe de Bauffremont recuerda con acierto que nos reunimos cada 21 de enero con el exclusivo fin de recordar el sacrificio del rey Luis XVI; y yo mantengo que esta conmemoración no debe servir ni ser utilizada, en manera alguna, para beneficiar una promoción publicitaria pseudodinástica bajo pretexto de favorecer la situación estratégica o política de cualquier miembro de la dinastía de los Capetos o de cualquiera de nosotros.


No es menos evidente que la presidencia de esta conmemoración no puede recaer, fuera de toda argumentación sucesoria o dinástica y por orden generacional, sino en los de mi Casa en cuanto que es la más próxima por la sangre a ese rey mártir, tal como se ha hecho durante más de cincuenta años, primero bajo la autoridad de mi padre y luego de la mía.


Sixto Enrique

Príncipe de Borbón Parma


En la acertada respuesta de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón al Príncipe de Bauffremont se encuentran interesantes claves sobre el papel y la dignidad de la realeza en un mundo y un tiempo en que el paradigma igualitarista ha nublado los entendimientos sobre la misma. Estas dificultades podrían explicar, aunque no justificar, el papel confusionista al que se han prestado gentes de sangre real (aclaremos en este punto que Luis Alfonso Dampierre no lo es) con la intención de buscar un acomodo. Piénsese en el papel de comparsa de la República de Portugal de Don Duarte de Braganza o en el intento de legitimarse plebiscitariamente de Simeón de Bulgaria. El Abanderado de la Tradición (título que como el propio Don Sixto Enrique se encargó de recordar en septiembre de 2008, al cierre de los actos de los 175 años del Carlismo, «tiene un carácter ejecutivo»), emparentado con ambos, no carece de espíritu magnánimo y por eso compadece sus acciones. Sin embargo es el ejemplo del Duque de Aranjuez el que más fielmente se ajusta a la dignidad del papel de la realeza. Ejemplos sobran de su implicación en las problemáticas sociales y políticas más acuciantes e inmediatas del ámbito español (de la vieja y de la nueva España) e internacional, sea con la pluma o con la espada, pero sin olvidar los graves deberes que le impone su nacimiento. (Pulsar Aquí)


En primer lugar el de ostentar la jefatura de la rama mayor de los Borbones. Lo que sin desmerecer ni desatender sus obligaciones para con Parma exige unas responsabilidades que trascienden con mucho el Ducado.


En segundo lugar mantener los fundamentos doctrinales de la realeza, que son los que justifican la misma y la diferencian de la impostura de las repúblicas coronadas, «decoraciones heráldicas de la Revolución que usurpan su nombre» (en frase de Vázquez de Mella) Pulsar Aquí. Desmayos que no sólo afectan a las casas que nominalmente ocupan jefaturas de Estado, sino que se extiende, con mayor escándalo, a los que estarían llamados por su sangre a ocupar un puesto en la historia de la Monarquía.


En tercer lugar, consciente de dichas responsabilidades y siguiendo la senda marcada por los reyes carlistas, Don Sixto Enrique no descuida sus responsabilidades para con Francia. Oportuno a este respecto es recordar el Testamento de Carlos VII:

Aunque España ha sido el culto de mi vida, no quise ni pude olvidar que mi nacimiento me imponía deberes hacia Francia, cuna de mi familia. Por eso allí mantuve intactos los derechos que como Jefe y Primogénito de mi Casa me corresponden. Encargo a mis sucesores que no los abandonen, como protesta del derecho y en interés de aquella extraviada cuanto noble nación, al mismo tiempo que de la idea latina, que espero llamada a retoñar en siglos posteriores.



Quiero también dejar aquí consignada mi gratitud a la corta, pero escogida, falange de legitimistas franceses, que desde la muerte de Enrique V, vi agrupados en torno de mi Padre, y luego de mi mismo, fieles a su bandera y al derecho sálico.


A la par que a ellos, doy gracias, desde el fondo de mi alma, a los muchos hijos de la caballeresca Francia, que, con su conducta hacia mí y los míos, protestaron siempre de las injusticias de que era víctima, entre ellos, el nieto de Enrique IV y Luis XIV, constándome que los actos hostiles de los Gobiernos revolucionarios franceses, son inspirados con frecuencia por los mayores enemigos de nuestra raza.


Recuerden, sin embargo, los que me sucedan, que nuestro primogénito pertenece a España, la cual, para merecerlo, ha prodigado ríos de sangre y tesoros de amor.

Todos estos graves deberes han sido cumplidos, con admirable dignidad, por Don Sixto Enrique, en la línea marcada por los Reyes carlistas.

S.A.R Don Sixto Enrique de Borbón y el proyecto geopolítico del carlismo


Feliu de la Figuera: Denuncia y solución a los males del capitalismo liberal

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FELIU DE LA FIGUERA: DENUNCIA Y SOLUCIÓN A LOS MALES DEL CAPITALISMO LIBERAL


Eusebio Feliu de la Figuera, escritor carlista catalán, en los años que sirvieron de preámbulo a la III Guerra Carlista dejó escrita una magnífica y descriptiva obra sobre los devastadores efectos del liberalismo en España, Reflexiones sobre el liberalismo. Resumen de sus vicios (1869). Junto a los aspectos puramente morales dedica amplia atención a los estragos que un incipiente liberalismo económico estaba produciendo en el terreno social mediante una economía que tilda de antinatural. Matizados los efectos más destructores del capitalismo liberal casi siglo y medio después sus reflexiones no dejaron de ser proféticas y las recetas que propone contra el mismo no dejan de gozar de máxima actualidad:


"Las clases ricas con el espíritu de monopolio o de mercantilismo lo han invadido todo. Se han hecho especuladoras, siendo lo peor cuando el monopolio o tráfico recaen en los artículos de primera necesidad, como sucede ahora con las fábricas de harinas recientemente construidas, cuyos dueños, acopiando el grano de lejanas provincias, hacen que todas las clases de la sociedad coman caro el pan aunque la cosecha haya sido abundante".


"Gravar todos los artículos y productos que no sean de primera necesidad en una desproporción que favorezca las pequeñas industrias y las empresas reducidas a costa de las industrias y empresas que disponen de grandes capitales".

"Que la pequeña propiedad quede dispensada de todo tributo, de todo gasto de inscripción y de toda clase de costas, mediante un recargo en progresión creciente sobre la gran propiedad. Hacen falta modestas industrias; más obreros fabricantes y más fabricantes obreros para que los capitalistas desciendan y los trabajadores se eleven al bienestar sin lujo y sin miseria, ideal a que debe aspirar la política del trabajo".

Madrid. Mártires de la Tradición. Actos centrales, con presencia de Don Sixto Enrique de Borbón

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Sábado 11 de marzo
El Pardo
Actos centrales por los
Mártires de la Tradición 2017

12:00 SANTA MISA POR LOS MÁRTIRES DE LA TRADICIÓN
Iglesia del Convento del Cristo del Pardo
Ctra. del Cristo del Pardo, s/n

13:30 COMIDA DE HERMANDAD Y ACTO POLÍTICO
Restaurante El Faro del Pardo
Ctra. El Pardo-Fuencarral, Km. 1
Reservas: correo electrónico

Cubierto: 37 € (treinta y siete euros)
Estudiantes y parados: 27 €

  • Se puede pagar el mismo día, previa reserva de plaza lo antes posible.
  • Quien desee facilitarnos la gestión, puede hacer el ingreso en la cuenta de Bankia número 2038 1153 21 6001032574, a nombre del Círculo Cultural Antonio Molle Lazo, y aportando el día 11 el justificante de pago.
  • Transporte público desde Madrid a la localidad de El Pardo: Autobús 601, parada en el intercambiador de Moncloa (isla 3, dársena 30) cada 20 minutos aproximadamente.
Se ruega boina roja.
Esta convocatoria en Facebook:
«Propongo que se instituya una fiesta nacional en honor de los mártires que desde el principio del siglo XIX han perecido a la sombra de la bandera de Dios, Patria y Rey en los campos de batalla y en el destierro, en los calabozos y en los hospitales, y designo para celebrarla el 10 de marzo de cada año, día en que se conmemora el aniversario de la muerte de mi abuelo Carlos V».
S.M.C. Carlos VII, Carta al Marqués de Cerralbo. Venecia, 5 de noviembre de 1895.


Una resistencia olvidada. Mártires tradicionalistas del terrorismo

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AUZOLAN Ediciones, joven editorial consagrada a la publicación de textos históricos y sociales, ha publicado el libro “Una resistencia olvidada. Mártires tradicionalistas del terrorismo”, de Víctor Javier Ibáñez. A lo largo de sus siete capítulos y doscientas treinta páginas se detalla la ofensiva criminal de los separatistas contra un carlismo que atravesaba una grave crisis interna, en los años de la llamada transición. Esa ofensiva, con su secuencia de amenazas, agresiones, asesinatos y trasterramientos, intencionadamente ocultada por los grandes medios, explica en gran medida el cambio político en Vascongadas.


El libro se puede solicitar a info@edicionesauzolan.net al precio de 22 €. Y se presentará en los próximos meses en diversas ciudades. Publicamos parte del prólogo, escrito por el catedrático de Historia del Derecho Andrés Gambra.


PRÓLOGO


                El lector tiene en sus manos un estudio espléndido, valiente, que se adentra con acopio de datos en una página estremecedora de la historia reciente de España. Estremecedora por dos órdenes de motivos: primero porque su objeto es una modalidad de genocidio controlado, aquel que consiste en la eliminación física o civil de un sector específico de población,  ejecutado con el designio de alterar la configuración íntima de una sociedad determinada y las actitudes de sus miembros. También porque, como suele suceder en esa clase de exterminios de baja intensidad, su ejecución se ha visto rodeada de un silencio ominoso, conseguido gracias a la generación de un ambiente de miedo colectivo, asociado a la aplicación sistemática de represalias, y a la colaboración de sectores de poder influyentes, interesados de un modo u otro en controlar y embozar los efectos desestabilizadores que en condiciones normales produciría un proceso de esa naturaleza.


                Desde el gobierno y por casi todos los grupos afines al régimen, de un signo u otro, se repite, a modo de mantra, que la etapa dolorosa del terrorismo de ETA se ha clausurado con éxito y que lo pertinente, para evitar tensiones estériles o eventuales rebrotes, es hablar del asunto lo menos posible y, singularmente, de las víctimas;  un “pacto de silencio” no escrito al que se han adherido masivamente los medios de comunicación. La realidad, sin embargo, es muy diferente, pues sucede que la acción terrorista, que se ha prolongado a lo largo de casi medio siglo y cuenta en su haber con más de novecientas víctimas, ha sido extremadamente eficaz y muy rentable para las fuerzas políticas que, en la sombra, se han aprovechado de ella. Nada más huero en efecto, e hipócrita, que la afirmación irénica de que la vía del terrorismo es contraproducente a la larga y no ha dado frutos en España. Inclusive desde instancias gubernamentales se emiten, no sin cierto rubor, enunciados triunfalistas sobre el cese de la acción terrorista. El hecho patente es que la ofensiva de ETA ha conseguido alterar gravemente la capacidad de resistencia del pueblo español y con ella su sentido de la dignidad y de la justicia, y ha propiciado deslizamientos de alcance tectónico en los planteamientos políticos de sus clases dirigentes, hoy más que nunca dispuestas a prestar oídos sordos a todo lo que no sea su supervivencia en el poder; también en el modo de entender la identidad de España, cuya unidad se encuentra hoy cuestionada en tal medida que la posibilidad de su desmembración se ofrece verosímil en términos inimaginables hasta tiempos no tan lejanos. Las altas instancias, con intensidades varias que se entrelazan con intereses en su fondo muy parecidos, se muestran dispuestas a hacer enormes concesiones a los nacionalismos y, en esa dirección, el testimonio de las víctimas se ofrece tremendamente molesto. De ese sustrato mental, en versión desalmada y paroxística, dan cuenta los tuits sobre Irene Villa del podemita Guillermo Zapata.

                La atención de Víctor Ibáñez, en el marco amplio de la acción criminal de ETA, se centra en un segmento concreto de sus víctimas, el integrado por personas vinculadas al tradicionalismo, en parte principal de adscripción carlista, habitantes de Vasconia y de Navarra. La actividad criminal de ETA se ha cebado tanto en antiguos carlistas, alejados de una militancia efectiva, como en quienes perseveraban en un carlismo plenamente operativo. No se trata de agresiones casuales sino dotadas de alto sentido, según demuestra el autor, debido a la significación de ese colectivo en la sociedad vasco-navarra.


                El libro propone una visión sistemática de las circunstancias que le ha tocado padecer al carlismo en una etapa particularmente dramática de su historia. Etapa amarga y oscura, porque los carlistas que habían ofrecido su vida generosamente en defensa de la España tradicional y católica durante la Cruzada de 1936, y repetidamente durante del siglo XIX, atravesaba tiempos oscuros  cuando se desencadenó la fase inicial de la ofensiva criminal de ETA en su contra, proceso que se escalonó entre  1961 (primeras amenazas explícitas contra el carlismo) y 1975 (primer asesinato de un carlista). Hallábase entonces sumido el carlismo en una etapa de división interna y confusión ideológica, fruto a su vez de la profunda crisis espiritual que comenzaba a instalarse la sociedad española de resultas del impacto triunfante de la ideología liberal y de actitudes morales de signo cada vez más relativista, todo ello unido al debilitamiento de la ortodoxia católica que el posconcilio había traído consigo y de los devastadores efectos que acarreó el cuestionamiento, en muchos niveles y desde muchos frentes, del significado católico de su historia y de la reivindicación de su restauración. No contaban entonces los carlistas con la simpatía del régimen de Franco en trance de extinción, menos aún con el de las fuerzas políticas emergentes que no tardarían en imponerse; tampoco con la Iglesia, bastantes de cuyos mentores se alineaban con el cardenal Tarancón en el empeño por pasar página y subirse al tren de la historia. Los carlistas, aunque se hallaban en horas bajas, eran todavía una fuerza significativa en Vascongadas y en Navarra, donde las viejas estirpes carlistas, socialmente heterogéneas, representaban en términos de presente el espíritu de la Vasconia genuina y del Viejo Reino: eran los testigos del régimen de cristiandad, allí donde había sobrevivido con más fuerza a los envites de la revolución contemporánea. Formaban una fuerza menguante pero rica en potencialidades difíciles de calibrar, desdeñada y la vez temida por las fuerzas liberales y nacionalistas que se estaban apoderando de esos escenarios. El carlismo era un alto referente doctrinal y moral, un movimiento que cuestionaba con autoridad los planteamientos de la Transición en marcha y representaba el último valladar frente al programa de desmantelamiento de la unidad de la patria y de sus fundamentos religiosos.


                Ahí se localiza la historia que nos cuenta Víctor Ibáñez en un relato bien estructurado, ilustrado con una interpretación clarividente de los hechos. Destruir y desmoralizar al carlismo, eliminarlo y barrerlo de la escena, o mejor aún controlarlo y desviar su trayectoria hacia posiciones de renuncia y traición a sus ideales, demostró ser una maniobra acertada, eficaz en orden a la eliminación del más profundo estrato moral de esas tierras, y un modo de apartar de la escena a quienes con su sola presencia, sea por las ideas que encarnaban o por la continuidad que significaban con su mejor pasado, eran motivo de remordimiento o de inquietud esquizoide para las tropas en auge del separatismo, de la mentira y de la apostasía. Muchos de cuyos miembros, como Ibáñez pone de manifiesto, eran gentes sin arraigo en Vasconia, empeñadas en exhibir un nacionalismo desaforado que hiciese olvidar su condición de metecos.


                Página terrible porque aquellos carlistas que habían mantenido en alto la bandera de la tradición se encontraron solos, desatendidos por quienes tenían la responsabilidad de defenderles desde las instancias políticas y eclesiásticas, tanto regionales como nacionales. Persecución, muerte, aislamiento, familias destruidas, ruina y exilio, en un contexto durísimo, de hierro y polvo, que constituye uno de los escenarios más pavorosos de nuestra historia reciente. Víctor Ibáñez ha recuperado testimonios ilustrativos de lo que allí sucedió. Tras los asesinatos, las celebraciones fúnebres doloridas, con asistencia de vecinos y amigos airados y estupefactos; en un segundo momento, pronto, presencia solo de una asistencia exigua, encogida por el dolor y el miedo, movida a solo cubrir el expediente: estar ahí sin que se notara y pasar página. Sobre todo pasar página. El olvido.


Para quién como yo está afincado en Navarra y conserva casa y hacienda en una localidad típicamente montañesa duele referirse a la mutación que se ha operado en esas tierras a lo largo de los últimos cuarenta años. Gentes pacificas, de noble talante, entregadas otrora cristianamente a sus labores, fieles a Navarra y a España con un corazón campesino y fiel, afectas a seculares tradiciones y religiosamente devotas, que se han transformado en una sociedad dividida, dominada por fuerzas políticas antiespañolas, que cuelga en cuando puede la ikurriña y se manifiesta en favor de lo que ETA representa, con gestos y estilo propios de una hinchada feroz, de ultras paroxísticos, seguidores de las consignas del nacionalismo vasco más radical y deshumanizado. Quienes no hace tantos años miraban con desdén señorial a los “guipuchis” que pretendían catequizarles se han convertido hoy en sus oscuros subordinados.

                (…)

                Víctor Ibáñez ha perfilado una valiosa cronología del proceso de desarrollo y consolidación de ETA, y en ese contexto identifica los hitos de su brutal ofensiva en contra de los vascos que se sentían españoles, que manifestaban de un modo u otro su fidelidad a España, siendo a la vez vascoparlantes y amantes de la cultura de su patria vasca; los portadores postreros de una cultura que el nacionalismo se ha empeñado en distorsionar para acomodarla a sus pretensiones. Una primera fase consistió en atentados contra monumentos e instituciones carlistas de alto valor simbólico –el monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, el Pensamiento Navarro, el monumento a Sanjurjo, las casas solariegas de linajes carlistas de vieja raigambre como los Landaluce o los Baleztena-. El momento culmen del proceso fue la eliminación física de carlistas, muchos de ellos desmovilizados. En su mayoría gente sencilla, pequeños empresarios, empleados o funcionarios de diversas categorías, simples trabajadores, padres de familia ejemplares. Así, con motivo del asesinato de Víctor Legorburu, alcalde que fue de Galdacano, su localidad natal,  persona de modesta condición que actuó con suma honradez al frente del ayuntamiento y expresó con convicción sus ideas carlistas, un hijo suyo expresó con nitidez sobrecogedora el motivo de semejante crimen -«una cosa muy sencilla: porque mi padre creía al igual que todos los vascos durante muchos siglos han creído que los vascos por ser vascos eran españoles. Los vascos nunca lo habían puesto en duda y mi padre tampoco. Bueno, pues por eso lo mataron, así de sencillo»-. Síntesis perfecta de lo que sucedió entonces, en medio de la inoperancia de unas autoridades que nunca se mostraron capaces, desde la Transición, de comprometerse a fondo en la defensa de los vascos españoles. Pactar con los nacionalistas y tratar de aplacar a los criminales, a sabiendas de las conexiones existentes entre ellos, ceder poder a los primeros para conseguir su apoyo en el juego parlamentario, moverles a una ficticia aceptación de las reglas constitucionales a cambio de hacerles concesiones sin fin, que consolidaron un sistema autonómico destructivo de la unidad española. Se les cedió incluso la educación y con ella la dignidad y la patria. Renuncia suicida, hecha a sabiendas de que la lengua es uno de los ejes del denominado principio de las Nacionalidades, cuya aplicación ha tenido tan terribles consecuencias. A quienes se mantuvieron fieles a España, carlistas o no, no les cupo sino ocultarse en el silencio, abandonar su tierra o resignarse al martirio. «Ante Dios nunca serás héroe anónimo»;  pero ante las autoridades de entonces, solo un problema que debía tratarse con cautela. Nadie les defendió seriamente. Tampoco hoy, cuando ETA ha cesado de matar pero siguen funcionando innumerables procedimientos de subyugación. Recuerdo perfectamente que en cierta ocasión los etarras dieron muerte a un nacionalista vasco, de condición acomodada y cierto relieve: sus compadres y allegados, alarmados, pusieron el grito en el cielo manifestando que no era eso lo correcto, que eran otros a quienes correspondía el ser asesinados. Así de claro. Siempre expresiones de esa jaez: “algo malo habrá hecho”.

                (…)


                La actual quiebra generalizada de España tiene mucho que ver con la actitud claudicante de las autoridades centrales hacia los nacionalistas y hacia las víctimas del terrorismo de ETA. Colaboración con los nacionalistas y abandono de las víctimas. Criterios de acción que, a su vez, han sido moldeados por la acción de ETA y la red de oscuros contubernios que se han configurado a su alrededor. Son polvos que han traído los lodos del presente. Caso de amplitud singular, también sujeto a la ley del silencio, es el muy terrible hoy de Navarra. «Navarra, el precio de la traición» es el título sugestivo de un libro de Jaime Ignacio del Burgo, sobre quien por cierto recae una grave responsabilidad en el proceso de adulteración democrática del Fuero navarro. Navarra, paradigma de fidelidad a España, se encuentra sometida a un gobierno cuatripartito integrado por apátridas empeñados en tramitar su entrega al ente euzkadiano. Rafael Berro, uno de los más lúcidos y valientes defensores del Viejo reino, viene denunciando las intenciones de Uxué Barkos, la taimada servidora del PNV que preside en el momento actual ese siniestro conglomerado gubernamental. «Es ingenuo esperar de la política identitaria de Barkos algo diferente a lo que tenemos: ocultamiento de la verdad, falseamiento de la realidad, manipulación de las víctimas de ETA”. “De ahí resulta –afirma Berro- la política identitaria de Barkos en el terreno de los idiomas… que ha generado una violencia salvaje que ha estado matando españoles durante cuarenta y cinco años». En esas estamos. Este libro proporciona claves explicativas imprescindibles para entender los motivos de la situación abismática en la que se encuentran España y dos de sus componentes regionales más entrañables, Vasconia y Navarra.  

    

Andrés Gambra

Presentación del libro «Una resistencia olvidada. Tradicionalistas mártires del terrorismo»

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Vídeo presentación del libro «Una resistencia olvidada. Tradicionalistas mártires del terrorismo» (Ediciones Auzolan, 2017) de Víctor Javier Ibáñez Mancebo.


Información y pedidos: 

info@edicionesauzolan.net

Durante la llamada «Transición española» numerosos carlistas sufrieron atentados contra sus hogares, periódicos y monumentos sagrados. Fueron amenazados, agredidos, asesinados, trasterrados... El Tradicionalismo ha sido la opción política que más ha sufrido el terrorismo separatista de ETA. Pese a ello levantó una pequeña resistencia que nacía de lo más auténtico del pueblo vasco. Este libro es un homenaje a los muertos por Dios y por España olvidados.

Canción: «Nere etorrera lur maitera» (Ara nun diran) de José María Iparraguirre, interpretada por Carlos Munguía.


ÍNDICE
PRÓLOGO


Andrés Gambra


INTRODUCCIÓN


Una resistencia negada

Murieron por no ceder. Mártires de la barbarie terrorista


CAPÍTULO I

LA SERPIENTE CONTRA LA CRUZ


I.    El terrorismo nacionalista moderno. Los mitos de la modernidad llevados al extremo

II.   La primera acción violenta: contra los Requetés de la Cruzada

III.  Estrategia sistemática de limpieza ideológica… y étnica


CAPÍTULO II

DESTRUIR LOS SÍMBOLOS SAGRADOS. ATENTADOS MATERIALES


I.    Atentado contra el Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada

II.   Atentados contra El Pensamiento Navarro

III.  Destrucción del monumento a Sanjurjo

IV.  Bomba contra los Landaluce

V.   Ataque a la Casa Baleztena

VI. Odio antirreligioso: destrucción del Altar del Vía Crucis de Isusquiza


CAPÍTULO III

CRUZ DE SAN ANDRÉS, BANDERA DE MARTIRIO


I.     Carlos Arguimberri Elorriaga

II.    Víctor Legorburu Ibarreche

III.    Esteban Beldarrain Madariaga

IV.   José Javier Jauregui Bernaola

V.     Elías Elespe Astondoa

VI.    José María Arrizabalaga Arcocha

VII.   Dionisio Imaz Gorostiaza

VIII.  Jesús María Colomo Rodríguez

IX.     Luis María Uriarte Alzaa

X.     Jesús Ulayar Liciaga

XI.     Alberto Toca Echeverría

XII.    Ignacio Toca Echeverría


CAPÍTULO IV

EL CARLISMO EN RELACIÓN CON OTROS ATENTADOS MORTALES


I.     Juan María Araluce Villar

II.    Ramón Baglietto Martínez

III.   José Luis Alcocer Jiménez

IV.   José Txiqui Larrañaga Arenas

V.    Gregorio Ordóñez Fenollar

VI.   José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga

VII.  José Javier Múgica Astibia

VIII.  Ignacio Uría Mendizabal


CAPÍTULO V

MILITARES SIMPATIZANTES DE LA SANTA CAUSA ASESINADOS


I.     Comandante Joaquín Imaz Martínez

II.    Comandante Jesús María Velasco Zuazola

III.   Teniente Coronel Carlos Díaz Arcocha

IV.   Teniente Coronel José Luis Prieto García

V.    General Juan Atares Peña


CAPÍTULO VI

ABANDONAR LA TIERRA POR LEALTAD A LOS PADRES


I.    El trasterramiento forzado como clave de la estrategia de dominio nacionalista

II.    Sustitución demográfica, cambio étnico y sometimiento de nuevos llegados sumisos

III.   Los carlistas, entre los primeros trasterrados. La acogida en hermandad del resto de España


CAPÍTULO VII

LA RESISTENCIA POSIBLE. LOS PARTIDOS FORALISTAS EN LA TRANSICIÓN


I.      Alianza Nacional del 18 de julio y Unión Nacional

II.     Navarra: el carlismo con la Diputación Foral

III.    La Comunión Tradicionalista apoya a Guipúzcoa Unida

IV.    Una consideración sobre Unión Foral y Unidad Alavesa


EPÍLOGO


Manuel de Santa Cruz

Misa por los Mártires de la Tradición 2017 organizada por la Comunión Tradicionalista

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 Mártires de la Tradición 2017 Iglesia del Cristo del Pardo. Celebración de la Santa Misa presidida por S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón

Más de 200 carlistas llegados de todas las Españas, llenaron el Templo
Santa Misa según el Rito Tradicional Romano de la Iglesia Católica
Misa presidida por el Príncipe Don Sixto Enrique de Borbón
Muchos carlistas han tenido que seguir la Santa Misa de pie abarrotando el fondo de la Iglesia
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