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Catalanismo contra separatismo

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Tomàs Caylà i Grau, jefe regional de la Comunión Tradicionalista y Delegado Regio en el Principado de Cataluña fue ejemplo acabado de fidelidad católica y patriótica. Catalanista auténtico, defensor de la lengua, el Derecho y las Cortes propias de Cataluña tuvo muy claro que la deriva separatista era una traición a la verdadera Cataluña.


SEPARATISME NO


Revista JOVENTUT, Nº 6


En els actuals i difícils moments polítics en que es troba Espanya, amb el gran nombre de problemes que la post-guerra va plantejant i sobre tot amb el greu conflicte català, ens cal a tots els espanyols i especialment als catalans conservar la serenitat, per no portar les discussions i els idealismes per terrenys escabrosos amb equivocades actuacions i amb perilloses estridències.


    Es per això que nosaltres, pertanyents a un partit polític en qual programa hi va compresa l’obtenció d’una autonomia política plena per nostra catalana terra i quals treballs a son favor no poden negar-se, perquè per tan nobles ideals ha donat la sang de sos partidaris en els camps de batalla, hem de fer notar la improcedència de certes afirmacions separatistes que en un entrefilet de son últim número fa el setmanari nacionalista de nostra ciutat.


   No és pas el partidisme, sinó nostre gran amor a Catalunya, el que ens mou a fer tals afirmacions, perquè ens dol en l’ànima el veure que la gran i noble causa de Catalunya, què és la d’Espanya, és convertida en una culpable campanya separatista que de tenir realitat sols serviria per a entregar a nostra tan volguda terra en mans de l’Estat més centralista d’Europa.


    Cal que els que tal campanya emprenguin es capacitin de la greu responsabilitat que contreuen, doncs a més de contribuir al desviament de les masses catalanistes, omplen de recel i , allunyen de son costat als mateixos catalans, a la vegada que fan odiosa la causa de Catalunya als habitants de les demés regions espanyoles.


    Nosaltres creiem que l’entrefilet de Pàtria no obeeix al modo de pensar del confrare, i que ha estat escrit en uns moments de patriòtica exaltació, que de tots modos és sempre culpable, quan, com en el cas present, pot causar greus perjudicis a la causa que es defensa, i ho creiem encara més després de les terminants afirmacions del senyor Cambó declarant separats espiritualment del partit nacionalista als que donguesin cabuda a sentiments separatistes, doncs no volem creure que dit partit fes unes afirmacions i una campanya contraposada a Catalunya.


    Si així no fos, si la campanya iniciada per Pàtria continua, nosaltres considerarem al mentat setmanari com a enemic de Catalunya, i no podrem col.laborar amb sos elements per la causa de nostra pàtria perquè hi ha punts, i un dels tals és el del separatisme, en que no és possible la transacció.


    Enfront del “Visca Catalunya independent” símbol del separatisme, hi posarem sempre el de “Visca Catalunya espanyola”, disposats a defensar-lo en lo que necessari sigui en tots els terrenys, perquè no volem que els centralistes adquireixin el més mínim dret per a intervenir en sa defença dintre casa nostra


Fuego y Raya, un baluarte del pensamiento tradicional

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Fuego y Raya Nº 10


Como es costumbre abre la revista la sección Artículos. El primero de ellos, obra de los profesores Miguel Ayuso y Juan Fernando Segovia (respectivamente presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, editor de la publicación, y director de la misma), hace un balance y traza una perspectiva comparada de los estudios sobre la «Democracia Cristiana» publicados en los cuatro números anteriores. Los dos últimos párrafos dicen así:


La impronta cristiana de estos partidos demócratas es tal vez su elemento más discutible: por su origen, están en contradicción con el magisterio de la Iglesia; en su formación intelectual se alimentan de las ideas descristianizantes del personalismo y el humanismo; en su desenvolvimiento van acogiendo las modas radicales del modernismo e incluso algunas extrañas como el marxismo y sus variantes. Finalmente, se tiene la impresión de que lo de «cristiano» es lo mismo que «democrático» pues la democracia es evangélica —como afirmaban ya los liberales católicos—. La identificación lisa y llana de democracia y democracia cristiana es una muestra más de la confusión moderna en el campo católico.


Varios de los colaboradores han sugerido que las mutaciones de los últimos años importarían el final de la democracia cristiana, como si hubiera alcanzado el pico de su evolución y comenzado un acelerado agotamiento. Es posible que así sea si nos atenemos a los datos electorales que indican su franco retroceso. Empero, parece haber ganado la batalla de las ideas: ha sido factor vital en la licuación de las fuerzas católicas más ortodoxas y se ha reproducido insensiblemente en la mentalidad católica, al punto que no es extravagante decir que hoy son mayoría los que piensan como democristianos aunque no tengan actividad política partidaria.


El segundo artículo es de Ricardo Dip, del Tribunal Supremo de San Pablo, y está en portugués: «1815-1822: Do Brasil Independente ao Brasil Separado». En él se explica cómo el Brasil, heredero de las tradiciones cristianas de la Hispanidad, descubierto y desarrollado bajo la cosmovisión lusitana, ya se había convertido en independiente en 1815, cuando se consagró la unión real entre Portugal, Brasil y los Algarves. La «independencia» proclamada en septiembre de 1822, en cambio, fue una ruptura de la unidad moral y política entre Brasil y Portugal.


El dossier central empieza a publicar las actas del seminario internacional «Maestros del Tradicionalismo hispánico de la segunda mitad del siglo XX», que tuvo lugar en Madrid en septiembre de 2014. Comienza con tres maestros ultramarinos (desde el punto de vista de la España peninsular): el brasileño José Pedro Galvão de Sousa, por José J. Albert Márquez; el argentino Rubén Calderón Bouchet, por Luis Mª de Ruschi; y el estadounidense Frederick D. Wilhelmsen, por Miguel Ayuso.


El Documento en este número 10 de Fuego y Raya es del pensador y catedrático José Pedro Galvão de Sousa (1912-1992): La Carta de la Princesa de Beira entre las fuentes para el conocimiento de la teoría tradicional de la legitimidad del poder en España, comunicación presentada en la III Semana da História en 1981, sobre la famosa «Carta a los Españoles» (1864) de la hermana de Don Miguel de Portugal y viuda de Don Carlos V de España.


La revista, de 176 páginas, se cierra con las reseñas bibliográficas, cinco en esta ocasión, sobre tres obras colectivas (en español e inglés) y otras dos, una en polaco del profesor Jacek Bartyzel sobre el Carlismo, y otra en inglés sobre el carlista norteamericano Brent Bozell Jr.


Pueden consultarse  sumario y otros datos del número 10 de Fuego y Raya, PULSANDO AQUÍ

La Inquisición Española

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Documental de la BBC británica, digno de ver. Interesante programa de Lagrimas en la Lluvia sobre la Inquisición. La defensa de la Verdad y la Justicia en las Españas áureas: la Santa InquisiciónPulsa Aquí

La libertad de expresión con Miguel Ayuso y Juan Manuel de Prada

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Interesante entrevista al profesor Miguel Ayuso y al intelectual Juan Manuel de Prada, sobre diversos aspectos culturales, Pensamiento fuerte para un mundo en ruinas y decadente.

Carlismo: El hombre concreto de la Tradición frente al individualismo y al estatismo liberal

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CARLISMO: EL HOMBRE CONCRETO DE LA TRADICIÓN FRENTE AL INDIVIDUALISMO Y ESTATISMO LIBERAL


(…) el concepto de comunidad, entidad de convivencia sobre un territorio concreto, con explotación común de recursos y personalidad, instituciones y derecho propio. La red cotidiana de relaciones a ese nivel, entendida como un espacio dinámico donde negociar, admitir o contestar el dominio y la subordinación, distaba mucho de la de un partido, pero podía llegar a ser muy operativa en los momentos de gran tensión. Además, en las sociedades de la edad moderna un mismo hogar estaba sometido a jurisdicciones distintas y a los lazos no siempre tipificados oficialmente. Esta situación perduraba casi intacta en nuestro período.

El herrajero ubidiarra proletarizado por la competencia fabril, al que la ley ya no reconocía ni el estatus ni es el prestigio del maestro en su gremio, era a su vez feligrés de una parroquia condenada a la degradación como aneja; miembro de un municipio al que el Gobierno Civil presionaba para controlar el cumplimiento de un presupuesto, frente a las escasas partidas fijas y el recurso a derramas según criterios consensuados de la localidad; cabeza de un hogar que se concebía orgánico, con pautas de supervivencia guiadas por miras de linaje, frente al individualismo burgués; hombre de honor, conocido por sus hechos y apreciado por su palabra, valorada muy por encima de la identificación por cédulas personales y registros poblaciones que el Estado imponía; y posesor de derechos de uso de espacios en lo que lo público y lo privado se yuxtaponían, confundían o no se diferenciaban, del monte comunal a la sepultura eclesial. Con modificaciones, esto sucedía entre la inmensa mayoría del campesinado y de otros colectivos que indicaremos.


Nuestro personaje era asimismo sujeto fiscal acostumbrado a cargas por tramos sobre la riqueza inmueble, que recaían –siquiera en teoría- en un tercio sobre los inquilinos, con fiera resistencia contra las imposiciones directas sobre el patrimonio global; y comprador que admitía las sisas sobre alcoholes, carne vacuna y abacería para librar de tasas a los mantenimientos básicos; en ambos casos, con muy alto porcentaje de reversión a la caja concejil. Quizá era padre de un mozo en edad de acudir a filas, con probable destino al letal frente cubano si se permitiesen las quintas. Con todas sus salvedades –servicios a la Corona, etc.-, la exenciones fiscal y de sangre constituían una ventaja frente a las desigualdades del impuesto sobre consumos y las levas en las provincias carentes de normativa particular; las autoridades forales colaboraban en costear sustitutos para el ejército y eran muy poco injerentes en las decisiones distributivas de los municipios mientras se les aportase el monto convenido. Por fin, si un revés de fortuna dejara a nuestro artesano en la indigencia, tendría ayudas honrosas hasta salir del bache, sin la tacha de vagancia o incapacidad que caía sobre quienes se acogían a la nueva beneficencia burguesa.

Esa compleja organización constituía el Fuero: no el código escrito ni las lucubraciones ideológicas, sino la práctica en la que se había sido educado y en que se educaba. Hábilmente, los notables carlistas identificarían su eliminación con el liberalismo.


Clases populares y carlismo en Bizkaia 1850-1872. Págs. 14-15. Enriqueta Sesmero Cutanda. Universidad de Deusto.

La nueva "esclavitud blanca" del liberalismo burgués

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Este 26 de febrero se cumplía 88 años del fallecimiento del Verbo de la Tradición, don Juan Vázquez de Mella y Fanjul;  voz profética, que desde el carlismo ya denunció la nueva esclavitud social que producía el liberalismo y la imposición de la plutocracia, que hoy seguimos padeciendo. 

LA IGLESIA Y EL PROBLEMA SOCIAL. Juan Vázquez de Mella y Fanjul. (9 de noviembre de 1889)


... la economía individualista, con tanto calor defendida y propagada por los doctores del liberalismo como la panacea universal de los males sociales, ha venido de consecuencia en consecuencia a entronizar de nuevo la esclavitud en los talleres y en las fábricas.


Incapaz de conocer el fin, y, por lo tanto, la misión del Estado y la esfera de su acción, se alarma a la menor tentativa encaminada a reglamentar el trabajo y a impedir la explotación capitalista, como si viese aparecer el socialismo; y pide a los poderes públicos que se crucen de brazos conforme lo establece la famosa fórmula fisiocrática, y que dejen a las no menos famosas leyes naturales económicas el encargo de hacer brotar las armonías.


Y esas armonías, engalanadas con los ingeniosos sofismas de Bastiat, ya hemos visto de qué manera se convertían en una guerra sorda y despiadada, cuando no estallaban en colisiones sangrientas.

La economía liberal comenzó por romper todo vínculo moral entre patronos y obreros, y, en vez de depurar y perfeccionar las antiguas instituciones gremiales, las pulverizó, entregando a los trabajadores el cetro de una libertad que ha concluido por convertirlos, según la frase de Lasalle, en unos “esclavos blancos”.


Y así tenía que suceder; porque, desde el momento en que las relaciones entre patronos y obreros se fijan únicamente por la ley de la oferta y la demanda, el trabajo queda reducido a una mercancía y la persona humana que le realiza a una máquina de producción; es decir, a una cosa, lo mismo que en la sociedad pagana.


Así se cumple la regla de Cobden: Si dos obreros van detrás de un patrono, el salario baja; si dos patronos van detrás de un obrero, el salario sube. El contrato de trabajo se reduce a una compraventa, y el obrero no es más que una cosa que se adjudica, en el mercado de la libre concurrencia, al mejor postor. ¿Y en qué se diferencia esto de la esclavitud? Esencialmente, en nada.

Nostalgia de Vázquez de Mella, frente al conservadurismo pseudocatólico

Vicente Manterola Pérez: La voz de la Unidad Católica (vista por un liberal)

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VICENTE MANTEROLA PÉREZ: LA VOZ DE LA UNIDAD CATÓLICA (VISTA POR UN LIBERAL)


Que las guerras carlistas fueron guerras eminentemente religiosas, como se vio forzado a reconocer un anticarlista como Menéndez Pelayo, es un hecho empírico contrastado. Cuando con mayor brío clamó el grito de la legitimidad fue cuando más fuerte atacaba la Revolución liberal, que hiciera pública adhesión al averno con aquella copla de


Muera Cristo

Viva Luzbel

Muera Carlos

Viva Isabel


Mientras asesinaban prontamente a decenas de religiosos en julio de 1834.


El desencadenante esencial de la III Guerra carlista fue la política anticlerical y la proclamación del principio impío de la libertad de cultos, que introducía en España el protestantismo y daba carta de naturaleza al enemigo que había ensangrentado, dividido y destruido la Cristiandad. Tuvo su impugnador en las Cortes al canónigo de Vitoria Don Vicente Manterola Pérez, diputado carlista por Guipúzcoa en las elecciones de 1869, que tuvo el honor de cantar las glorias de la Unidad Católica de España y la dignidad de abandonar las Cortes cuando se aprobó el principio opuesto de la libertad de cultos, marchándose al exilio para organizar el levantamiento carlista. Durante la guerra siguió siendo hombre de confianza de Don Carlos.

El discurso más brillante de Manterola  tuvo lugar el 12 de abril de 1869 como réplica al republicano Castelar, con motivo de la discusión de la nueva constitución española, declarado partidario “de todas las buenas libertades”, Manterola llamó la atención sobre los artículos 20 y 21, que debían ser objeto de debate. El primero porque, según su redacción, “el Estado en España no tiene religión, no cree en Dios”, reclamando que fuera proclamada la católica como la religión del Estado español. El artículo 21 porque sancionaba la libertad de cultos. 

Una vez abandonadas las Cortes para unirse activamente a la preparación del alzamiento carlista, Manterola publicó en 1871 tres folletos en apoyo de Don Carlos: "Don Carlos o el petróleo", "Don Carlos es la civilización" y "El espíritu carlista". En el primero alerta, que si no se quiere otra Comuna en España, es preciso que reine Don Carlos, el único baluarte contra la Internacional es el carlismo. En el segundo escrito, es notable, en particular, la impugnación que hace del capitalismo. En el tercero, llama la atención, la condenación del despotismo. 

Francisco Cañamaque, periodista liberal de la época, relata desde su óptica contraria este memorable discurso y no puede dejar de reconocer la fuerza de los argumentos de Don Vicente:


"Iba a librarse ruidosa y formidable batalla: la intransigencia contra la libertad, ayer contra hoy, el catolicismo contra el progreso. Todos la esperaban, nadie la sentía. El choque, sin embargo, debía ser terrible. Eran muchos siglos contra la audacia de uno contra los agravios de todos.


¡Qué hermoso espectáculo! España iba a decir el por qué de su rompimiento con la tradición, el motivo de su divorcio con la intolerancia, el derecho de conservar libres las ideas de su pensamiento y las preces de su conciencia.


Se presenta pidiendo plaza en nombre de la unidad católica un joven fuerte, vigoroso, de aire profano y atrevido. Viste el traje de la Iglesia, es sacerdote. Tiene los ojos negros y vivos, la tez morena, la boca grande, arqueadas las cejas, rapada como un quinto la cabeza. El todo de su fisonomía es varonil, pronunciado enérgico. Más que la de un sacerdote parece su cara la de un seglar animoso y fuerte. Preguntémosle como se llama: dice que es canónigo y que se llama Vicente Manterola.

En efecto, él es: teólogo, periodista, orador católico intransigente, político apasionado, enemigo irreconciliable, carlista en el llano y en la montaña, hombre instruido y de talento en todas partes.


Mirad como empezó, qué elocuentemente: 


<< Yo, señores diputados, que vengo a decir la verdad, toda la verdad; yo, que os debo toda la lealtad de mi alma, no puedo menos de afirmar que he oído con el corazón profundamente lastimado, no lastimado tan solo, con el corazón destrozado con el corazón hecho pedazos y manando sangre, los cargos tremendos que se han dirigido a la Iglesia católica, cargos injustos, cargos gratuitos, cargos infundados. Debo, pues, señores, ante todo, vindicar a la Iglesia católica, para quién es toda la sangre de mis venas, todos los latidos de mi corazón, toda la energía de mi espíritu, todo mi ser, todo mi yo; y después descendiendo a los señores de la comisión, tratares de estudiar su obra partiendo de mi criterio católico; y estudiando su obra desde mi punto de vista católico, me permitiré decir que ese proyecto no me parece pueda satisfacer las necesidades imperiosas, las aspiraciones más legítimas del pueblo español, porque me parece que ese proyecto es mezquino, y vosotros sabéis que es grande y fue siempre grande el pueblo español. Ese proyecto no es bastante católico, y el pueblo español… ¡oh! El pueblo español es el pueblo más católico del mundo>>.


Este periodo, dicho con palabra fácil y desenvuelta, con calor y entusiasmo, terciado el manteo y en movimiento las manos, es un periodo que basta para acreditar a un orador. Demostró, pues, en tan breves palabras que sabía hablar; pero demostró también que, de naturaleza ardiente, sabía herir. ¿No es impropio en cualquiera, en un sacerdote altamente censurable, llamar mezquina a la obra de unas Cortes? Este fue el primer arañazo de sus garras, la primera manifestación de su apasionamiento. Ríos Rosas, que era uno de los autores de aquella mezquindad , a punto estuvo de tirarle el bastón y detrás del bastón el sombrero; pero se contuvo, reprimió un rugido y calló.


Desde sus primeros disparos Manterola no cesa de aludir acautelar; quiere medir su brillante palabra con la inimitable del gran tribuno. Defiende al catolicismo del cargo justísimo de enemigo de la libertad y de la ciencia, y sin recurrir más que a su buena memoria, afirma en los siguientes términos que la creación de los grandes centros del saber humano es obra de los Papas.


<< ¿Dónde estaba el protestantismos, señores diputados, cuando ya en el año 895 se fundaba la Universidad de Oxford? ¿Dónde estaba cuando se fundaron las Universidades de Cambridge el año 915, la de Pádua en 1179, la de Salamanca en 1200, la de Aberdeen en 1213, la de Viena en 1237, la de Montpellier en 1289, la de Coimbra en 1290? …


<< ¿Os fatigo, señores diputados? Es que las grandezas de la Iglesia católica abruman bajo su peso a todos los que las consideran…… >>

Virtudes y limitaciones de una visión libertaria del carlismo: la síntesis de Félix Rodrigo Mora

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Virtudes y limitaciones de una visión libertaria del carlismo: la síntesis de Félix Rodrigo Mora


En el capítulo IV de su libro “Naturaleza, ruralidad y civilización” el pensador –inscrito en las corrientes libertarias, a la vez que criticado por las mismas, —Félix Rodrigo Mora brinda un sugestivo análisis del primer carlismo bajo la rúbrica “El pueblo y el carlismo. Un ensayo de interpretación”. 



Félix Rodrigo Mora alcanza en su obra la conclusión de que el primer carlismo fue el conducto utilizado por el pueblo para canalizar su rebelión contra el liberalismo que es, afirma, “un fanatismo de importación”, constituido por unas clases medias “mentalizadas por una ideología liberal excepcionalmente soez, ramplona y desalmada, sólo atentas al medro, al lucro y al goce”. Su síntesis es la siguiente:

·         "El programa implícito con que el pueblo se incorpora a la acción armada contra la dictadura liberal española era diferente hasta el antagonismo al propugnado por la dirección del carlismo. En los estudios históricos se suele resaltar, según la ideología de cada autor, este o el otro componente, cuando lo esclarecedor es considerar el conjunto. 


Puede sintetizarse en 11 puntos:

·        
1) comunitarismo convivencialista, con preservación de los patrimonios comunales y sin ampliación de la propiedad privada;

·        
2) mantenimiento de la autonomía parcial del municipio existente, particularmente en las aldeas y pequeñas poblaciones, con salvaguarda de la expresión primordial de la democracia popular tradicional, el concejo abierto;

·        
3) comunidad de las formas ancestrales de intercambio y tributación, sin ampliación de la función del dinero ni la del mercado, sin modificación en la cantidad y en el modo de tributar;

·        
4) mantenimiento del clima espiritual tradicional, con el convivencialismo y la hermandad como valores mayores, con exclusión de la competitividad, individualismo, desigualdad, insociabilidad y agresividad propias del liberalismo y de toda la modernidad;

·        
5) supervivencia de la cultura y los saberes populares en las diversas esferas de la existencia, incluidas las lenguas vernáculas;

·        
6) rechazo del centralismo, expresión del dominio creciente de la gran urbe, Madrid, sobre los demás territorios, en particular el universo aldeano, entonces tan importante; 

·        
7) negativa intelectual, emocional y vital al trabajo asalariado, tenido como expresión muy letal del envilecimiento y deshumanización de las personas;

·        
8) rechazo de las quintas y matrículas de mar;

·        
9) en los territorios forales, adhesión a la institución foral, tenida acertadamente por manifestación histórico-concreta de la propia identidad como pueblo diferenciado, y como cosmovisión, cultura e idioma singulares:

·        
10) desdén por las riquezas y deseo de una vida frugal, centrada en la satisfacción de las necesidades inmateriales del ser humano, lo que está en aguda oposición con el productivismo y consumismo liberal;

·        
11) repudio del despotismo constitucional y parlamentario, que se propone “mejorar” la situación de las masas sin contar con éstas, lo que contiene la afirmación de que cualquier medida, para ser emancipadora, ha de resultar de la acción popular, no de la dudosa benevolencia de una minoría iluminada y verbalmente redentorista que opera desde el aparato del Estado, como era el liberalismo.

El Matiner siempre ha puesto el acento en el carácter popular y mayoritariamente rural del carlismo, por lo que se congratula por el interés de la observación del mismo desde los más plurales enfoques. Se comprueba además que se hace desde un acercamiento sin prejuicios, con solvencia intelectual manifiesta y sin la pretensión de reconstruir una explicación ad hoc del carlismo como hicieron los periodistas al servicio de la escisión ideológica de Carlos Hugo desde un dogmatismo acientífico.


Sin embargo su planteamiento adolece de notables carencias interpretativas y axiológicas. No deja de inscribirse dentro de estrechos contornos inmanentistas, con lo que se incurre directamente en la aporía del mundo moderno que se pretende criticar. Rodrigo Mora es víctima de ciertos condicionantes libertarios, que niegan toda apertura a la trascendencia y aunque se revelen contra los excesos del materialismo dialéctico contraponen al mismo una suerte de naturalismo optimista para explicar el “clima espiritual”, el “deseo de vida frugal” y la satisfacción de las “necesidades inmateriales”. Resulta más sencilla y acorde a la realidad señalar que todas estas circunstancias brotaban de una firme Fe en la religión. Derivado de esa omisión no se encuentra por ningún lado la referencia al orden civilizacional de la Cristiandad, que no operó en el mundo de las ideas, sino que fue una realización concreta, no nacida de un puro espíritu natural, sino condicionada por las enseñanzas de la Iglesia, que generaron una civilización determinada; forma de civilización de alcance universal, pues sobrepasó los límites de índole de cultural, racial o geográfico y alcanzó a todos los pueblos que ponían el centro de su convivencia sobre el templo y el palacio, ambos rematados con la Cruz del Redentor. Esta civilización, que al fin y al cabo no pretendía otra cosa que asentarse sobre la virtud, aunque no siempre lo consiguiera, precisamente por la naturaleza caída del género humano, vino a ser suplantada por un psudoorden que consagraba la ley del más fuerte, aquí sí naturaleza pura, al rechazar cualquier clase de condicionamientos y fundamentos morales sobre la comunidad política. No es de extrañar por ello que la vida del campesinado se viese rápidamente devastada mediante la imposición dineraria frente al pago en especie del diezmo y la primicia sobre las tierras señoriales o comunales, que hacían a toda la comunidad, con independencia de la jeraquización social, coparticipes con la suerte de la cosecha.

Al respecto de las jerarquizaciones sociales nos encontramos la segunda gran limitación del análisis. El liberalismo insiste sobre las supuestas miserias de una sociedad estamental. Los filósofos clásicos la definen como la sociedad perfecta, y la ejecutoria histórica la reveló como aseguradora de los derechos concretos, frente a las inseguridades que ofrece la sociedad masificada igualitarista. Es en los fundamentos filosóficos donde liberales y libertarios se dan la mano con sus axiomas de libertad, igualdad y fraternidad; no es por ello tan extraño esa pretensión neocon de hablar de anarcocapitalismo. En la sociedad tradicional existió una jerarquización sin la cual es imposible entender la, en general, acertada caracterización que hace Rodrigo Mora. Bien es cierto que el absolutismo y su deriva regalista vendrían a introducir efectos terriblemente distorsionadores. Aún así jamás se puede hablar en puridad de antagonismos sociales, ni entre unos estamentos y otros, ni, como correlativamente parece insinuar, entre la dirección del carlismo y sus masas. Al revés, el carácter interestamental y posteriormente interclasista del carlismo, con prevalencia del elemento campesino porque era el mayoritario en la España de entonces --el carlismo al fin y al cabo vendría a ser así un reflejo casi perfecto de aquella sociedad—explica esa armonía que duró, no exenta de tensiones puntuales, durante siglos.


Campesinos, aristócratas, funcionarios, artesanos; ricos o pobres, todos se alzaron, siquiera inconscientemente, en defensa de un orden civilización que era en el que venían conviviendo secularmente sobre firmes bases y fundamentos morales.




Habla un carlista: Javier Barraycoa

Antonio Arrúe Zarauz: Carlista y Euskaltzale

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ANTONIO ARRÚE ZARAUZ, CARLISTA Y EUSKALTZALE


Agradecemos a don Alberto Ruiz de Galarreta las valiosas informaciones y correcciones a este artículo de homenaje.


Se cumple este año en XL aniversario de la muerte de un gran carlista y euskaltzle, Antonio Antxon Arrue Zarauz. Nacido en 1903 en el barrio Elizmendi de Asteasu, municipio cercano a Tolosa. Cuna, como tantos otros de Guipúzcoa de esforzados y destacados servidores de la Monarquía Hispánica[1]. Antonio y sus dos hermanas, Eleuteria y Dolores, se criaron en un ambiente profundamente católico. Estudió el Bachillerato en el colegio de Lecároz, dirigido por los capuchinos y posteriormente en la Universidad de Oviedo cursó la carrera de Derecho, con gran brillantez.

Caserío familiar de Arrúe

Su primera militancia política la hizo en el seno del integrismo, que tenía sus plazas fuertes precisamente en los distritos de Azpeitia y Tolosa. Su tío Anastasio Arrúe era el jefe de la junta integrista de Tolosa, y su otro tío Pedro Arrúe fue el tesorero. Antonio comenzó a finales de los veinte a colaborar con La Constancia, el periódico integrista de Guipúzcoa, escribiendo en su sección en vascuence. Juan de Olazábal Ramery, jefe integrista de la provincia, fue el gran artífice de la reincorporación a la Comunión Tradicionalista, no pidiendo condición alguna y entregando gratuitamente a la Editorial Tradicionalista de San Sebastián la propiedad del periódico El Siglo Futuro (que le había legado Ramón Nocedal); siendo nombrado miembro de la Junta Provincial de la Comunión, manteniendo el cargo hasta la fecha en que fue asesinado por los rojoseparatistas en la prisión de los Ángeles Custodios de Bilbao. Con el retorno de integristas y mellistas al seno de la Comunión Antxon Arrúe se empezó a destacar por toda Guipúzcoa como orador fogoso, contrario a la II República y a sus políticas laicistas, defensor de los Fueros y de los caseríos frente a la urbe y furibundo opositor al nacionalismo[2]. Nombrado secretario de la Junta carlista de Guipúzcoa trabaja desde ella en la preparación del alzamiento armado contra la república. Presidente de la Junta Carlista de Guerra de Guipúzcoa pronto se enfrentará al totalitarismo falangista que copó la llamada unificación, trabajando activamente al lado de Don Javier para restaurar la independencia de la Comunión Tradicionalista, con visitas por el frente y las zonas liberadas de Castilla y Andalucía, con las correspondientes multas y detenciones. Arrúe tuvo el honor de tomar juramento de los fueros del Señorío de Vizcaya a Don Javier ante el roble de Guernica, que anteriormente había sido puesto a salvo por un piquete de requetés mandado por Jaime del Burgo.

Euskalherria católica y foral

El desenlace de la guerra resulta desolador, con un carlismo en Guipúzcoa cansado de la dura campaña bélica y por ello acomodado al nuevo régimen, cuya confesionalidad católica apacigua reivindicaciones mayores, y muchos carlistas empiezan a ocupar alcaldías y puestos en la Diputación. No obstante Antonio Arrúe siempre rechazó cualquier puesto público y reúne a un pequeño grupo de colaboradores, entre los que destacará Ignacio Ruiz de la Prada Unceta, con los que apoya la política de Manuel Fal Conde y del propio Don Javier. Mientras tanto reabre su despacho profesional en San Sebastián, especializado en rentas rurales y herencias, y contrae matrimonio en 1941 con Teresa Salazar, natural de Tolosa. En uno de sus muchos enfrentamientos con falangistas (o rojos advenedizos que se habían puesto la camisa azul, pues con la Falange de Guipúzcoa de antes de la guerra Arrúe tenía buena relación, especialmente con el arquitecto José Manuel Aizpurúa, que como casi todos los militantes falangistas guipuzcoanos había sido asesinado o muerto en el frente[3]) es acusado de simpatizar con los aliados y por orden gubernativa es desterrado a Gijón.


En los cincuenta la represión se afloja mínimamente y se constituye una junta carlista semiclandestina, presidida por Antonio Arrúe, con Pablo Iturria e Ignacio Ruiz de la Prada Unceta de secretarios. Arrúe mantiene muy buenas relaciones con Fal, compartiendo la intransigencia en temas dinásticos, mientras que Fal compartida y apoyaba las acciones de Arrúe para promover la identidad vasca. La Junta de Guipúzcoa se enfrentará a la nueva política colaboracionista de Valiente y Zamanillo, esta Junta aspirará a agrupar a los carlistas vascongados y navarros y una estructura más o menos paralela de Junta de las Regiones para actuar con cierta autonomía. Como miembro nato de la nueva Junta de la Comunión también tuvo ocasión de mostrar sus desavenencias, que desembocaron en el nombramiento de José Aramburu como nuevo jefe de Guipúzcoa en 1962. Sin embargo Arrúe seguía gozando de un gran prestigio y autoridad moral. En este periodo se intensifica su colaboración con la Academia de Lengua Vasca y sigue hablando por toda Guipúzcoa. Por ejemplo el 15 de noviembre de 1965 en Azcoitia Ramón Baglietto y José Larrañaga –ambos serían asesinados en 1980 y 1984 respectivamente por la banda terrorista ETA- organizan una conferencia de Arrúe sobre “Carlos VII y la poesía popular vasca”, dictada en vascuence y con gran éxito de asistencia. En 26 de junio de 1960 también fue muy celebrada su intervención en Cegama en el homenaje al General Zumalacárregui junto a Francisco Elías de Tejada y Melchor Ferrer Dalmau. En 1964 su trayectoria profesional se ve reconocida con la concesión de la Orden del Mérito Civil.

Arrúe con Baroja y Caro Baroja, en 1955

A finales de 1967 Arrúe se presentó como carlista a elecciones semi-libres a Cortes por el Tercio Familiar, derrotando a los candidatos gubernamentales en Guipúzcoa. En 1969 se lanzó una campaña para restaurar el concierto económico, que contaba con el apoyo del presidente de la Diputación de Guipúzcoa, Juan María Araluce Villar[4]aunque la iniciativa quedó sólo en pequeñas alteraciones a la ley de abolición inicial, sin afectar a la parte sustantiva del texto. Arrúe se unió a los procuradores que, incapaces de conseguir una audición adecuada en la cámara, desarrollaron sesiones informales en todo el país; estas “Cortes trashumantes” fueron prohibidas por orden gubernamental en 1968. A principios de 1969, junto con los procuradores carlistas navarros José Ángel Zubiaur y Auxilio Goñi, Arrúe protestó por la expulsión de la Familia Real.


El 22 de julio de 1969 Arrúe registró el segundo de sus dos momentos más emotivos de su carrera política: en un proceso abierto, uno por uno, en las Cortes votó delante de Franco expresamente en contra de Juan Carlos como el futuro rey instaurado por el régimen. Paradójicamente, en ese momento él y los otros procuradores carlistas se estaban distanciado cada vez más, por el giro pro-democrático, de Carlos Hugo. Aunque cuando en 1970 Carlos Hugo estableció su Gabinete ideológico, Arrúe se unió a su comisión foral, permaneció en ella sólo hasta 1971, en el que la abandonó horrorizado, mostrando su tajante desavenencia con la escisión impulsada por Carlos Hugo, señalando que su traición era peor que la de Maroto. Nunca dejó de ser fiel a Don Javier, cuyo retrato siempre presidió su despacho. Junto a él decenas de miles de carlistas se alejaban de la escisión ideológica de Carlos Hugo, sus puestos los copaban advenedizos izquierdistas que instrumentalizaron el patrimonio y el prestigio del carlismo.


Su súbita muerte en noviembre de 1976 impidió una mayor implicación en la reconstrucción de la Comunión Tradicionalista, en la cual estaban comprometidos sus más cercanos colaboradores, como Ignacio Ruiz de la Prada.


XXX aniversario de la muerte de don Antonio Arrúe Zarauz


[1]Como Juan de Lagarrola, Capitán en Flandes y sargento mayor de la plaza militar de Fuenterrabía o José Antonio Larrumbide, Secretario de Estado de Gracia y Justicia con Fernando VII. También dio Asteasu grandes clérigos como Juan de Iturriata, Pedro de Iturrieta; o María de Urdinaran, mujer que vivió y murió con gran fama de santidad.

[2]Sin ser exhaustivos critica al nacionalismo en la inauguración del Círculo de Berastegui: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000552817&page=20  o en el acto del frontón Uremea, junto a Esteban Bilbao Eguía, Zamanillo y Hernando de Larramendi ante más de 15.000 carlistas

http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001170525&page=3http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000569192&page=7

[4] Había sido requeté en la guerra y representante del carlismo acomodado en el nuevo régimen, pero siempre firme defensor de la foralidad vasca. Fue asesinado por ETA, junto a cuatro personas más, en octubre de 1976.

Boicarent el "Montejurra" del Reino de Valencia

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Carlismo valenciano
Juventud carlista valenciana
Acto carlista en Boicarent en los años 80, organizado por la Comunión Tradicionalista
 Los actos religiosos siempre presentes en las celebraciones carlistas, Dios en el centro de la vivencia carlista
 Acto de los Círculos carlistas valencianos en Boicarent,  el 6 de marzo de 2016
 Carlismo popular, pueblo carlista, celebrando la Festividad de los Mártires de la Tradición, instaurada por SMC Don Carlos VII
 ¡¡¡España Vive, El Carlismo continua!!!

Tradición encarnada en un Pueblo: Mártires de la Tradición 2016 en Pichi Mahuida

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 Pichi Mahuida, febrero/marzo 2016. [Corresponsal]. Entre los días 16 y 21 de febrero se realizó en Pichi Mahuida (Argentina) la ya tradicional Cabalgata y Misa en honor de los Mártires de la Tradición.

En esta su decimoctava edición, sesenta y tres cabalgantes, acompañados de un grupo de ínclitos servidores, comenzaron su marcha inspirados en las resonancias del Combate por la Tradición, que fue el tema de reflexión de este año. Al nuevo capellán Pbro. Luiz Claudio Camargo FSSPX, lo acompañaron otros tres jóvenes sacerdotes, quienes colaboraron con la asistencia espiritual de los cabalgantes durante los cinco días de travesía.


La Misa diaria era secundada por diversas pláticas doctrinales, en las que se expusieron los lineamientos del combate por la Tradición y sus fuentes, en especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.


El día domingo, cerca del mediodía, los cabalgantes arribaron a la Estancia San Genaro, propiedad de la familia García Gallardo y alma de la cabalgata y Misa, y allí realizaron la Consagración Cordimariana a los pies de la imagen de la Virgen de Fátima que los acompañó durante todo su periplo. Seguidamente, el Padre Camargo celebró, con el Rito codificado por San Pío V, la Misa en sufragio de los Mártires de la Tradición, tal como fuera instituido por S.M.C. Don Carlos VII hace ya ciento veinte años. Acompañaron la celebración con su fervorosa asistencia numerosos amigos llegados de diversos puntos de la Argentina.


Finalizada la Santa Misa, los miembros de la Hermandad Nuestra Señora de las Pampas, organizadora de la celebración, realizaron su tradicional Consagración al Purísimo Corazón de María, para finalizar con un gran asado de camaradería.

 Un año más —y esperamos que esta constancia no decaiga— los carlistas hispanoamericanos abrieron con piedad, entusiasmo y brillo, las conmemoraciones de los que murieron, sin ceder, por Dios, la Patria y el Rey legítimo. (Crónica de la Agencia Faro)

Llegada a Pichi Mahuida el domingo 21 de febrero
 Luis García Gallardo portando la bandera durante la Misa por los Mártires de la Tradición. En la santa Misa por los Mártires de la Tradición participaron alrededor de trescientas personas, que posteriormente se reunieron en un fraternal asado criollo.

TRADICIÓN-COMUNIDAD-HISPANIDAD
 La Tradición es la Esperanza
Panorámica de los cabalgantes en la estancia San José de la Noria (La Pampa)

Don Sixto Enrique de Borbón en los Mártires de la Tradición 2016 en El Pardo

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SAR Don Sixto Enrique presidió la Santa Misa por los Mártires de la Tradición celebrada (según el inmemorial rito romano) en la Iglesia del Cristo del Pardo, repleta de carlistas

Imposición de boina, por parte del Príncipe, a una joven carlista albaceteña
 Imposición de boinas a jóvenes carlistas
Don Sixto rodeado de leales de todos los rincones de las Españas
Al quedarse pequeño el Salón de Acto, unos grupos de carlistas han tenido que comer en el salón adyacente
 D. José de Armas
Paula Gambra habla en nombre de las Margaritas carlistas
Maurizio Di Giovine, delegado de la Comunión Tradicionalista en la Península Italiana
Intervención de don Miguel Ayuso Torres, Presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, frente cultural de la Comunión Tradicionalista
Finalmente dirigió unas breves palabras a los asistentes S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, agradeciendo la presencia y buen espíritu y dando razones para la confianza en la restauración de las Españas.


S.A.R don Sixto de Borbón Parma y el Padre García Gallardo, junto a varios miembros de la ACT Fernando III el Santo de Palencia

Mártires de la Tradición 2016 en Palencia

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El pasado domingo 13 de marzo la Asociación Cultural Tradicionalista «Fernando III el Santo» de Palencia regresó a Ayuela de Valdavia, al paraje conocido como la Mata de los Carlistas, donde —con ocasión de la festividad de los Mártires de la Tradición— se colocó una placa conmemorativa junto a la Cruz de los Carlistas, recientemente restaurada por dicha asociación.

Se procedió a la bendición de la cruz y al rezo de un responso por los carlistas allí fallecidos en la Guerra de los Siete Años. El presidente de la ACT Fernando III el Santo, Luis Carlón Sjovall, pronunció un discurso, en el que entre otras cosas dijo:

«En el año 1895, el Rey Carlos VII instauró la festividad de los Mártires de la Tradición, con el objeto de honrar a todos los mártires fallecidos bajo la sombra de la bandera de Dios, Patria y Rey, tanto en los campos de batalla como en el destierro; tanto en los calabozos como en los hospitales... Y designó el diez de marzo, aniversario de su abuelo Carlos V, como fecha indicada para tan justo homenaje.


Hoy, 121 años después, en esta España tan falta de memoria, aparentemente despojada de sus principios y tradiciones, nos reunimos junto a esta cruz, felizmente recuperada del olvido, para homenajear a los Mártires de la Tradición que en este lugar conocido popularmente como "Mata de los Carlistas" desde tiempo inmemorial, perecieron en leal cumplimiento de obediencia a Dios, a la Patria y al Rey.

La historia nos ha legado que en este lugar se encontraba refugiada una partida carlista al mando del Capitán Portillo en el ya lejano año de 1837, cuando se vieron sorprendidos por un contingente revolucionario muy superior. Los "cristinos", como era habitual en ellos, no hicieron prisioneros, y apenas el teniente y un joven combatiente carlista consiguieron escapar a la matanza. Cerca de aquí se encuentra la "Mata Portillo", donde el desafortunado teniente fue ejecutado tras ser capturado a la mañana siguiente; mientras el combatiente —desconocemos su nombre— consiguió escapar vivo con la ayuda de un pastor de la cercana localidad de Ayuela.


También nos ha legado la historia, que al poco tiempo de lo ocurrido, aquí mismo, sobre el lugar donde los cuerpos fueron enterrados por las gentes de la zona, se forjó una cruz similar a la actual, y que esa cruz fue mantenida por gentes anónimas de Ayuela de Valdavia hasta hace apenas unas décadas.


Ahora, desde la ACT Fernando III el Santo, y tras reconstruir la cruz, a la que acompañará una sencilla placa, queremos que de nuevo sean los habitantes de Ayuela los que nos ayuden a cuidar y mantener la reconstruida cruz, que ha de ser símbolo en nuestra tierra de los principios y tradiciones forjadoras de nuestra Patria».

Tras el discurso, se dijo la oración por los Mártires de la Tradición y se cantó el Oriamendi.

Ayuela de Valdavia (Palencia), Información Aquí

Mártires de la Tradición 2016 en Albacete

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 Albacete, marzo 2016, mes de San José. Los actos por los Mártires de la Tradición de este año en la ciudad de Albacete han tenido lugar este Domingo de Ramos, 20 de marzo. A las 12:00, en el Camposanto Virgen de los Llanos
 Ofrenda floral, seguida de un responso, intervenciones y canto del Oriamendi ante el Monumento a los Muertos de la Cruzada
 Acto organizado por el Círculo Carlista Marqués de Villores de Albacete, perteneciente a la Comunión Tradicionalista
 Victor Javier Ibañez, Presidente del Círculo 
 A continuación se ofreció un vino español en el Mesón Legionario

SAR Don Sixto Enrique, Príncipe Legionario

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S.A.R. DON SIXTO, PRINCIPE LEGIONARIO


El pasado 12 de marzo S.A.R. Don Sixto recibía en El Pardo un reconocimiento legionario más, con la imposición de la insignia de honor de la Hermandad de Caballeros Legionarios de Sevilla, de manos de una insigne familia carlista y legionaria, como tantas ha habido. Vale la pena recordar los pormenores de su paso por el Tercio.

La Familia Real se había destacado en los años sesenta del siglo pasado por un increíble activismo en acciones humanitarias. Para la familia rival el listón era demasiado alto: la Infanta María Francisca había servido en la Cruz Roja en auxilio de los húngaros durante la represión soviética de 1956; la entonces infanta María de las Nieves había realizado el Servicio Social en el Castillo de la Mota en Medina del Campo, y la entonces también infanta Cecilia se había volcado en intentar paliar el desastre humanitario de Biafra. En enero de 1964 José Arturo Márquez de Prado, jefe nacional adjunto del Requeté, impulsó el alistamiento en la Legión de S.A.R. Don Sixto. La iniciativa partía en gran parte de su hermano mayor Carlos Hugo y contaba con el apoyo entusiasta de Don Javier. En una operación totalmente reservada el Comandante Sixto Barranco, delegado del Estado Mayor de Requetés, jefe carlista de Melilla y del Banderín de Enganche de la Legión y el Capitán de la Legión Morán Carapeto –ambos habían combatido en la Cruzada en el Tercio de Requetés sevillano de Nuestra Señora de los Reyes y mantenían vivo el entusiasmo y los ideales de aquellos días-- realizaron las gestiones oportunas para el alistamiento de S.A.R. bajo el nombre supuesto de Enrique de Aranjuez. Dentro del estamento militar sólo ellos dos conocían su verdadera identidad, y nunca se le dispensó trato de favor alguno, realizando la instrucción como un soldado más. Junto a Don Sixto se alistó otro joven carlista bilbaíno, Juan Carlos García de Cortázar, que dejaba sus estudios de cuarto curso de la carrera de ingeniería industrial, para estar junto al Infante. Finalmente a finales de 1964 Don Sixto empieza su periodo de instrucción en Melilla, en el Tercio Gran Capitán, I de la Legión, jurando bandera en una fecha tan significativa como el 2 de mayo de 1965. A la jura acudieron varios carlistas andaluces y valencianos, manteniendo en secreto la identidad del Infante de España. El juramento a la bandera fue el siguiente:


·         ¿Juráis a Dios y prometéis a España, besando con unción su bandera, respetar y obedecer siempre a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y derramar, si es preciso, en defensa del honor e independencia de la Patria y del orden dentro de ella, hasta la última gota de vuestra sangres?


Enterados los juanistas de la presencia de Don Sixto en la Legión empezaron a presionar a los mandos más altos, más sensibles al poder constituido y algunos de ellos seguidores de la rama liberal alfonsina. Pero entre la oficialidad legionaria y el pueblo carlista la presencia de Don Sixto despertaba grandes simpatías.

La pretensión de Don Sixto era la de realizar sus tres años de servicio militar. Sin embargo la llamada Secretaría Técnica de Carlos Hugo entendió que era más propicio explotar publicitariamente su presencia, filtrándolo a los medios de comunicación y dedicando reportajes en la prensa carlista. El franquismo licenció anticipadamente al legionario Enrique de Aranjuez a los once meses e intentó amortiguar el impacto propagandístico de su presencia, que era todo un contraste con la de los miembros de la dinastía liberal (el llamado Conde de Barcelona sirvió bajo bandera enemiga en la Royal Navy y a Juan Carlos se le dispensó una instrucción entre algodones en las academias generales, con un expediente más que mediocre). Desde entonces Don Sixto ha mantenido una relación estrecha con la Legión, recibiendo reconocimientos por parte de diversas Hermandades y manifestando públicamente su disposición y espíritu legionario, como en aquel manifiesto “A los Navarros” de noviembre de 1977, que no puede estar más de actualidad:


·         (…) Yo pido a todos los navarros que por encima de actitudes partidistas y bajo la Bandera de España, que como soldados todos hemos jurado, en esta hora triste y de prueba en que parece que se quiere castigar a Navarra su glorioso sacrificio en la Cruzada del 36 y su valor —con los que logró para su Escudo, que con los de Castilla, León y Aragón forman el real y nacional de España, la Gran Cruz Laureada de San Fernando—, formen en derredor de sus Instituciones naturales para defender las legítimas libertades que constituyen sus Fueros.


Otro hecho destacado es que la República francesa reclamó a Don Sixto para la realización del servicio militar, como ya hiciera su hermano Carlos Hugo. Don Sixto había nacido en el exilio, en Pau, ciudad occitana, en puridad hispana, pero uncida a Francia. Sin embargo, como Infante de España, Don Sixto comprendió que no podía jurar la bandera de la Revolución francesa y no acudió a la llamada del servicio militar francés. Por este hecho fue condenado a un año de prisión por el Tribunal permanente de las Fuerzas Armadas, el cual dispuso asimismo el embargo de sus bienes.

Tras ser licenciado de la Legión contra su voluntad y contra derecho, Don Sixto pasó a Portugal, donde al amparo de amigos y parientes de la Familia Real estuvo en los principales ámbitos de la administración civil y también en el mundo de las finanzas junto a la familia Espíritu Santo. Visitó asimismo las provincias portuguesas de África, a cuyo servicio puso su instrucción militar.

Las Líneas Rojas de Roma...en torno a la postura frente al laicismo

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El carlismo preparó la insurrección en defensa de la Religión y la Patria

LAS LÍNEAS ROJAS DE ROMA
Estoy leyendo el libro de don Víctor Manuel Arbeloa, titulado “La Minoría Vasco-Navarra”, editado por el Gobierno de Navarra. Su seriedad y densidad documental podrían restarle amenidad. Pero no, porque la aportan las similitudes de aquellos años con los que nos esperan. Ya señalé en estas páginas que latía en su relato la disyuntiva de, o apostasía o Guerra Civil, que nos llevaba a buscar para el próximo futuro estrategias y tácticas contra la apostasía que no fueran sangrientas como la guerra. Formando parte todo eso de una movilización general de los católicos. Vid. SP’ del 16-1-2016, pág. 11. 

La Segunda Republica empezó desde el primer momento con una gran ofensiva política en el congreso y en todo el país a cargo de laicistas, ateos e izquierdistas, para redactar una nueva Constitución que fuera aconfesional y además disolviera las Órdenes Religiosas. Surgió entonces en el País Vasco y en Navarra una coalición para hacerles frente formada por diputados carlistas, foralistas y algún independiente, todos fervorosos católicos, que se llamó la ‘Minoría Vasco-Navarra’. Arbeloa recoge fragmentos de aquellos enfrentamientos dialécticos en el Congreso. Los católicos de la tal Minoría resistían y atacaban en los debates parlamentarios pero sin aludir explícitamente a que estaban dispuestos a llegar a empuñar las armas. No lo decían, pero estaba en el ambiente y todo el mundo lo pensaba. Los laicistas sí que lo dijeron con tonos de denuncia clara y explícitamente. Y reforzaban su oposición a una solución católica afirmando, con intención disuasoria, que la Santa Sede no apoyaría una acción guerrera de los vasconavarros. Transcribo literalmente de la página 81:

“Intervino el prestigioso jurista catalán Amadeo Hurtado. En términos velados comparó la actitud ante la Monarquía y la Dictadura de dos cardenales españoles tan distintos como Segura, desterrado de España y Vidal y Barraquer que no solo conoció a la Republica, sino que puso toda su influencia moral para conseguir que la Republica ya instaurada se afirmará y fuera respetada por todos sus fieles. (…) Se dirigió después a la Minoría Vasco Navarra, no para darles un consejo, sino solo una indicación: su integrismo católico y su deseo de mantener o de restaurar el principio de la unidad católica, que les haría negar las libertades de otros, no tendría la adhesión del Vaticano. (…) Por eso se permitía decirles a los vasconavarros que, si se les pasaba por la mente la idea de contestar la irreligiosidad de España con una Guerra Civil, -algo que se les achacaba-, tanto como la protesta del país liberal caería sobre sus cabezas la condenación del Romano Pontífice. (Rumores)”.


En el libro de Arbeloa hay varios párrafos análogos más, muy sabrosos, que siento no reproducir por falta de espacio. 

Libro imprescindible sobre los fundamentos de la  relación entre política y religión

Que los católicos no serían respaldados por la Santa Sede era una increíble paradoja, que puede volver en el futuro. Los católicos protagonistas directos de un futuro próximo deben meditar en esa posibilidad. Había antecedentes y después, confirmaciones. Antecedentes fueron los intentos del Papa León XIII de trasplantar su “ralliement” impuesto a los franceses a España. Después el abandono a los Cristeros mejicanos. Confirmaciones posteriores han sido el apoyo de muchos eclesiásticos (por no decir Iglesia) a las retiradas de la CEDA, el apoyo a los católicos franceses que ayudaban a los rojos y hoy a los del Partido Popular. En los albores del Concilio me contó Don José María Valiente, Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista, que había tenido un cambio de impresiones con un religioso famoso. Valiente se desahogó contándole que estaba atenazado porque unos carlistas estaban a favor y otros en contra de Franco. El religioso le contestó que no dudara en apoyar a Franco, “porque es el único que nos defiende del Vaticano”. ¡Sic!



La persecución empezará en cuanto se forme, al fin, un nuevo gobierno y se debata la reforma de la Constitución. Los católicos magnánimos que se enfrentaran decididamente al laicismo por todos los medios, “incluso los legales” (según la famosa broma de Maurras), verán que se forma un segundo frente de católicos cobardes que se escudarán para claudicar en las debilidades y tibiezas de Roma. Habrá que recordar que el magisterio papal se divide en infalible y ordinario y que de este último cabe discrepar respetuosamente después de maduro estudio. Ya el Papa Pío XII habló, aunque poco, de la legitimidad de una opinión publica dentro de la propia Iglesia.


Dios dirimirá la cuestión, no sabemos si como lo hizo el 18 de julio o de otra manera. En cualquier caso, nuestro deber es “velar y orar” con las botas puestas.
De SANTA CRUZ, Manuel. “LAS LÍNEAS ROJAS DE ROMA”. En Siempre P´alante 757 (2016), pág. 3.
Sobre el autor del libro comentado, Víctor Manuel Arbeloa, podemos señalar que se trata de un muy buen conocedor de la historia y la realidad del carlismo, la cual vivió muy desde dentro en su propio hogar. Nacido en Mañeru, “el pueblo más carlista de España”, su padre, requeté, perdió la vida en la guerra. Ordenado sacerdote desde su preocupación por los temas sociales se acercó al PSOE y a movimientos democráticos. Sufrió varias condenas, multas y detenciones por parte del Tribunal de Orden Público por sus artículos periodísticos y actividades sociales y políticas izquierdistas. Si hubiese creído que el carlismo podría asumir una escisión ideológica hacia el socialismo progresista, lo habría tenido muy fácil para militar en él, sin embargo, pese a sus muchos afectos hacia el carlismo entendió que la escisión de Carlos Hugo no pasaba de ser una torpe jugada política instrumentalizada por la izquierda y los nacionalistas. Arbeloa nunca quiso participar en esa instrumentalización y pese a las insistentes invitaciones de la camarilla de Carlos Hugo no quiso nunca acudir al Montejurra “progresista” ni jamás admitió en sus análisis históricos que la escisión ideológica de Carlos Hugo fuese apoyada por el pueblo carlista.


Políticamente militó en el PSN, al cual llevó a los mejores resultados de su historia, tras zafarse de la corriente pannacionalista que había dentro del mismo, y sólo la corrupción del caso Urralburu (que a él no le afectó personalmente) hizo que perdieran las mayorías.


Puso su prestigio como escritor y fino investigador en defensa de la Iglesia, el carlismo y los requetés en 1936 incluso en periódicos progresistas, con el valor añadido que su primera condena por el TOP le vino por la publicación de un artículo crítico con el bombardeo de Guernica. (Perdón por tanto silencio, Tribuna de El País, 23 de febrero de 2001 en el que ataca el cinismo de quienes quieren que la Iglesia pida perdón por su apoyo al alzamiento mientras compadrean con el terrorismo etarra).


Y además de artículos valientes contra ETA y su entorno el 25 de septiembre de 1984 escribió otro bello artículo en el mismo diario sobre la Dinastía legítima. Reyes carlistas en Trieste.

Patria e Hispanidad según el tradicionalismo

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El Tradicionalismo defiende la Unidad Católica de los pueblos hispánicos; defensa y armonización de las patrias históricas, grandes y chicas, luchando tanto contra el centralismo esterilizante como contra el nacionalismo disgregador. Contra el primero que defiende la unidad sin diversidad y al segundo que propone la diversidad sin unidad, sosteniendo la unidad en la diversidad. La restauración de los fueros, sociales y territoriales, defensa de la subsidiariedad evitando la esclavitud del Estado Nación moderno, el nuevo leviatán. Defendiendo la independencia auténtica de nuestra patria grande de los poderes ajenos, tanto económicos como extranjerizantes, incluyendo las organizaciones clandestinas con afanes de control mundial. Por una Confederación de Pueblos Hispánicos.

El Tradicionalismo es la continuidad venerable de la Tradición común de los pueblos hispánicos, esparcidos por los cinco continentes, el Carlismo ha venido a ser la prolongación de un modo de ser que sucesivamente han cancelado el absolutismo, el liberalismo y el socialismo. En este sentido profundo, como la vieja Cristiandad medieval se continuó durante el período de la Casa de Austria en el mundo hispánico, convertido en una suerte de Christianitas minor, el Carlismo es una suerte de reserva de esa Cristiandad menor. 


"Constituyendo una poderosísima confederación de los pueblos Hispano-Latinos de uno y otro hemisferio, se podrá así contrarrestar la pretensión absorbente de la raza sajona"

(Carlos VII)

“La fidelidad a su gran Tradición que reanuda y su carácter de defensor magnánimo de ideas religiosas y de valores y principios morales, así de formas de cultura y de civilización opuestas a la concepción materialista de la vida(...)su misión apostólica, civilizadora, católica y aventurera, su condición de nación cristiana, occidental y mediterránea, que afirmará con máximo fervor siempre(...) solidaridad y apoyo frente a las fuerzas secretas o públicas de la Revolución internacional (...) Protección decidida a la labor apostólica y cultural en servicio a la creencia única que forjó la unidad española y forjó la Hispanidad"

(Manifestación de los Ideales Tradicionalistas)


"La Hispanidad es hoy y siempre la misma cosa. Es como hablar de la "Romanidad". Yo diría que la Hispanidad es la última versión que los hombres dieron de un orden político acorde con la Tradición acotado a los tiempos modernos: fue la respuesta de la Inteligencia Católica frente a la ruptura del sistema religioso. Y si le cupo a España y ésta le dio el tinte de lo español, fue porque Dios así lo quiso y porque los reyes españoles respondieron "con honor (…) El amor a la patria es un sentimiento legítimo, es parte de nuestro "honor" y, como yo lo entiendo, está inscripto en el Cuarto Mandamiento: Honrar al padre y a la madre. La nación, la de cada uno de nosotros, es la tierra de nuestros mayores y tiene que ver con la piedad filial amarla y defenderla. Pero no es, en sí, un valor absoluto sino relativo. Las naciones surgen al abrigo y por impulso de la Civilización Cristiana que las ordena y armoniza por medio del Magisterio de la Iglesia, de tal manera que lo nacional y contingente se subordine a lo universal y católico. En este aspecto, España dio el ejemplo cuando, por un lado completó el Orbis Terrarum y lo conquistó bajo el signo de la Fe y, por otro, lideró la última cruzada contra el Islam, uniendo en una acción común a todas las naciones cristianas. Era obvio esperar que donde primero los estados se separaron de la Iglesia (Inglaterra y Alemania) la idea nacional se convirtiera en un valor absoluto. Posteriormente, por contagio y por abandono de los principios tradicionales, los estados y los hombres en general, le fueron dando a la idea de nación ese mismo valor absoluto aunque, diría yo, restringido, porque limitaron sus fines a sí misma y, en este sentido, la volvieron un principio instrumental. Hoy los nacionalismos se erigen como el "instrumento" contra la "globalización", con todos los riesgos y fracturas que esto implica; porque entiendo que es un riesgo y es en vano contestar una cosa "general" con otra "particular", aunque la general esté mal y la particular bien, pero cada una en su ámbito. La única manera de detener la globalización que se nos viene, es con argumentos" globalizantes", pero ciertos y buenos, como la filiación a la Iglesia Católica y a su Magisterio, sin perder la nacionalidad -porque de hecho no la ataca- pero subordinándola a ese valor supèrior y universal”

(Elena Calderón de Cuervo)



“Sin el sentimiento común en el presente y en el pasado que junte en una unidad corazones y conciencias, no hay Patria. Unidad de creencias y autoridad inmutable que las custodien; sólo eso constituye naciones y enciende patriotismos”

(Juan Vázquez de Mella)


"El pueblo decae y muere cuando su unidad interna, moral, se rompe, y aparece una generación entera, descreída, que se considera anillo roto en la cadena de los siglos, ignorando que sin la comunidad de tradición no hay Patria; que la Patria no la forma el suelo que pisamos, ni la atmósfera que respiramos, ni el sol que nos alumbra, sino aquel patrimonio espiritual que han fabricado para nosotros las generaciones anteriores durante siglos, y que tenemos el derecho de perfeccionar, de dilatar, de engrandecer; pero no de malbaratar, no de destruir, no de hacer que llegue mermado o que no llegue a las generaciones venideras ;que la tradición, en último análisis, se identifica con el progreso, y no hay progreso sin tradición, ni tradición verdadera sin progreso"

(Juan Vázquez de Mella)

"España fue una federación de repúblicas democráticas en los municipios y aristocrática, con aristocracia social, en las regiones; levantada sobre la monarquía natural de la familia y dirigida por la monarquía política del Estado"

(Juan Vázquez de Mella)

“La patria es espíritu. Ello dice que el ser de la patria se funda en un valor o en una acumulación de valores, con los que se enlaza a los hijos de un territorio en el suelo que habitan”

(Ramiro de Maeztu)


"La Patria es cosa natural. Es la herencia de nuestros padres, el tesoro de nuestros hijos, la tierra donde hemos nacido, el hogar que ha sido testigo de nuestras alegrías y de nuestros dolores, es la lengua que hemos aprendido y con la cual nos expresamos fácilmente...Por ley de naturaleza estamos obligados a amarla y defenderla, de tal manera, que todo buen ciudadano ha de estar pronto a arrostrar la misma muerte por su Patria"

(Juan María Romá)

“Sin tradición no hay patria y los hombres sin patria viven en el mundo condenados al suplicio del Judío Errante; llevan consigo una espantosa maldición; son el grano de arena del desierto, que, abrasado por el simoun, se agita sin saber en donde parará y abrasa a su vez todo cuanto toca”

(Julio Nombela)


“El amor a la Patria es ese sentimiento indefinible que nos une al suelo que nos vio nacer, donde nuestra vida se desarrolla y donde esperamos y queremos que se abra nuestra tumba; es el amor al suelo donde viven las personas que nos son queridas dentro y fuera de la familia, donde descansan los huesos de nuestros padres, donde nacen esos seres que sólo a cada uno de nosotros es dado llamar con el nombre de nuestros hijos, donde habita esa familia inmensa a la que nos unen los vínculos del idioma, de la legislación, de las costumbres, de la historia, y como podía decirse hasta hace poco en España, los vínculos de una religión misma”

(Guillermo Estrada y Villaverde)


"La Patria es la historia de la patria. Si nos falsifican la historia, nos roban la Patria".
(Jordan B. Genta)


“Una Patria lo son los campos, los muros, las torres y las casas, los son los sepulcros y los altares; lo son los hombres vivos, padre, madre y hermanos, los niños que juegan en los jardines, los campesinos que cultivan el trigo, los comerciantes, los artesanos, los obreros, los soldados; no hay nada en el mundo más concreto”.

(Charles Maurras)

“Cuando la Patria no es el recinto de los templos y las tumbas, sino una suma de intereses, el patriotismo deshonra”.

(Nicolás Gómez Dávila)


"Al conjunto de las personas sometidas a la autoridad de un padre de familia se le llama familia. A partir del siglo X, al conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad de un señor, jefe de una mesnada, se le llama familia. Al conjunto de las personas reunidas bajo la autoridad de un barón, jefe de un feudo, se le llama familia. Y más adelante veremos que el conjunto de las familias francesas fue gobernado como una familia. El territorio sobre el cual se ejercían esas diversas autoridades ya sea que se tratara de la de un jefe de familia, de la del jefe de mesnada, del barón feudal o del rey- es denominado uniformemente en los documentos como patria, el señorío del padre. "La patria, dice Frantz Funck-Brentano, era al principio el territorio de la familia, la tierra del padre. La palabra se extendió al señorío y a todo el reino, puesto que el rey era el padre del pueblo. El conjunto de los territorios sobre los que se ejercía la autoridad del rey se llamaba, por tanto, Patria"

(Henri Delassus)

Una mujer carlista: María Rosa Urraca Pastor (I)

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El papel preponderante que la mujer ha tenido siempre dentro del carlismo no es más que una extensión de ese mismo protagonismo en la historia de España. La irrupción del carlismo en defensa de una legalidad que era legítima, la sucesión semisálica agnada (tradicional en la Corona de Aragón), no suponía relegar a la mujer a un papel subalterno. Por el contrario la niña Isabel y María Cristina siempre fueron marionetas en manos de poderes sinárquicos y oscuros, manejados totalmente por varones. Y ese fue el sino del liberalismo, que en su subversión del orden natural en el ámbito político, económico y social (y posteriormente en su secuencia religiosa) también desnaturalizaba, empequeñeciendo moral y materialmente a la mujer, hasta la actual secuencia de postmodernidad líquida con su absoluto embrutecimiento y encanallamiento.


Son muchas las mujeres que jalonan la historia del carlismo. Algunas como Agustina de Aragón se confunden con la historia grande de España. Otras, como la Princesa de Beira, asumieron las más altas cotas de responsabilidad institucional, salvando la dignidad de la Corona, como también hiciese Isabel de Castilla, la Católica, al afirmar su legitimismo cuando le correspondieron los Derechos al Trono de San Fernando. En el mundo de la cultura y las letras, se puede citar a la novelista gallega Emilia Pardo Bazán, carlista en su juventud.

Emilia Pardo Bazán,  la gran escritora gallega, fue carlista gran parte de su vida

Más cercana en el tiempo tenemos un ejemplo de mujer militante y activista en María Rosa Urraca Pastor. Nacida en Madrid el primer día del siglo XX, 1 de enero de 1900, en el seno de una familia militar su vida marcaría toda una época de activismo tradicionalista femenino. Por los destinos de su padre a los pocos años se trasladó a Burgos y, más tarde, a Bilbao, donde estudió la carrera de Magisterio en la Escuela Normal, graduándose en 1923, año en el que participó en la Semana Pedagógica de Bilbao. También, según propia confesión, realizó estudios de Filosofía y Letras, siendo alumna de Unamuno y Besteiro. Destacó desde muy joven por su sensibilidad ante los problemas sociales, comenzando a escribir sobre los mismos en diversos periódicos provinciales como El Nervión, La Gaceta del Norte, El Pueblo Vasco, así como en el madrileño La Nación. Esta preocupación social llegará a ser usada por sus adversarios conservadores, que la llegarán a calificar de socialista por denunciar los excesos y males el capitalismo liberal. Como ella misma reconocería, «desde los catorce años estaba convencida de que la mujer podía servir al país fuera de casa y era ferviente admiradora de Concepción Arenal»  De esta manera surge una primera referencia intelectual de la labor social de Urraca Pastor, lugar común al de otras militantes católicas. 
 La escritora Concepción Arenal

La trascendencia de las formulaciones de Concepción Arenal fue tal que todo el debate sobre la mujer que se realizó durante el primer tercio del siglo XX tuvo la obra de esta mujer como telón de fondo. Tanto escritoras como algunos sacerdotes católicos la tuvieron como referente en sus reflexiones sobre el papel de la mujer. Arenal denunció que la desigualdad reinante entre sexos estaba relacionada con la desigualdad de oportunidades; afirmó las diferentes naturalezas de los dos sexos y, por lo tanto, la distinción entre deberes y responsabilidades en función del género. Consideró a la mujer superior moralmente y defendió la notable influencia que estas, desde el ámbito doméstico y como madres, hijas y esposas, debían ejercer en la sociedad. A la mujer, por lo tanto, le resultaba necesario ejercitar virtudes sociales tanto por su propio bien como por el de la sociedad; por ello —rechazando el modelo decimonónico de «ángel del hogar»— se le debía reconocer su derecho a la educación y su derecho al trabajo.


Las principales líderes femeninas católicas realizaron una lectura cristiana de toda la obra de esta escritora, defendiendo la igualdad de sexos inherente en principios religiosos como la paridad ante el matrimonio («compañera te doy que no sierva») y su origen divino, ya que —al igual que el hombre— la mujer había sido creada por Dios y dotada de alma.
El padre Graciano Martínez

Una segunda referencia del pensamiento de Urraca Pastor fue la obra del padre Graciano Martínez (1868-1925), autor de El libro de la mujer española. Hacia un feminismo casi dogmático, publicado en 1921. Su pensamiento sobre la mujer se basó en el reconocimiento de su categoría como persona y su compaginación con la función de madre. La reflexión de este agustino fue un intento por debatir todos los pormenores de la cuestión femenina y por actualizar el pensamiento de la Iglesia española respecto al valor del feminismo y de la necesidad de asumir y dirigir acciones de defensa de los derechos de las mujeres. 


El 24 de marzo de 1919, en sesión celebrada en el palacio episcopal de Madrid, se creó la Acción Católica de la Mujer, con alcance nacional. En aquel momento, la asociación contaba con 300 socias, pero su crecimiento durante las décadas siguientes fue constante. Se constituyó con carácter nacional pero también federativo, buscando la adhesión de todas las asociaciones católicas femeninas existentes o que en adelante se fundasen, sin merma de sus particulares autonomías, pero con la obligación de contribuir a la obra común con medios adecuados a las necesidades de los tiempos, la primera de las cuales era el conocimiento del problema social y de las relaciones de los diversos elementos de la producción en los que intervenía la mujer, unas veces encargando el trabajo y otras realizándolo como obrera. Acción Católica de la Mujer tuvo por objetivo claro la defensa de los intereses femeninos en toda su amplitud y el ejercicio de la acción social de la mujer en toda su extensión. Meta excesivamente amplia que, sin embargo, fue recortada al separarse, más adelante, la acción propiamente social de la acción apostólica.


Urraca Pastor ingresó en ACM de Vizcaya, donde pronto se destacó como una enérgica y entregada propagandista. Era maestra, y fue profesora ayudante de la Escuela Normal de Bilbao, considerada la «Universidad femenina» de la ciudad, la alternativa más legitimada socialmente y más prestigiosa para una mujer joven y de clase media . De esta manera, frente al antiguo arquetipo de activista católica —madre, viuda y rica—, Urraca Pastor fue, junto a otras compañeras, bandera de un nuevo modelo: soltera, culta y joven, consciente de sus deberes naturales respecto a la Iglesia, la Familia y la Patria, pero también de su autonomía personal y de sus derechos. Siguiendo las indicaciones de la I Asamblea, denunció la inexistencia en Bilbao de sindicatos de obreras católicas, semejantes a los que había en Madrid, Cataluña, Asturias, Valencia, Andalucía y otras regiones. Abogó por la mejora de las condiciones de las obreras, especialmente de aquellas ligadas al sector textil, y por la igualdad de salarios . Directora, desde su fundación en 1925, del Boletín de la ACM de Vizcaya, escribió en el mismo diversos artículos al respecto:


«Y este trabajo que en oficinas, aulas, y toda clase de profesiones liberales, es nuevo, pues ha nacido en nuestro siglo, y constituye el mayor avance feminista, no puede calificarse de tal en la obrera que, en fábricas, talleres, almacenes, trabaja en iguales condiciones que el hombre, en cuanto a esfuerzo que se le exige, pero muy inferiores en cuanto al salario que se le paga».
La joven María Rosa Urraca Pastor

Como otras impulsoras de un feminismo social católico, Urraca Pastor potenció el trabajo asalariado y la profesionalización de las mujeres, no porque compartiera el ideal de liberación individual a partir de la independencia económica para la mujer, sino porque el trabajo era el bien que garantizaba el acceso a los medios de vida. La condición asalariada, entonces, era la única que permitía a la mayoría de las mujeres llevar una vida digna y honrada y, en muchas ocasiones, sacar adelante a sus familias. En 1922 se celebró en la capital de España la II Asamblea de ACM, donde se exigió la semana inglesa para las mujeres, así como la posibilidad de abandonar el trabajo una hora y media antes que los hombres, para poder atender con eficacia el hogar. También se acordó solicitar el establecimiento de un seguro de maternidad, el cual se haría realidad ocho años más tarde. María de Echarri presentó una ponencia sobre los problemas de las trabajadoras a domicilio; problema sangrante porque las mujeres eran explotadas sin ninguna protección legal. Cada día resultaba más urgente la mejora laboral bajo el amparo de la legislación, pero sin olvidar su singularidad. Como escribió Urraca Pastor, había que considerar a la obrera, ante todo y sobre todo, como mujer y en tal sentido debían estar inspiradas las leyes protectoras de su trabajo.


Siguiendo la estela de Concepción Arenal o del padre Graciano Martínez, Urraca Pastor defendió el establecimiento de leyes protectoras del trabajo femenino y la división del trabajo de hombres y mujeres en Vizcaya. Los tiempos en que se cuestionaba la incorporación de la mujer al trabajo asalariado habían sido superados. De esta manera, escribió en su artículo «Feminismo»:


«Mujer que gusta de los quehaceres domésticos sin hacerse esclava de ellos…Mujer que habiendo sido preparada para una de las más altas misiones, como es la maternidad, lo está también para aquella otra que a mi ver la iguala pero que es más personal y más altruista: la humanidad» .


En Acción Católica, María Rosa también conoció a numerosas tradicionalistas —lo cual sería importante en su futuro— como María Ortega de Pradera, esposa de Víctor Pradera, presidenta de la Junta Diocesana de ACM de San Sebastián. Debe tenerse en cuenta que a estas organizaciones católicas femeninas confluyeron numerosas esposas e hijas de familias carlistas, al tener las nacionalistas vascas sus propias organizaciones separadamente, no integradas en la ACM. Las asociaciones católicas femeninas vascas y catalanas, no vinculadas a posiciones políticas nacionalistas, se integraron en ACM, pero conservaron su identidad y carácter propio, lo que permitió—durante la II República— establecer sobre su base las secciones femeninas de la Lliga y de la Comunión Tradicionalista .
La Acción Católica de la Mujer

Los años veinte también fueron los de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Precisamente, el general reclamó el apoyo del movimiento católico para—a través de su apostolado social— conseguir la regeneración de España y la salvación de la Patria. El boletín de la ACM saludó con entusiasmo la llegada del régimen, en el convencimiento de que iba a ser favorable a las propuestas del catolicismo social, aunque posteriormente se quejó de que en los comités paritarios y en la organización corporativa, la dictadura favoreciera la presencia de sindicalistas socialistas en detrimento de los sindicatos católicos, de tal forma que en algunos casos aquellos ocuparon todos los puestos. Primo de Rivera intentó redefinir el papel de la mujer en la vida política y realizó un llamamiento para que participaran en los cauces que le ofrecía el nuevo régimen. Numerosas activistas católicas y feministas se mostraron muy receptivas a su discurso que redefinía el apostolado social desde una perspectiva nacional. María Rosa Urraca Pastor promovió campañas reformistas de la condición obrera, dirigió las escuelas bilbaínas del Ave María  y desempeñó, entre 1929 y 1932, el cargo de inspectora de trabajo en Vizcaya. Su misión, desarrollada con estricto celo y autoridad, consistió fundamentalmente en comprobar el cumplimiento de las leyes en los espacios laborales femeninos. Según afirmaría años más tarde, cuando enviaba un informe negativo a sus superiores se sentía escuchada como un varón, de tal manera que no sintió discriminación alguna al denunciar la indigna situación de numerosas obreras, las cuales ganaban un tercio de los sueldos masculinos y no tenían oportunidad de ascenso ni de promoción alguna. Por ello:


«…el general Primo de Rivera pulsó muchos intentos de avance, que nunca se han elogiado lo suficiente. Quiso imponer los descansos pagados para las embarazadas, las cajas de compensación familiar, parecidas a lo de los puntos de hoy. Todo ello estuvo ya en estudio y ensayo, y se hicieron muchos informes en los que tomé parte, pero cuando vino la República, todo quedó en suspenso».


Formó parte del Patronato de Previsión Social de Vizcaya y del Nacional de Recuperación de Inválidos para el Trabajo. Acudió como comisionada a Barcelona para estudiar las instituciones sociales y benéficas de la Caja de Pensiones para la Vejez que fundó Rafael Moragas. Pudo comprobar personalmente que los salarios femeninos eran mejores y, al regresar a Bilbao, publicó varios artículos en El Nervión, comparando la situación de las obreras catalanas y vascas. Urraca Pastor participó en el Congreso Femenino Hispanoamerican de Sevilla, que ACM organizó con ocasión de la celebración de la Exposición Internacional, en mayo de 1929. Por esas fechas, la ACM contaba con 118.000 socias activas y 235.000 adheridas y ascendía a 654 el número de juntas locales y delegaciones. Ella, al ser joven, maestra y activista, reunió las características para formar parte, junto a otras muchas como ella, del grupo de militantes más preciadas para intentar restaurar la hegemonía cultural del catolicismo, objetivo que, según Rebeca Arce, también se plantearon las organizaciones femeninas —durante esos años aparentemente triunfales— de Acción Católica .

María Rosa Urraca Pastor participando en un mitin de Comunión Tradicionalista en el Frontón Vitoriano. 16 de abril de 1933 

Su ingreso en el carlismo


La llegada de la Segunda República motivó un gran cambio en la vida de Urraca Pastor: su participación en ACM descendió ante el alcance insospechado de su salto a la escena política, iniciando una carrera en ese campo que fue ciertamente breve, pues persistió el tiempo de vida del régimen republicano, pero fue tan intensa como el tiempo que vivió. Antes de la llegada de la República, para los dirigentes masculinos de Acción Católica, la participación de las mujeres en la esfera pública debía ser solo una salida temporal. Un deber, no un derecho; consejo que siguieron muchas militantes de ACM. Sin embargo, la llegada del nuevo régimen hizo que las antiguas reticencias desaparecieran, los obstáculos se allanaran para que cumplieran con su deber y se favoreciese la movilización femenina ante las extraordinarias circunstancias que se vivían. Ante las elecciones del 12 de abril de 1931, Urraca Pastor participó en varios mítines y actos a favor de las candidaturas monárquicas alfonsinas en Vizcaya. Sin embargo, como a numerosas militantes católicas, los incendios de mayo, la expulsión del obispo de Vitoria y del cardenal Segura, los artículos anticlericales de la Constitución y la nueva política antirreligiosa de los aliados del 14 de abril, motivaron su salto al carlismo activo. Ella no provenía de familia legitimista, pero su padre —según confesión propia— la educó en el amor a la religión, a la institución monárquica y a la patria. Y sólo en el carlismo pudo encontrar la integridad de esos principios. Los tradicionalistas la atrajeron por su valentía y decisión, por su carácter social, «después, vi que mis ideales estaban allí. Me encontré allí. Hay mucha solera en el carlismo». 

Una mujer carlista: María Rosa Urraca Pastor (II)

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María Rosa ingresó en las margaritas y aceptó liderar la Agrupación de Tradicionalistas Vascas, comenzando una carrera como propagandista que la haría famosa durante el primer bienio republicano. El 11 de mayo, al asistir a una reunión de ACM en la bilbaína parroquia de San Vicente, fue detenida por la policía, junto al resto de sus compañeras, acusada de promover una reunión clandestina contra la República. Ella argumentó que habían sido convocadas mediante un engaño, pero el gobernador le impuso una multa de 500 pesetas, abriéndose una suscripción popular de 10 céntimos por persona, en la prensa carlista para abonarla. Finalmente, la multa fue retirada y el dinero recogido se ingresó en la beneficencia; María Rosa, desde ese momento, se vio «colocada en una plataforma frente a la República». En sus discursos afirmó que muchos votos que habían convergido en las candidaturas republicanas habían esperado otro tipo de régimen, ya que el presente se alejaba de la esencia y del ser de España, al atacar a la Patria, la Religión y la Familia.


El carlismo comenzó a resucitar de sus cenizas a partir de esos años, comenzando un proceso de reunificación, entre sus escisiones mellistas e integristas. Tras la muerte del Marqués de Villores, el Rey Alfonso Carlos I nombró una Junta Suprema Nacional, cuyo presidente fue el Conde de Rodezno, partidario de la participación parlamentaria y de la unión electoral con otros grupos afines, como los monárquicos no legitimistas. La Comunión Tradicionalista Carlista relanzó sus agrupaciones femeninas convirtiéndolas de asociaciones católicas caritativas en secciones de un enorme activismo político y militante. El origen de las margaritas debe retrotraerse al periodo cronológico (1872-1876) en el que tuvo lugar la Tercera Guerra Carlista, y a una figura específica que sirvió como referente, tanto como símbolo como en la adopción del nombre con el que fueron denominadas: Margarita de Borbón, primera esposa de Carlos VII, quien desempeñó labores de asistencia sanitaria a los heridos en los hospitales de campaña y organizó centros de beneficencia por lo que fue tildada como Ángel de la Caridad. Las mujeres de destacados carlistas habían creado en esa época Juntas de Damas Católico-Monárquicas, pero sin el carácter popular y llano que tendrían las asociaciones de margaritas.


No solo las circunstancias exteriores favorecieron el papel de las tradicionalistas —como la concesión del voto a la mujer, apoyado por los diputados tradicionalistas y combatido por los izquierdistas— sino que surgió un importante número de mujeres católicas que se distinguieron como propagandistas por la Causa, beneficiando el crecimiento de la Comunión de tal manera que los líderes carlistas reconocieron e impulsaron su trabajo. Entre ellas —Mercedes Quintanilla, Carmen Villanueva, Clinia Cabañas, las hermanas Balaztena— destacó María Rosa Urraca Pastor. Pronto se unió a la Agrupación de Defensa Femenina que, en la zona vasconavarra, asoció a margaritas, mujeres de Renovación Española como su gran amiga Pilar Careaga –que sería la primera mujer que obtiene el título universitario de ingeniería en España y de patrón náutico; tras la transición sufrirá un atentado de ETA que le dejó severas secuelas, fruto de las cuales moriría al poco tiempo- y, durante un tiempo, a las emakumes del Partido Nacionalista Vasco. Esta asociación de mujeres católicas fue creada en Bilbao y en su primer acto público, celebrado en noviembre de 1931, se encargó a María Rosa la explicación de su programa inicial. El verdadero peso, tanto cuantitativo como cualitativo de la organización lo llevarían las margaritas.

María Rosa Urraca Pastor oradora en el mitin carlista de Guernica 

La dirigente católica pronto incidió en la vida política nacional por su enorme capacidad de trabajo y su labor como propagandista, llegando a realizar 50 mítines en cuatro meses. Participó en grandes concentraciones organizadas por la Comunión Tradicionalista, como la realizada en el Frontón Euskalduna de Bilbao, el 17 de enero de 1932, ante más de 10.000 carlistas, junto a Marcelino Oreja y Joaquín Beunza. Militantes socialistas provocan a los asistentes al mismo, produciéndose incidentes, saldándose la jornada con tres socialistas muertos por heridas de bala. Más de treinta carlistas son detenidos y las izquierdas convocan una huelga general en Vizcaya donde son incendiadas varias iglesias y se llama a la violencia contra los carlistas. La propia María Rosa sufre un tiroteo. Asimismo, fue invitada por Círculos locales y regionales, cuya organización y difusión animó a intensificar, hablando ante mujeres, obreras y jóvenes, en conferencias diferentes. Entre marzo y junio de ese año, Acción Católica de la Mujer en Andalucía organizó diversos actos públicos en protesta por la política antirreligiosa del Gobierno republicano-socialista, a los que invitaron a actuar como oradoras a Pilar Careaga y a María Rosa. También fue invitada a hablar en locales de Acción Nacional, hasta que se produjo la ruptura con los seguidores de Ángel Herrera Oria, a los que los carlistas acusaron de accidentalistas, cuando directamente de republicanos o vendidos.

Su manifiesto antirrepublicanismo y su importancia como oradora motivaron que las izquierdas la tuvieran en su punto de mira político. Indalecio Prieto, en un artículo publicado en El Liberal, anunció que «los cavernícolas ya han encontrado su miss». Las multas gubernativas a asistentes a sus mítines, por motivos de altercado público ocasionado por las luchas entre sus detractores y sus defensores —con muchos enfrentamientos armados de por medio— fueron continuas durante el quinquenio republicano. Los insultos en la prensa, tildándola de urraca, carcunda y retrógrada, también abundaron. En una ocasión, con motivo de una de sus conferencias, hubo un altercado entre margaritas y un grupo de mujeres liderado por la diputada Clara Campoamor, que finalizó con la detención de dos carlistas. Los requetés la recibían con gritos de «¡Viva Miss Cavernícola!» en sus actos públicos, tomando son sana guasa las invectivas de la izquierda, afirmando que la caverna era la decencia, la honradez, la virtud, la vida ejemplar y la defensa de la religión y la tradición. Ella afirmó su convicción monárquica continuamente, llegando a visitar a los reyes legítimos en varias ocasiones, manteniendo sobre todo con la reina María de las Nieves, cierta correspondencia. Precisamente por ello, en varias ocasiones sus mítines fueron prohibidos por las autoridades republicanas, bajo la excusa de que no se podía ceder locales municipales a enemigos del régimen. Ella no se amilanó, y en Sanlúcar la Mayor proclamó públicamente el convencimiento general de numerosos españoles de que Azaña y su gobierno eran moralmente —si no legalmente— responsables de Casas Viejas, lo que le valió una fuerte multa.
Urraca Pastor en el centro con la boina blanca de las margaritas carlistas

Su preocupación por las mujeres, además de la necesidad de aclarar su postura ante la nueva coyuntura que a las mismas se les ofrecía, hizo que en numerosas conferencias aludiera a la posición que debían tener ante la República. En Gijón afirmó que las españolas no estaban representadas en las Cortes y resultaba evidente que hacía falta que estuvieran. Las tres diputadas existentes entonces no tenían «alma española», por lo que no contaban, resultando evidente que las futuras candidatas tradicionalistas, al poseerla, eran las que debían ser llevadas por las mujeres al Parlamento. Las españolas auténticas eran católicas, por lo que, ante la política antirreligiosa republicana, debían asumir su papel y votar en conciencia. En Santander afirmó que había llegado el momento de que las mujeres descendieran de las gradas del templo y salieran a la lucha política. Por ello, resultaba necesario que las mujeres se unieran a los hombres para levantar y hacer resurgir España, pueblo bueno y honrado envenenado por propagandas malsanas . No querían puestos ni mandos, pero estaban dispuestas a amparar y proteger a sus hijos. Y en esa marcha emprendida, ya nadie las había de contener. En Santander no dudó en animar a sus oyentes a dejarlo todo —el hogar, las comodidades— como sacrificio necesario, para proclamar la verdad entre las mujeres del pueblo sobre las infamias republicanas que, a la larga, las convertirían en esclavas de todos los apetitos masculinos. En Madrid afirmó que varias coronas ceñían la frente de la mujer: la de profeta —su intuición— que preveía el porvenir, al ver más allá que los hombres, ya que su corazón les anticipaba los acontecimientos; la del ángel tutelar, al ser madre de familia y madre de la sociedad. En ese mismo discurso, defendió el voto femenino en las futuras Cortes tradicionalistas, que debían elaborar una legislación adecuada para la mujer.
No solo recorrió España participando en mítines y conferencias, sino que escribió numerosos artículos en El Pensamiento Navarro, El Pensamiento Alavés, La Voz de España de San Sebastián, El Norte de Castilla, La Unión de Sevilla y el Boletín de Orientación Tradicionalista, entre otras publicaciones tradicionalistas y católicas. Ya en el verano de 1932, la destacada labor política de Urraca Pastor fue reconocida por los más importantes líderes carlistas del momento, como Lamamié de Clairac, Víctor Pradera y Salaberry que elogiaron su figura en el banquete-homenaje que organizó el Centro Femenino Tradicionalista de Madrid, el 12 de julio. Asistieron, no solo la cúpula de las margaritas madrileñas, sino también el Conde de Rodezno, Torre Letieri, Chicharro, Senante, Ansaldo, Arauz de Robles, entre otros. Era el «símbolo de las mujeres españolas que salen a la lucha política cuando hacen falta». Días más tarde, la prensa tradicionalista continuaba adhiriéndose al homenaje, calificándola de «don providencial de la España genuina», semejante a Agustina de Aragón, síntesis de la «belleza moral inmarcesible de la mujer española, corazón vivo de la fe y la tradición de la patria». Desde la Reina Margarita, no había habido una mujer que fuera halagada y encumbrada por los tradicionalistas de esta manera. La revista femenina y monárquica Ellas —unión de damas alfonsinas y carlistas— se unió, igualmente, al homenaje a la oradora.


Al igual que otras figuras del carlismo, Urraca Pastor no olvidó referirse al problema social en sus conferencias, muchas de las cuales se dirigieron exclusivamente a obreros. Criticó al liberalismo, por haber convertido al trabajador en una máquina y a su trabajo en mercancía, defendiendo la vuelta a la tradición como solución para sus males, aplicando la doctrina social cristiana. En ese sentido, al igual que otros oradores, insistió siempre en animar a los empresarios a cumplir con sus deberes cristianos, y a los más ricos a emplear su dinero socialmente. Criticó la nueva legislación laboral, al ser incompleta para las obreras, pues, a pesar de la conquista de 8 horas de trabajo, cuyo primer precedente en la historia venía en la legislación social de los Reyes Católicos, extendida al Nuevo Mundo a través de las Leyes de Indias, resultaba falsa la pretendida igualdad con el hombre, ya que este, tras la jornada laboral, pasaba a la de ocio, mientras la mujer continuaba trabajando en el hogar y la familia. Manifestó a los trabajadores que el tradicionalismo era enemigo de la lucha de clases y, de esta manera, se unió a los esfuerzos de otros dirigentes, como el diputado ferroviario Ginés Martínez, por impulsar las secciones obreras carlistas.



En el primer trimestre de 1933, las actividades de la Comunión Tradicionalista aumentaron al calor del debate de la ley de Confesiones y la proximidad de elecciones municipales. Se organizaron grandes conferencias, que se transformaron en auténticas concentraciones masivas, como la del diputado Lamamié de Clairac en el Monumental Cinema de Madrid, el 29 de febrero, y la de María Rosa Urraca en el cine Ópera de la capital el 5 de marzo. En la misma volvió a insistir en la identificación de la República con la antiEspaña —pues había destruido el patriotismo—, con el engaño—los republicanos habían mentido a los obreros y ahora estos reclamaban las promesas incumplidas— y, en consecuencia, con el desorden social y moral, pues estaban intentando destruir los pilares de la nación: la religión, la familia y la propiedad, fomentando la revolución social. Atacó igualmente a los católicos posibilistas, accidentalistas y moderados, confiando en el Gobierno de minorías selectas, en la doctrina tradicionalista y exhortando al cumplimiento de la doctrina social católica.

Escarapela de las Margaritas carlistas

En los meses siguientes, el Gobierno perdió las elecciones municipales y las del Tribunal Constitucional. Ante las elecciones a Cortes, María Rosa fue propuesta e incluida inicialmente en la candidatura Católico-Agraria de La Rioja, con el objetivo de atraer el voto femenino, pero el intento quedó cortado por el veto del cacique Tomás Ortiz de Solórzano. Finalmente, María Rosa se integró en la candidatura Unión Regionalista Guipuzcoana, junto a Ramiro de Maeztu, Antonio Paguaga Paguagua y Agustín Tellería. El diario republicano La Voz de Guipúzcoa bautizó a la misma, el 20 de noviembre de 1933, con el mote de «candidatura de la Edad Media, típicamente troglodita» por incluirse a don Ramiro y doña Urraca. Las elecciones otorgaron la victoria a los candidatos del Partido Nacionalista Vasco que obtuvieron 5 escaños, siendo el sexto y último para Ramiro de Maeztu. En séptimo lugar se situó Urraca Pastor, la cual obtuvo 31.618 votos, a solo 1.702 de su compañero de candidatura. Su reflexión personal sobre el resultado fue comunicada a la reina María de las Nieves de Braganza, a los pocos días, en carta particular:


«Yo no quería ir a las elecciones. Creo que nuestra postura más gallarda y más consecuente hubiera sido la abstención. Pero se dispuso lo contario. Y yo, aunque pensaba que a la Comunión no le convenía en modo alguno que a mí me derrotasen, y que de presentarme debían hacerlo con todos los respetos y con todos los honores, por disciplina, como siempre, me puse sin condiciones a disposición del Secretariado. Mientras todo el mundo, censurando el egoísmo de los hombres, afirmaba que yo debía ir en la candidatura de Navarra o en otra de absoluta seguridad, mi nombre rodaba como el de una bailarina por todas las candidaturas de España, oponiéndose el veto de los amigos de Gil Robles y sin que los tradicionalistas tuvieran el valor de mantener mi derecho… Por fin, me incluyeron en la candidatura de Guipúzcoa.


Íbamos cuatro en la seguridad de que, a lo sumo, podríamos salir dos y habiendo garantizado previamente los tradicionalistas a Renovación Española que saldría su candidato Ramiro de Maeztu porque ellos traían el dinero. Así ha sido; yo he ido en la candidatura (colocada en último lugar) de comparsa y de reclamo. Con nuestro trabajo, con nuestra propaganda —ha sido agotadora— y con los votos de los carlistas, ha salido el Sr. Maeztu, gracias, naturalmente, a determinadas combinaciones que han hecho posible que un intelectual, al que nuestros ideales (el grueso de la votación) no querían oír hablar porque le consideran liberal, tuviera más votos que yo. Es decir —Señora— que la Comunión Tradicionalista me ha vendido por unas miserables pesetas. Y mientras al Parlamento irán una porción de señores desconocidos (…) la única mujer que les convenía haber mandado se queda sin ir».


En esa misma misiva, María Rosa ya solicitó abiertamente a la Reina que influyera en Alfonso Carlos I para reorganizar, cuanto antes, la Comunión. El peligro de que se consolidara la República con el triunfo de los accidentalistas católicos de la CEDA resultaba evidente, y en caso contrario la nación caminaría hacia el fascismo, sobre todo su juventud. Acusó del desastre a los jefes carlistas, a los que tildó de indolentes y pesimistas; resultaba necesario hablar a los jóvenes de corporativismo y todavía no se había organizado la gran asamblea de Juventudes Tradicionalistas en Madrid. Basaba sus críticas en la experiencia directa con las masas carlistas de los dos últimos años.
 Doña María Rosa en otro acto carlista

En los siguientes meses continuó su labor propagandística, visitando Cuenca —abandonada a la Causa desde la Tercera Guerra Carlista— donde logró organizar un núcleo de requetés y margaritas; continuó en la primavera por el Levante, confirmando el resurgimiento de centros legitimistas en Castellón, Valencia, Alicante y Murcia, asombrándose de la cantidad de afiliados en localidades como Orihuela. A sus conferencias a los obreros solicitaron asistir incluso algunos comunistas, sindicalistas y anarquistas locales, ante el asombro de María Rosa. En Valencia fue enorme la masa trabajadora que la recibía en la Casa de los Obreros San Vicente Ferrer. En sus cartas a María de las Nieves, volvió a insistir en la necesidad de buscar nuevos dirigentes y anular puentes políticos con los cedistas y agrarios:


«La región levantina, en general, está bien para nuestra Causa. Derecha Regional Valenciana es un partido político más, al servicio de la soberbia de Lucia que, a su vez, sirve a Cambó y domina a Gil Robles. Yo estoy convencida de que de ellos, como de todos los afiliados a la CEDA, tenemos que prescindir. Están todos de la manía de la accidentalidad de las formas de gobierno y terminan todos, indefectiblemente, en republicanos, si la República da enchufes… Son vulgares conservaduros. Nosotros atravesamos allí —sobre todo en Castellón— como en toda España, por una crisis de cabezas, y, como consecuencia, desorganización. Pero confiemos en que Dios, que nos da la masa, inspirará también a los dirigentes».


A partir de esos momentos, la dirigente de las margaritas se unió a quienes ya, desde hacía tiempo, dentro de la élite carlista solicitaban un cambio en la dirección del movimiento, atacando directamente la política pactista, parlamentaria y lenta del Conde de Rodezno y de viejos dirigentes locales. A esas alturas y tras la expansión lograda en los dos últimos años, los críticos —a la cabeza el diputado Lamamié de Clairac— alzaron sus voces definitivamente, pues la estructura organizativa semejaba una confederación de jerarquías locales, escasamente controladas desde un poder central, por lo que resultaba inoperante para un movimiento político de implantación nacional. Los líderes legitimistas del sur comenzaron a criticar el monopolio político de los del norte, presionando directamente ante el Rey, al que mostraron la fortaleza de sus juventudes, a las que se unieron los jóvenes legitimistas navarros, los cuales se declararon saciados de legalidad y de una dirección de ancianos junteros. Precisamente, por esos meses habían comenzado las primeras actividades conspirativas, enviando a Roma una delegación de carlistas y alfonsinos que recibieron instrucción militar en las academias militares fascistas, pero el movimiento crítico exigió la destitución del Conde de Rodezno como líder político, especialmente por haberse doblegado, a su entender, ante los partidarios de Alfonso (XIII). El Rey Alfonso Carlos aceptó el cambio generacional y estratégico, nombrando a Manuel Fal Conde como secretario general de la Comunión Tradicionalista el 3 de mayo de 1934.


Fal Conde, en abierta sintonía con Urraca Pastor, intentó fomentar especialmente la participación de las margaritas en la Comunión, frente a la labor de las ramas femeninas de Acción Católica, más ligadas, en su opinión, a la CEDA y al proyecto posibilista de Herrera Oria. Se les encomendó la captación de mujeres católicas pero también su formación como féminas tradicionalistas, por lo que debían ser monárquicas y fervientes propagandistas. María Rosa continuó su infatigable periplo por España, participando en las inauguraciones de Secciones Femeninas de los Círculos Tradicionalistas. Las actividades de las margaritas, de una práctica católica innegable, debían ayudar a evitar la condena de la Comunión por parte de Roma, a semejanza de la de Acción Francesa, uno de los temores de algunos dirigentes de la organización a partir de esos momentos. Más allá del oportunismo electoral de un primer momento, la mujer llegó a ser presentada, en manos de la jerarquía de la Comunión, como la única capaz de salvar la Patria amenazada y la Religión perseguida. De ahí que se ansiara buscar en ella a la perfecta propagandista —a imitación de Urraca Pastor—, que en la prensa, tribunas públicas, trabajos de organización y actos de propaganda defendiera los altos intereses morales y materiales, contribuyendo en la medida de sus fuerzas a la salvación de España, contra la ola secularizadora y revolucionaria. Precisamente, Fal Conde había declarado, tras las elecciones de 1933, que no habían sido las derechas sino las mujeres quienes habían triunfado en las urnas, llegando a decir a los tradicionalistas que debían votar como las mujeres, si querían comportarse como hombres.
En estas Secciones Femeninas se mantuvo el espíritu de continuidad en el fomento y defensa de los principios esenciales que sirvieron de pilares de la Comunión, al igual que los padres transmitían a sus hijos varones. Su nuevo reglamento, surgido a finales de 1935, reconoció como jerarquía política a la de la Comunión, encargada del nombramiento de todos los cargos directivos.


En el mismo, se estipuló como fin la promoción de la formación femenina, bajo los principios de la Tradición, prestando apoyo moral y material a todos los afiliados, preparando su organización en forma que pudiera contribuir en cualquier momento a su lema Dios, Patria y Rey. De esa manera, según el Boletín Oficial de la Comunión Tradicionalista, a las mujeres carlistas se les confió una Gran Cruzada Espiritual: educar a los hijos, difundir propaganda de los santos ideales, formar grupos de estudio en los círculos, dirigir escuelas nocturnas para los obreros, organizar actividades caritativas entre los pobres y los desempleados, regentar el Socorro Blanco para consuelo de los carlistas perseguidos o encarcelados y a sus familias.


La misión educativa fue reconocida como el deber más importante de las margaritas, ya que uno de los campos de batalla entre el comunismo y la civili-zación cristiana más importante era la escuela. Se debían encargar, por lo tanto, de la educación de los hijos de los carlistas, por lo que se recomendó que ejercieran actividades como la visita a la familia donde naciera un futuro requeté o margarita, regalándoles una boina o una margarita. Con ello el pequeño quedaba dado de alta como aspirante en la asociación correspondiente. Todos los años debían felicitarle por su cumpleaños y, cuando la edad lo permitiera, se debía fomentar su reunión diaria o periódica con otros hijos de socios y amigos, organizando juegos diversos, orfeones, cuadros artísticos, grupos de baile... Pretendiendo, de esta manera, mantener vivo el culto a la Tradición, conservando lo típico y castizo de cada región. En octubre de 1934, María Rosa animó a las margaritas a adoptar a los huérfanos que había dejado la Revolución asturiana, comprometiéndose a educarlos en una familia católica que les proporcionara carrera, profesión u oficio conveniente.


Conforme la situación política comenzó a radicalizarse, la actuación del Socorro Blanco fue más importante, la cual fue fomentada en escritos y discursos por Urraca Pastor. Fue una institución creada para la asistencia material y espiritual a los carlistas perseguidos o presos, y a sus familias, con visitas a las cárceles, tarjetas y cartas de adhesión a los atropellos por venganzas políticas.


La institución fue encomendada a las Juntas Locales Femeninas, cada una de las cuales debía tener su sección de Socorro, dependiente todas ellas del Secretario Central Femenino. Para lograr una dotación económica especial para sus gastos, se ordenó que —además de cuestaciones y donativos— se divulgaran los «sellos de cotización», obligatorios en la correspondencia oficial, y que todos los carlistas debían utilizar en sus cartas. Durante la Guerra Civil, esa estructura les serviría tanto para organizar la participación de la mujer tradicionalista en la España nacional, como para facilitar redes de apoyo clandestinas en la zona del Frente Popular, respondiendo, en la medida de sus posibilidades, a los efectos de la represión política. Paralelamente, ejercieron, como ejemplo de católicas, la caridad cristiana, materializada en roperos, cocinas económicas, oficinas de colocación, reparto de juguetes para niños pobres, visitas domiciliarias… en muchas de las cuales participó Urraca Pastor. Organizaron veladas de oración a la Virgen y los Santos, rosario en los salones de las Asociaciones, recogida y distribución de limosnas.


Paralelamente a esta labor social, las margaritas protagonizaron una Cruzada Espiritual de oración, sacrificio y penitencia, impulsada desde la prensa por Urraca Pastor. En abril de 1936, se aconsejó a las damas tradicionalistas que intensificaran de manera especial los actos de culto y piedad a raíz de la gravedad de las circunstancias por las que atravesaba la patria. El Vía Crucis fue el acto público más organizado, además de los rosarios y novenarios, a los que se sumaron los ayunos, penitencias y visitas al Santísimo de carácter particular.


Al mes siguiente, la respuesta de la Juventud Femenina de Acción Católica fue la preparación de una Gran Semana del Evangelio, en donde se implicaría a la mayor parte de la población posible, pero las autoridades prohibieron tal acontecimiento, así como la celebración de su III Asamblea Nacional.


Finalmente, la formación de una mujer tradicionalista como educadora, orante ferviente y generosa samaritana se completó con la faceta de propagandista de los santos ideales. Las margaritas organizaron actos públicos, fomentaron los círculos de estudios y la divulgación del ideario en impresos, desplegando la palabra oral o escrita como arma de combate en la lucha política y social declarada, con el fin de que sus ideales fueran siempre Cruz, Bandera y Corona.
Carta al director de La Vanguardía de Barcelona, de Urraca Pastor, del 5 de noviembre de 1982, reafirmando su inquebrantable carlismo

A comienzos de 1936, se realizó un recuento de las asociaciones de margaritas, saldándose con la cifra de 23.238 integrantes, aunque debe subrayarse la ausencia de datos de muchos centros, por lo que el número de margaritas total pudo ser un poco mayor. Se apreció tres grandes grupos de provincias: aquellas con un gran número de militantes y de agrupaciones, con la excepción de Alicante, que a pesar de contar con tan solo 3 agrupaciones tenía 913 afiliadas. Un segundo grupo lo formaban aquellas provincias en las que existía cierta implantación de las agrupaciones femeninas carlistas, aunque raramente superaban las 10 agrupaciones. Y, por último, aquellas provincias sin apenas afiliadas y con menos de 5 agrupaciones, añadiéndose la circunstancia de que muchas de ellas aparecieron señaladas como «en periodo de formación»: caso de Gerona con 4 agrupaciones en toda la provincia y 3 de ellas (Olot, La Sellera y Bañolas) en formación. Las provincias con mayor militancia y número de asociaciones de margaritas fueron Navarra —4.923 mujeres y 33 agrupaciones—, Vizcaya y Guipúzcoa —4.350 asociadas y 50 agrupaciones—, la región valenciana —6.555 militantes y 60 agrupaciones— y Barcelona, con 1.647 mujeres y 28 agrupaciones. Reiteradamente la geografía tradicional del carlismo se impuso a la hora de calibrar la militancia femenina, aunque en algunas regiones los datos todavía no están debidamente estudiados, pues en Andalucía se calcularon 590 afiliadas sin contar, por desconocidas, las cifras de Almería y Cádiz.


En mayo de 1934, apareció en algunos periódicos tradicionalistas una circular animando a abrir una suscripción —con cuota única de una peseta— de todos los carlistas y simpatizantes, para costear los gastos que ocasionara la candidatura de Urraca Pastor en las siguientes elecciones generales, publicándose la lista de donantes en cada provincia. La iniciativa partió de Elisa Hidalgo, presidenta de las margaritas de Huesca, la cual reclamó reciprocidad, después del triunfo electoral que habían proporcionado las mujeres a los hombres, enviando una de sus representantes al «desacreditado Parlamento». La revista Tradición, órgano del Consejo de Cultura Tradicionalista, apoyó la iniciativa, encargando a todas las secciones femeninas la organización de la suscripción:


«Todo lo que se haga por María Rosa nos parecerá poco: se lo debemos en justicia y en devoción. Y hasta en galantería».


En febrero de 1936, la oradora fue elegida candidata única por los tradicionalistas de Teruel, iniciando un intenso periplo por los pueblos de la provincia para lograr el voto. Sin embargo, nuevamente, no logró obtener el ansiado escaño, por lo que Fal Condele encomendó directamente la organización del Socorro Blanco. Ella manifestó que si bien habían perdido un acta habían ganado una provincia . Al comenzar la Guerra Civil, María Rosa trabajó como enfermera en las trincheras y hospitales de vanguardia, simultaneando la labor asistencial con la propagandística, pues no dejó de ser la principal líder de las margaritas. Tras el decreto de Unificación —19 de abril de 1937— fue nombrada delegada nacional de asistencia de Frentes y Hospitales, consejera nacional en el primer Consejo Nacional de Burgos y, con la victoria, fue condecorada con la cruz roja del mérito militar, por los servicios prestados en el frente de Somosierra como enfermera «y atendiendo a las necesidades de los combatientes con gran espíritu de sacrificio y desprecio del peligro, habiendo sufrido los efectos de preparaciones artilleras y bombardeos de la aviación enemiga». Alfonso Carlos I le había concedido la cruz de dama de la Legitimidad Proscripta. Su experiencia durante el conflicto le llevó a escribir Así empezamos. Memorias de una enfermera, recopilación de artículos, discursos y crónicas que fue publicado en 1940.
Memorias de María Rosa Urraca Pastor

En la posguerra eligió Barcelona como residencia, ejerciendo como profesora de expresión oral y dicción, dedicándose a tareas culturales y de apostolado religioso. Tras los años de vertiginosa acción política y social de la II República y la guerra atendió su desempeño profesional, entendiendo que se había salvado lo fundamental, que era Dios y la Patria, pese a que se mostró muy crítica con los esquemas totalitarios, entre ellos el encuadramiento en la Sección Femenina, en la que siempre rechazó participar pese a las generosas invitaciones en ese sentido. Leal a la Dinastía Legítima recibió en Barcelona a las hijas de Don Javier, y solía mandar correspondencia a Doña Magdalena. También colaboró con María Teresa Angulo, la Catedrática de Madrid preceptora de Don Sixto. Con Don Javier y Doña Magdalena coincidió en las simpatías con la obra apostólica del arzobispo Mons. Lefebvre, por cuya postura tomó partido, organizando las visitas del mismo a Barcelona. También en los años de la transición fue reclamada por destacados intelectuales catalanes para unirse a la firma de manifiestos contra la proscripción de la lengua castellana en Cataluña, nociva política lingüística ampara por los partidos políticos cuyos efectos se padecen hasta la actualidad. Asimismo, en plena crisis del carlismo por la escisión ideológica de Carlos Hugo se adhirió al manifiesto que en 1973 los requetés elaboraron denunciando la escisión ideológica del mismo. Colaboró activamente en la revista Fuerza Nueva y en el partido posteriormente fundado, así como en las coaliciones de Alianza Nacional del 18 de julio y Unión Nacional, en cuyas campañas electorales, presentándose como carlista, realizó sus últimas intervenciones públicas como oradora. Y como carlista se siguió manifestando hasta el final de sus vidas, en todos sus intervenciones públicas y privadas.

Varias décadas más tarde, escribió sus memorias y un libro de tema mariológico, que quiso ser la obra de mayor entrega de su vida, pero ambos manuscritos no fueron finalmente publicados. Tras un largo proceso postoperatorio de una doble intervención quirúrgica a causa de una peritonitis, María Rosa Urraca Pastor falleció en la Ciudad Condal el 19 de marzo de 1984. 

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